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Explorando nuevas rutas

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Tomando en serio el desafío de desarrollar las nuevas competencias, lo primero será poseer la información relevante, luego el conocimiento teórico, pero después el conocimiento aplicado a crear nuevos productos, servicios, procesos o modelos que satisfagan necesidades o vacíos en áreas de gran relevancia para las personas y las organizaciones. Es el camino que siguen los integrantes de la clase de “cuello dorado” y las empresas que hoy triunfan en el mundo de los negocios y que han tenido a la cabeza fundadores o creadores capaces de identificar esas necesidades latentes y avanzar en la creación de soluciones o propuestas, que no surgen de la nada, sino que toman el conocimiento y la tecnología y los utilizan para dar forma a una propuesta diferente y disruptiva. Se dirá que en los ejemplos de las grandes apuestas que han triunfado, tales Uber o Whatsapp, no se están considerando todas aquellas a las que no les ha ido bien y han tenido que salir del mercado. Eso ocurrirá siempre y es parte de la selección natural que opera en la innovación, pero que en nada anula la actitud y empleo de recursos nuevos, de una metodología diferente para crear y aprender, de un rediseño de las competencias necesarias que serán la base para crear valor. En un entorno más estrecho, como una pequeña empresa o una carrera profesional, van a significar una diferencia al momento de buscar trabajo o de mantener la estabilidad en el mismo durante los próximos años.

La ventaja competitiva más poderosa que le permite a una organización reaccionar con flexibilidad, rapidez, con capacidad de cambio, es el talento, el conocimiento y la innovación. Sobre eso hoy ya no hay ninguna duda, pues se generan beneficios y resultados sostenibles en el tiempo, que nos hacen ser únicos, diferentes al resto de la competencia y finalmente, es algo muy difícil de copiar porque el conocimiento se crea internamente a partir de las personas o integrantes de los equipos de trabajo. Lo que se debe liderar será entonces, el ambiente que permite crearlo, compartirlo y difundirlo. El líder será a todos los niveles el facilitador y el catalizador quien, en una interrelación cercana con sus colaboradores, impulsa el proceso y logra resultados efectivos. Aquí también hay un impacto que progresivamente redefinirá los roles no sólo de las empresas al tener que generar espacios para creación del saber, sino también el de las entidades educacionales para buscar formas en que se fomente la colaboración mutua y la rápida transferencia de una parte a la otra en un ecosistema creador de conocimiento, donde veinte personas no harán el trabajo de doscientas, harán un trabajo diferente. Esta distinción es fundamental, pues apunta al hecho que ya no será necesario tener grandes dotaciones para producir un determinado producto o servicio, sino lo más relevante será que aquellos que sean contratados deberán hacer un aporte distinto desde la perspectiva individual y desde el trabajo con otros, incluyendo una delimitación mucho más difusa de los límites de la empresa, pues si es necesario se buscará en otros lugares lo que se requiera, ya que las restricciones de distancia física, cultural o idiomática están siendo superadas por la relevancia de contar con la diversidad de aportes en todos esos aspectos.

En este panorama se hace entonces muy necesario entender con profundidad primero lo que está ocurriendo y luego actuar en consecuencia para saber hacer frente a esta amenaza del futuro cercano. La creación de nuevo conocimiento como base de la innovación y el progreso, puede ser la respuesta al transformarse en una ventaja competitiva individual y organizacional, si logramos tener el control, tal como alguna vez ocurrió con el fuego, frente a la tecnología avanzada que nos tenderá a remplazar en muchas funciones. El secreto estará en obtener y hacer algo que se aprecie verdaderamente por los empleadores y potenciales clientes, como un tipo de elemento diferenciador en las posibilidades de resolver problemas, identificar oportunidades, descubrir nuevas formas de hacer las cosas y aprender de ello para seguir en la espiral de creación de valor, algo que será muy difícil de lograr por las máquinas de aprendizaje, incluso más allá del límite impuesto para el arribo de la singularidad. La actual tecnología está produciendo la generación más avanzada de máquinas en la historia. Necesitamos prepararnos de manera diferente para abordar este desafío y nuestra propuesta irá por potenciar las competencias cognitivas, adquiriendo una metodología que permita desarrollarlas a nivel individual y organizacional para competir en un mercado laboral que se prevé muy diferente. En el futuro no muy lejano los profesionales y también los estudiantes necesitarán construir sobre las antiguas materias habitualmente tratadas en sus carreras otras nuevas, propias de la era cognitiva. Esto se debe a que las personas ya no pueden prosperar en un mundo digitalizado utilizando solamente herramientas analógicas. Vivirán y trabajarán en un flujo constante de Big data, conectividad e información instantánea que fluye de cada clic y toque de sus dispositivos. Por lo tanto, se necesitará alfabetización de datos para leer, analizar y utilizar la marea de información en constante aumento. El conocimiento técnico por sí solo no es suficiente para el trabajo del mañana. Sí lo serán, de preferencia, un conjunto de capacidades cognitivas las que hagan la diferencia.

A modo de iniciar esta preparación para explorar nuevas rutas, podemos identificar niveles de complejidad donde las posibilidades de ser reemplazados por máquinas vaya desde alta a baja probabilidad. En el primer nivel se sitúan aquellos trabajos donde se aplican las mejores prácticas y donde la relación entre algo que ocurre o se hace y lo que se espera como resultado está claramente determinado. En este dominio se opera con problemas simples. Por lo general, la respuesta correcta es clara, conocida por todos e indiscutible. En el segundo ámbito, la relación entre acción o causa y resultado no es obvia para cualquier persona, sino que requiere del conocimiento y del análisis de experto. Hay múltiples soluciones correctas para un mismo problema, pero se requiere la participación de expertos para poder identificarlas. El tercer ámbito es el complejo, ya no es posible conocer de antemano la relación entre la causa que provoca un determinado efecto, y dicho efecto. Para poder trabajar con problemas complejos, el análisis no es suficiente. Hay que ir probando y experimentando. Cuando nos enfrentamos a problemas complejos, los resultados se vuelven más impredecibles. Las soluciones encontradas rara vez son replicables, con los mismos resultados, a otros problemas similares. Enseguida están los problemas imprevistos, producto de variables no detectadas, ocultas, pero que aparecen en el momento menos pensado y requieren una respuesta inmediata. Suceden en momentos de crisis cuando se necesita actuar de inmediato para restablecer cierto orden. Por último está el ámbito desconocido, “latente”, de lo que puede ocurrir, pero no es seguro que suceda, para lo cual tenemos que usar predictores y adelantarnos al cambio adaptativo, lo que llamaremos crear “un excedente de conocimiento”, es decir, ir más allá del necesario en el momento actual, pero una valiosa reserva para el futuro. Los métodos para innovar suelen navegar en el ámbito de la complejidad, incluyendo las crisis imprevistas y serán estos los ámbitos del trabajo en que la creación de conocimiento, a partir de habilidades no lineales será la más demandada y por lo tanto, la de mayor valor al momento de encontrar trabajo y progresar en él. Desde esta perspectiva se explica por qué los nómadas del conocimiento tendrán ventajas y serán nuestra fuente de referencia para prepararnos en esa dirección. El gran desafío es ahora encontrar el cómo se potencian estas competencias de un modo sistemático y cuáles deberán ser los comportamientos permanentes en el plano de crear, aprender y pensar diferente para lograrlo.

El desafío crucial

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