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En defensa del territorio: los almaceneros del Consulado de México ante los “extranjeros”
ОглавлениеMatilde Souto Mantecón4
Este estudio propone ser una reflexión sobre las reformas económicas en la época borbónica desde la perspectiva americana.5 Parte de la idea de que el comercio colonial fue uno de los sectores en los que, en relación con América, primero fijó su atención el gobierno de Felipe V, de modo que las representaciones escritas por el Consulado de México parecieron la fuente más prometedora para adentrarse en “esa mirada americana” sobre los cambios planeados por el nuevo gobierno. Mi propósito consiste en analizar varias de las representaciones escritas en las primeras décadas del siglo XVIII por los grandes comerciantes del virreinato de Nueva España para conocer qué posición adoptaron ante los cambios que comenzaron a verificarse en el comercio transatlántico desde el fin de la Guerra de Sucesión española.
En efecto, fue en ese momento, al terminar la guerra, cuando realmente pudo ponerse en marcha el nuevo gobierno borbónico, pero tuvo que comenzar por hacer frente a los estragos causados por una década larga de conflicto bélico antes de poder llevar a la práctica sus nuevas ideas de gobierno. Es probable que por esto las reformas de gobierno siempre fueron atemperadas, si no es que postergadas, ya que se debieron atender de forma inmediata las circunstancias generadas por la guerra y se prefirieron correcciones más que grandes innovaciones. Pero hubo además otro factor que debe ser considerado.
La nueva política y sus reformas no podían aplicarse de forma mecánica y directa en sociedades que ya eran muy complejas, diferentes entre sí y distintas también a la metrópoli y, sobre todo, que funcionaban con una dinámica propia arraigada a lo largo del siglo XVII. Tratándose específicamente de Nueva España, a lo largo de ese siglo los grandes comerciantes del virreinato que residían en la ciudad de México, la capital virreinal, habían conseguido el control del comercio marítimo dentro de su propio territorio y, naturalmente, reaccionaron oponiéndose a varios de los cambios del sistema comercial cuando sintieron amenazado su control. En particular, rechazaron los cambios que favorecieron la intromisión y la competencia de los comerciantes venidos de fuera, es decir, los que ellos consideraron “extranjeros”. Entre ellos estuvieron desde luego los ingleses que vinieron como factores de la Compañía Real de Inglaterra6, pero también, y en esto debe ponerse atención, los mismos comerciantes españoles venidos de Cádiz con las flotas. Siguiendo el discurso y los argumentos de los comerciantes mexicanos en varias de sus representaciones, se puede ver cómo va en aumento la oposición a la presencia de los gaditanos en el interior del virreinato, y cómo ese rechazo va convirtiendo a los flotistas de Cádiz en “extranjeros” a los ojos de los comerciantes mexicanos. Unos y otros eran españoles, súbditos de la misma Corona; los propios comerciantes mexicanos en su mayoría habían nacido en España, así que la calificación nada tenía que ver con el lugar de procedencia original, pero los comerciantes de Nueva España defendieron su territorio de comercio como algo propio, en el que todos los venidos de fuera eran ajenos a él, eran “extranjeros”.
En aras de la claridad, conviene aquí establecer quiénes eran los distintos grupos de comerciantes españoles que compitieron dentro del virreinato de Nueva España. Las representaciones estudiadas fueron escritas por el prior y los cónsules del Consulado de México, gremio que aglutinaba a todos los grandes comerciantes del virreinato dedicados al giro ultramarino. Todos ellos eran mayoristas dedicados a importar y exportar y fueron conocidos como almaceneros, precisamente porque compraban y guardaban grandes lotes de mercancías que después revendían por las distintas provincias novohispanas. A ellos nos referiremos como comerciantes “mexicanos”, aunque, como se dijo, la mayor parte era originaria de España. Eran mexicanos porque tras varios años de residencia y vecindad en el virreinato allí habían hecho su vida y labrado su fortuna. El otro grupo de comerciantes españoles involucrado en el giro ultramarino eran los recién llegados provenientes de España, los que venían en las flotas de comercio y que eran en general factores, encomenderos o empleados de grandes comerciantes que permanecían en la Península. A ellos nos referiremos como flotistas o gaditanos, porque venían en las flotas que zarpaban de Cádiz, no porque fueran oriundos de esa ciudad, o también les llamaremos factores españoles porque en su mayoría eran, como se dijo, empleados de los grandes mercaderes europeos.
Conviene también establecer desde aquí los principales agravios que los comerciantes mexicanos resintieron por el curso que siguió el comercio marítimo bajo el nuevo gobierno borbónico. De acuerdo con las representaciones escritas por el Consulado de la ciudad de México en la primera mitad del siglo XVIII, uno de los principales problemas que enfrentaron fue la internación de los flotistas, es decir, que los comerciantes venidos de España en las flotas circularan dentro del virreinato, se instalaran y permanecieran en él por muy largas temporadas, lo que desató la competencia entre mexicanos y gaditanos en el interior mismo del territorio de Nueva España. Un segundo contratiempo fue la saturación de los mercados mexicanos con mercancías importadas, y un tercer y muy alarmante problema fue la intromisión de los “extranjeros” en el comercio con China, un mercado que los mexicanos consideraban suyo porque fue a través de su territorio, concretamente por medio de sus negocios en Filipinas, que ese comercio se realizaba. Estos son los temas que preocupaban a los mexicanos y sobre los que querían llamar la atención del rey y sus ministros. No está de más recordar que las representaciones no necesariamente describen la situación real del comercio novohispano, sino que exhiben lo que preocupaba a los comerciantes mexicanos o, sobre todo, los asuntos que ellos querían que la corte española atendiera.