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EL TESTIMONIANTE BRUNO-SÁBATO Y LA DIVISIÓN DEL TRABAJO

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Bruno es, en Sobre héroes, el personaje-que piensa-y-reflexiona: la novela, a pesar de su amplio proyecto y de algunas fuentes ilustres que pareciera querer trasplantar, es simple, esquemática, ingenua y primitiva en estructura y psicología; los personajes son portadores de cualidades o formas de ser únicas, “sustancias”, “esencias” inmutables que evolucionan en un mundo concreto, niegan la existencia en tanto libertad y se congelan en el “ser”; mónadas cerradas a la historia, el tiempo pasa por esos caracteres confirmando su inmovilidad, ratificándola. Sábato afirma en sus personajes un fatalismo especial: el fatalismo psicológico. Los únicos resortes que mueven a los protagonistas de su novela son los mecanismos psicológicos, los hechos primarios; Martín, Alejandra, Bruno y Fernando no se eligen a partir de sus neurosis, los traumas se apoderan de ellos y los manejan compulsivamente, les señalan el camino de la muerte y del fracaso. Es lícito afirmar, con el riesgo del esquema, que los personajes de Sobre héroes y tumbas son títeres cuyos hilos penden del complejo de Edipo. Con estaticidad de alegoría, esos seres asumen una forma sobresaliente y se fijan en ella; todos los actos concurren a redondear el sello que, de entrada, les puso el autor: son el misterio y las culpas del amor (Alejandra), la pureza y la angustia adolescente (Martín), las obsesiones (Fernando), la reflexión (Bruno). Nos interesa Bruno porque es el personaje que usa Sábato para pensar, el portavoz de sus reflexiones, el que, por el carácter mágico que implícitamente el autor asigna al pensamiento, actúa por el solo pensar, se halla más allá y por encima de los demás, conserva la distancia –real y simbólica– que se requiere para tomar conciencia, para tener en su poder todos los elementos; Bruno no tiene las manos sucias, no muere, no huye, solo está allí, pensando y hablando, intemporal y eterno, contemplando la vida.

Sobre héroes es una novela seminovela, una novela ensayo: Sábato expone su ideología, sus más menudas opiniones y sus reflexiones más profundas, relatándolas en abstracto, desvinculadas y no estructuradas con la ficción total; esas ideas no son ideas propias de un personaje, que puedan contraponerse a otros puntos de vista diferentes; son, simplemente, las ideas de Sábato, las de sus conferencias, ensayos y artículos. El autor no enfrenta la ideología de Bruno –su “testimonio”– a otra que la haga vivir y librarse de esa rigidez en la que está enmarcada, los largos parlamentos quedan allí, solos, acumulados uno tras otro; Sábato muestra, demuestra y prueba; los discursos de Bruno sobre “el hombre argentino”, el arte, la cultura, Borges, la esperanza, son presentados como irrefutables; frente a él está Martín que oye y acepta, de tanto en tanto los recuerda para tomar ejemplos y orientar su conducta, unas veces Martín lo interroga, lo incita a una aclaración, otras cita las frases de Bruno como paradigmas ejemplares. “Como tal vez alguna vez le diría Bruno”, “le había oído decir a Bruno”, “y recordó algo que le había dicho Bruno”, se repiten innumerables veces. La sumisión de Martín ante la ideología de Bruno es quizá la que Sábato espere de sus propios lectores. La única vez que aparece un interlocutor real, que titubea otra forma de pensar, es cortado y oscurecido, e implícitamente negado por Sábato: cuando Bruno y Martín oyen hablar a Méndez inferimos, entre las obsesiones de Martín, que no escucha, un atisbo de enfrentamiento, pero es fugaz y casi ilusorio; los discursos de Bruno, en cambio, son plenos, seguros, afirmativos, se extienden largamente, emplean con profusión conjunciones explicativas y conclusivas, allí sí es evidente la voluntad del autor de ser claro, explícito, de no ofrecer flancos débiles, de no dar lugar a dudas. Y esa voluntad clarificadora se opone a toda la ficción novelística: la historia de Martín, Alejandra y Fernando está en semipenumbra, es deliberadamente oscura y misteriosa. Martín no llegó nunca a descifrar la historia y el carácter de Alejandra, Martín asiente y comprende la claridad de Bruno; ensayo, pensamiento, claridad, Bruno por un lado; novela, inconciencia, oscuridad, acción, Alejandra y su familia por otro; Sobre héroes denuncia, en su estructura misma, una de las características del pensamiento de Sábato: la creación de “realidades” antitéticas, absolutas y cerradas en sí mismas, sin posibilidad de síntesis ni de comunicación. Mecanismo esencialmente antidialéctico: ensayo-novela, Bruno-demás personajes, personajes mismos cerrados unos frente a los otros. Heterodoxia ilustra, página tras página, ese pensamiento estático, antagonístico, sustancialista; allí se enfrentan Hombre-Mujer, Verdad (ciencia)-Mentira (vida), Alma-espíritu, novela (lo nocturno)-ensayo (lo diurno). No hay lucha, superación, dinamismo, hay oposición muda y eterna.

Bruno es el único testimonio auténtico de Sobre héroes y tumbas. No porque lo que dice remita a la realidad concreta, no por el contenido de sus discursos: es por su situación, por su rol de “pensador” en una sociedad donde otros realizan las tareas materiales para que él ejercite su reflexión, por su quietismo y por su fracaso. Pero Bruno dice lo que Sábato piensa.

Lo que vendrá

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