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TEORÍA DEL “SER NACIONAL”: LA TOTALIDAD ABSTRACTA

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“Lo nacional. ¡Dios mío! ¿Qué era lo nacional?” se pregunta Bruno. Lo nacional es caótico y confuso, contradictorio, endemoniado, como Sábato quiso que fueran los sentimientos de sus personajes, sus mujeres, la novela misma; lo nacional son los caudillos, Rosas, Perón, la pampa, el gaucho, los inmigrantes y sus hijos; Buenos Aires es una Babilonia.1

Bruno no define “lo nacional”, lo adjetiva patéticamente siguiendo a Martínez Estrada; Sábato no puede definirlo porque se encuentra ante la historia y la contradicción viviente que no puede apresar su pensamiento. Sábato quiere dar con una totalidad abstracta (“lo nacional”) que, estática y rigiendo el curso de la historia, englobe y sintetice los elementos contradictorios: solo se encuentra ante el caos, ya que es imposible estructurar la realidad con un pensamiento antidialéctico. “La objetividad no está en el objeto, está en el método de objetivación”, dijo Bachelard; Sábato aborda la realidad humana y social con la intuición, ubicándose desde su pregunta misma hasta la azorada respuesta, la perplejidad ante el caos, en la línea de los ensayistas que desde 1930 pretenden explicar “lo nacional”, esa esencia inmutable y eterna: no tenemos historia, somos naturaleza, estamos desterrados de Europa, hay un pecado original, una Argentina invisible, un hondo desarraigo. Unitarios y federales, gauchos e inmigrantes, caos, mezcla, confusión, opacidad, demonios desgarrados. Sábato no puede acceder a un concepto de la historia y directamente la niega:

Y además esta patria parecía tan inhóspita, tan áspera y sin amparo. Porque (como también decía Bruno, pero ahora él no lo recordaba sino que más bien lo sentía físicamente, como si estuviera a la intemperie en medio de un furioso temporal) nuestra desgracia era que no habíamos terminado de levantar una nación cuando el mundo que le había dado origen comenzó a crujir y luego a derrumbarse, de manera que acá no teníamos ni siquiera ese simulacro de la eternidad que en Europa son las piedras milenarias o en Méjico, o en Cuzco. Pero acá (decía) no somos ni Europa ni América, sino una región fracturada, un inestable, trágico, turbio lugar de fractura y desgarramiento. De modo que aquí todo resultaba más transitorio y frágil, no había nada sólido a qué aferrarse, el hombre parecía más mortal y su condición más efímera.2

Ni Europa ni América, otra vez el caos trágico pesa sobre nuestra condición y nos maldice. Si no podemos conocer nuestra realidad, si ni siquiera tenemos historia sino que, por ese mismo desgarramiento, estamos condenados, no podemos cambiar nuestro destino, solo nos cabe el quietismo y la resignación. Ese caos nacional, esas contradicciones insalvables, esa especie de naturaleza indómita que determina nuestro desamparo y precariedad, Sábato los toma directamente de Keyserling, de Martínez Estrada, de un pensamiento que vacía la realidad y congela un esqueleto desprovisto de significación; de un pensamiento mitificador, típico de las ideologías que están por el statu quo, a las que no favorece el cambio de estructuras.

“El argentino está descontento con todo y consigo mismo, es rencoroso, está lleno de resentimientos, es dramático y violento”. El Argentino Sábato impugna los mitos del “Inglés con mayúscula” (Bruno, p. 379), a la “Honradez de los Vascos, Flema Británica, Espíritu de Medida de los Franceses” (Fernando, p. 257), y sin embargo habla del Rencor, del Resentimiento del Argentino. ¿Todos los argentinos, en todos los tiempos y en todas las clases sociales? Esa seudo psicología social, que emplea datos de la psicología individual y los eleva a categorías absolutas, sin justificaciones ni asideros, ese intuicionismo que desconoce épocas, clases sociales, condicionamientos, situaciones, esa reducción de millones de individuos a un denominador común que registra estados de ánimo, cualidades negativas, esa constante apelación a la tristeza y al fracaso, a la nostalgia y a la soledad del argentino, ¿no es acaso el clima del 30? Arlt, Scalabrini Ortiz, Mallea, las letras de tango, “los comprometidos del 30”, la denuncia de una realidad asfixiante, la “rebelión inútil” de Martínez Estrada, la crítica negativista, puramente anárquica. Ernesto Sábato escribe Sobre héroes y tumbas en 1961, la ubica en 1955, piensa en 1930: en el “ser nacional”, en el caos, en el resentimiento de “el argentino”, en los lugares comunes, en su inspiración literaria.

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