Читать книгу BCN Vampire - Juan C. Rojas - Страница 13

Оглавление

CAPÍTULO VI



La música y las luces distraían mi atención. La discoteca estaba llena a reventar y la gente se empujaba para poder pasar. Yo estaba sentado en la barra apurando un chupito de whisky, dejándome llevar por mis fantasías. Era increíble lo que podía llegar a beber sin emborracharme, aunque al final acabara así.

―Ponme otro chupito, encanto.

La camarera me miró pícaramente, y cuando me lo sirvió me guiñó un ojo y lanzó un beso al aire en mi dirección. Yo alcé el vasito a modo de brindis y cuando fui a beberlo un empujón lo derramó por encima de la barra. Giré la cara con calma y vi ante mí a un tipo de metro ochenta y cinco con músculos hasta en las pestañas. Lo miré fríamente.

―¿Por qué has hecho eso?

Fue muy descortés.

―¿Te crees que puedes ir flirteando con las mujeres de otros, payaso?

Mi cinismo salió a relucir.

―A ver si lo entiendo. ¿Ligar con la mujer de otro, payaso? ¿O hacerlo con la mujer de otro payaso… como tú?

Sus ojos parecieron que se le iban a salir de las órbitas. Me cogió del abrigo de piel y me levantó casi en vilo, ya que mis pies tocaban de puntillas el suelo. Alcé los brazos y me deslicé fuera de este y se quedó solo con la prenda en las manos mientras sintió un golpe en la cara que casi lo deja sin sentido. Se quedó sentado en el suelo, aturdido, no creyéndose que yo le hubiera tumbado de un golpe con la mano abierta que le cogió hasta el oído, dejándole un desagradable pitido en este. De pronto aparecieron más musculitos que lo levantaron para después encararse conmigo, pero unos tipos con caras pálidas y vestidos de negro los pararon, poniéndose entre ellos y yo, y estos alzaron las manos mostrando las palmas en señal de rendición, dando a entender que no querían problemas. Yo miré asqueado la escena, pagué a la camarera, que me dijo que la esperara más tarde, y salí de allí desentendiéndome de todo aquello que no me hacía ni pizca de gracia.

Cuando salí de aquel lugar y llevaba unas manzanas recorridas, tuve la sensación de que alguien me seguía, pero cada vez que volvía la cabeza no veía a nadie… hasta que apareció ante mí. Era unos cinco centímetros más alto que yo y vestía al estilo de la película Underworld, una camisa de seda de color azul marino, con unas chorreras adornando la parte del pectoral, cubierta por un abrigo muy parecido al mío, haciendo juego con unos pantalones de terciopelo de color azabache. Una larga y espesa cabellera de color negro con un tono azulado dio a entender que se teñía el pelo. Poseía unos rasgos perfectos, pero sus ojos parecían no haberse cerrado durante días; aun así había decisión en su mirada.

―¿Qué quieres?

Mi pregunta fue obvia, pero directa. Él intensificó su mirada y un halo de reconocimiento me envolvió, pero no supe por qué. Su voz sonó cavernosa.

―Quiero que sepas que cuando tengas un problema acudas a mí, Radu.

Al decir aquel nombre su voz sonó como familiar, pero no podía ser. Mi mente en esos momentos fue un hervidero de contradicciones, las imágenes de un hombre ya viejo en una biblioteca, y la aparición de este personaje que se me antojó él mismo, pero más joven. Fui a preguntar quién era, pero el whisky comenzó a hacerme mella; cerré los ojos haciendo un leve movimiento de cabeza y cuando los abrí ya no estaba allí. Un murmullo sonaba en mi cabeza, dictándome lo que debía hacer.

Recorrí las calles como impulsado por un resorte. Muchos, que tropezaban conmigo, se quedaban alucinados de ver tanta agilidad y energía a esas horas de la noche. Pasé al lado de muchachas que me hacían hervir la sangre con sus miradas lascivas, dulces tentaciones que revolvían lo más hondo de mi ser; mi lado salvaje. Me paré ante una diosa pelirroja que emanaba fuego en la mirada. Estuve hipnotizado ante ella hasta que ocurrió al revés, se me acercó como una autómata y me ofreció sus dulces labios. Un latigazo recorrió mi cuerpo y fui a abrazarla, pero el murmullo volvió a mi cabeza haciéndome retroceder ante su mirada suplicante de más besos. Me alejé de ella, dejándola atrás, quieta como una estatua, mientras observaba como me alejaba.

Aparecí en una casa desconocida y me encontré ante un artilugio con teclas y un papel en blanco. No sabía qué hacía yo en aquel lugar, pero comencé a golpear las mismas con fruición y noté como mi mente se iba desahogando entre frases e historias.

Supongo que acabé dormido y no noté la aguja que me clavaron en el brazo, deslizándome por ella un líquido que penetró en mi sangre dejándome totalmente indefenso. Luego los dos hombres vestidos con trajes negros me levantaron bajo la atenta mirada de un tercero al que le faltaba el lóbulo de la oreja izquierda y me subieron a un automóvil marca Mercedes con los cristales tintados.

Y así desaparecimos con las primeras luces del alba.

BCN Vampire

Подняться наверх