Читать книгу Los habitantes del colegio - Juan Diego Taborda - Страница 8

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Vidas de tiza

Gabriela no tenía muchos amigos, ni en el colegio ni en la calle. Solo permitía la compañía de una perrita criolla que la había seguido hasta su casa un día que se había escapado del colegio. Su habitación era de color gris, tan pequeña que cabían, a duras penas, la cama y una mesa de noche donde reposaban un reloj, un vaso con una flor seca, una lámpara que proyectaba una luz roja, un libro y el computador que había estado malo junto a la puerta los últimos tres años. Gabriela era hermosa: tenía un cuerpo tallado en la cintura, las piernas largas y delineadas; un cabello abundante, con crespos finos y negros; los ojos gris claro y una tez rosada que resaltaba en su ánimo reposado, pero era conocida porque sacaba las tizas, sin permiso, del escritorio del profesor; bajaba a toda prisa desde el tercer piso y comenzaba a dibujar en medio del patio del colegio. Sus compañeros, en horas de descanso, o no, miraban desde lo alto del edificio, tal vez, como en un espejo, su propia historia. Algunos se admiraban de los dibujos, otros los temían porque sentían que reflejaban un silencio que no podían explicar, los demás evitaban mirarlos porque les recordaba su misma soledad.

Luego de muchos meses, cuando solo necesitó tizas blancas para expresar lo que tenía dentro, corrió como si la soledad la empujara a hacerlo. Tomó las tizas blancas y bajó por la escalera, pasó por las aulas de 6-4, 6-5 y el baño en el primer piso. Llegó al patio. Primero trazó las líneas de la sala de la casa; la perrita en el piso sobre el tapete, a los pies del papá, quien veía la televisión. Delineó el corredor, el baño y la cocina, y, en ella, la mamá ocupada en sus quehaceres. Llegó a la habitación. Pintó su cama vacía, el reloj, la pared, el computador, la flor en el vaso y su único libro, los zapatos y sus dos vestidos nuevos. Parecía que todo estaba, pero sintió que algo faltaba. Subió al tercer piso, como no lo había hecho antes, para mirar su obra. Cierto, algo faltaba, tal vez un poco de color... Ella, faltaba ella. Decidió tirarse. Quedó en medio de la cama, ahora tendida con un líquido manto rojo.

Los habitantes del colegio

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