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Rapsodia Pandémica


Con la pandemia a cuestas y como dice el dicho «No hay mal que por bien no venga», busqué qué hacer —como muchos más— y me encontré con el taller literario de Raúl Tola Pedraglio.

¡Aquí la gente es brava! ¡Cuentan cada cuento! Mienten a sus anchas y dicen cosas sin decirlas, esperando que tú puedas intuirlas.

A pesar de que estamos dispersos por los cuatro puntos cardinales, gracias al Zoom nos hemos hecho amigos joviales, nuestras reuniones parecen carnavales. Miércoles y sábados son de jolgorio. Escribir y leer son nuestra pasión, regocijo, fiesta y diversión. ¡Qué misión más sublime abrazamos al querer ser creadores de un mundo mejor!

Los temas fueron hechos con valor y gallardía, ni una pizca de cobardía se asoma entre sus líneas. Por eso, de mil amores, aquí la relación de los autores.

Oscar nos habla de Abrazos Infinitos, como contó este joven que estudia en Alemania, que lo escribió rapidito. Amores con yaya, de película o fotografía, tenemos con Nelly en Amores de otra Laya. En Nube Gris, Javier nos cuenta la historia del tío Benigno, que, a pesar de estar loco, es el ser humano más digno. Miguel en Ceremonias nos cuenta de un quinceañero y de un padre reflexivo por todo lo vivido. El relato de un suicidio de conmoción en Angamos, la estación, de José Miguel. Una niña se convierte en mujer, a pesar de carecer y de crecer en un callejón de un solo caño, como los de antaño, nos relata Livia en Maynas. Y, de todas vainas, hay un milagrito del Patrón San Mateo bendito escrito por Adolfo. En relación al O2, Emma hilvanó finito para encontrar solución a un problema inaudito. De costureras que hacen el sacrificio y pensando pasar el oficio, desarrollaron en su hijo el amor al arte, así es el relato, por otra parte, sobre Yves Saint Laurent escrito por Julio César. Amanda nos traslada desde los Andes hasta París en una aventura musical guiada por los Apus, mientras sólo una tarjeta sale del país.

Enigmática y misteriosa es La Dama del Árbol de Elmer. Gerardo y su Mujer de la Hamaca, una calata olvidada en un rincón, después que por ella se peleara todo el salón. De una joven escritora, Pierina la autora, hace una premonición en Instinto. Roxana nos narra la historia de Erito, una criatura inmigrante con un corazón tan grande como sus faltas en la escritura. Mientras en un bar, Helena, descrita por Dennis es reemplazada, no por las puras, por Beatriz.

¿Cuál fue la sorpresa de no encontrar su raza de origen? Claudia relata que descubrió que no era blanca ni aborigen. Espejos volteados, de Paco, habla sobre una casa de aguas mansas y secretos terribles. Por allí viene la pregunta ineludible de Stefania, escrita por Martha, que me hizo meditar. Más aún la bronca que se va a armar por El Nombre de Juan Francisco, cuando la familia se entere cómo la niña se irá a llamar. Hugo, en el Ciruelo del Viejo, entendió que el agüelo, a pesar de estar añejo, no dejó de procrear. Así como Siempre Serás Mía, la historia de un amor apasionado tan grande como la amazonía, relatada por Julio; en Gárgolas, Johnny cuenta de robos e intrigas en la ciudad, mientras Magnolia en Piñata nos cuenta que no todas vienen premiadas; y Carmen nos habla de amor de solo 48 horas por semana en Un piso en San Hilarión, mientras una bomba llamada fat boy estalla y produce tremenda conmoción en el Pachinko de Sandro. Son apenas algunas de las historias que conforman esta humilde lista de aventuras que comenzó con dulzura a tomar forma y color.

Y sí que Raúl es un crack por habernos convertido en mejores lectores, cosa fundamental en este vendaval que es el oficio de ser creadores de ilusión, artífice de la emoción que nos hace sentir como espuma en la cresta de una ola, cada vez que el señor Tola nos vuelve a decir «A ver, taller, esta semana ¿sobre qué vamos a escribir?»


Adolfo Barrera

Pleasanton, abril de 2021

Borrones y cuentos nuevos

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