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—¿No tenía que estar allí?

—Esa es mi teoría.

—¿La comparte alguien más?

—Algunos.

—¿Quién es?

—Ahí está el misterio.

Me recliné en el asiento, dispuesta a escuchar.

—Tras la toma de Masada, las tropas de Silva arrojaron los cadáveres por el precipicio o hicieron una gran pira en la cumbre. El equipo de Yadin efectuó algunas catas, pero no encontraron indicios de enterramiento masivo. Un momento.

Jake sacó dos objetos de una estropeada cartera de cuero y los puso en la mesa. Uno de ellos era un mapa.

Arrimé mi silla y los dos nos inclinamos sobre él.

—Masada tiene la forma de un avión Stealth, con un ala hacia el norte, la otra hacia el sur y la cabina de pilotaje hacia el oeste.

Mi mente configuró una ameba, pero no dije nada.

Jake señaló el extremo más alto de la cumbre, junto a la punta del ala sur de su avión.

—Aquí hay un conjunto de cuevas, unos metros por debajo de la muralla perimetral.

Jake sacó el segundo objeto de debajo del mapa. Era una vieja fotografía en blanco y negro: huesos y tierra con pisadas de botas. Un déjà vu de la de Kessler. No exactamente.

En esta aparecían huesos de varios individuos, esparcidos y revueltos. Además, la foto tenía una flecha oficial señalando el norte con una escala de tamaño, y en la esquina superior derecha se veían el brazo y la rodilla de un excavador limpiando con un pincel algo en la tierra.

—El equipo de Yadin encontró restos de esqueletos en una de las cuevas del extremo sur —aventuré sin apartar la vista de la foto—, y esta foto la hicieron durante la excavación.

—Sí —dijo Jake, señalando un punto del plano de Masada—. El emplazamiento fue designado como cueva 2001. Yadin lo menciona en su informe preliminar sobre las excavaciones en Masada e incluye una breve descripción de Yoram Tsafrir, el encargado de supervisar la excavación de ese lugar concreto.

—¿Cifra mínima de individuos en la cueva? —pregunté, contando cinco calaveras al menos.

—Depende de cómo interpretes lo que dice Yadin.

Levanté la vista, sorprendida.

—El número mínimo no es difícil de determinar. ¿Examinó los huesos un antropólogo físico?

—El doctor Nicu Haas de la Universidad Hebrea. Según los cálculos de Haas, en el informe de la primera temporada, Yadin señaló un total de veinticinco individuos: catorce varones, seis mujeres, cuatro niños y un feto. Pero si lees con cuidado el informe, apreciarás que a un varón muy mayor lo considera al margen de los otros varones.

—Lo que da un total de veintiséis.

—Exacto. En su libro de divulgación...

—¿El que publicó en 1963?

—Sí, Masada: Herod’s Fortress and the Zealot’s Last Stand. En él, Yadin hace prácticamente lo mismo, y dice que Haas encontró catorce varones de edades comprendidas entre los veintidós y los sesenta años, un varón de más de setenta, seis mujeres, cuatro niños y un feto.

—Entonces, ¿existen dudas acerca de si el recuento es de veinticinco o veintiséis?

—Muy sagaz.

—Arrolladora. Pero podría ser un error humano.

—Podría ser —comentó Jake en un tono que daba a entender lo contrario.

—¿Edad de las mujeres y de los niños?

—Los niños tenían entre ocho y doce años. Las mujeres eran jóvenes, entre quince y veintidós años.

—¿Crees que este es el septuagenario? —pregunté de repente, señalando la foto de Kessler.

—Llegaré a ello en un minuto. De momento, centrémonos en la cueva. En los dos informes, ni Tsafrir ni Yadin indican cuándo fue descubierta ni explorada la cueva 2001.

Aventuré:

—Será un simple descuido...

Jake me cortó en seco.

—Jamás anunciaron el descubrimiento a la prensa.

—Quizá fuese por respeto a los muertos.

—Yadin convocó una rueda de prensa cuando encontraron los tres esqueletos del palacio —replicó Jake, moviendo las manos con los dedos extendidos, como E. T.—. Gran noticia. Hemos encontrado restos de los judíos defensores de Masada. Era a finales de noviembre de 1963. La cueva 2001 fue descubierta y vaciada en octubre del mismo año, un mes antes de la conferencia de prensa. —Señaló acusadoramente la foto con el índice—. Yadin conocía el descubrimiento de los huesos de la cueva y no lo mencionó.

—Si las fechas no se hicieron públicas, ¿cómo sabes que la cueva fue descubierta y excavada?

—He hablado con un voluntario que trabajó en la excavación. Es persona de fiar y no hay motivos para que mienta. Y, créeme, me he documentado bien en los periódicos. No solo está esa conferencia de prensa, sino que durante las dos temporadas de excavaciones los medios de comunicación informaron con asiduidad sobre los descubrimientos de Masada. El Jerusalem Post conserva archivos de los artículos y he empleado muchas horas a estudiar los archivos dedicados a Masada. En ellos se mencionan los mosaicos, los pergaminos, la sinagoga y los mikvehs, los tres esqueletos del palacio norte. Pero no hay ni una palabra sobre los restos de la cueva 2001. —Estaba embalado—. Y no solo el Post. En octubre del 64, el Illustrated London News publicó un amplio reportaje con fotografías sobre Masada, donde se habla de los esqueletos del palacio, sin ningún respeto hacia los muertos, pero no se dice nada sobre los restos de la cueva.

Charlie eligió ese preciso momento para emitir su canto tirolés.

—¿Qué demonios es eso?

—Mi cacatúa. Suele hacer eso si le das cerveza.

—No me digas —comentó Jake, perplejo.

—Claro que sí. —Me levanté y recogí las tazas—. Charlie se pone muy sensiblero cuando bebe. ¿Otro té?

Jake sonrió y me tendió su taza.

—Sí, por favor.

Cuando regresé al comedor, Jake se rascaba una arruga del cuello. Me recordó a una oca.

—Vamos a ver —dije—, Yadin habló largo y tendido sobre los esqueletos del palacio, ¿y no dijo nunca nada en público sobre los huesos de la cueva?

—La única mención que he encontrado sobre la cueva 2001 es la que hizo en la conferencia de prensa que convocó Yadin después de la segunda campaña de excavaciones. Según el Jerusalem Post del 28 de marzo de 1965, dijo que lamentaba que solo se hubieran encontrado veintiocho esqueletos en Masada.

—Veinticinco de la cueva y los tres del palacio.

—Si es que eran veinticinco.

Reflexioné un instante.

—¿Quiénes eran los individuos de ese enterramiento de la cueva, según Yadin?

—Judíos zelotes.

—¿Basado en qué?

—En dos elementos. Los útiles encontrados y la similitud de los cráneos respecto al de uno encontrado en las cuevas de Bar Kochba, en Nahal Hever. En su momento se pensó que ese tipo de enterramientos correspondían a judíos muertos durante la segunda insurrección contra Roma.

—¿Y era así?

—Resultó que eran del calcolítico.

Repaso mental. Calcolítico: útiles de piedra y cobre. Cuarto milenio antes de la era actual, posterior al Neolítico y antes de la Edad de Bronce. Muy anterior a Masada.

—Los antropólogos físicos no dieron mucho crédito a la clasificación del cráneo —dije.

—Claro. Pero esa fue la conclusión de Haas, y Yadin la aceptó.

Se produjo un largo y reflexivo silencio. Lo rompí.

—¿Dónde están ahora los huesos?

—Se supone que todos esos esqueletos han vuelto a enterrarse en Masada.

—¿Se supone?

La taza de Jake cayó con un golpe seco sobre la mesa.

—Permíteme que te anticipe algo brevemente. En su libro de divulgación, Yadin menciona de pasada los restos humanos recogidos en la cueva 2001. Shlomo Lorinez, un miembro ultraortodoxo del Knéset, lo leyó y se subió por las paredes. No conocía el informe de prensa del 65 en el que se mencionaban los esqueletos y montó una protesta en el Knéset, acusando a los cínicos arqueólogos y a los investigadores médicos de violar la ley judía. Exigió saber dónde estaban los restos y un digno sepelio para los defensores de Masada.

»Hubo una gran controversia pública. El ministro de Asuntos Religiosos y los principales rabinos propusieron que los restos de Masada yacieran en un cementerio del monte de los Olivos. Yadin se opuso y opinó que debían enterrarse los tres esqueletos en Masada y los restos de la cueva 2001 en el mismo lugar del hallazgo. Yadin ganó, y en julio del 69 todos los restos volvieron a ser enterrados en el extremo superior de la rampa romana.

Me resultaba todo muy confuso. ¿Por qué se opuso Yadin al enterramiento de los huesos de la cueva en el monte de los Olivos? ¿A qué venía la propuesta de volver a enterrar los esqueletos del palacio en Masada y reubicar los otros en la cueva? ¿Era por dejar a estos fuera de suelo sagrado? ¿O le molestaba la idea de que los del palacio y los de la cueva compartiesen una misma tumba?

Charlie rompió mis reflexiones con unas notas de Hey, Big Spender.

—¿Se descubrió algo más con los huesos de la cueva?

—Muchos utensilios caseros. Cazuelas, candiles, cestería.

—Lo cual indica que las cuevas estuvieron habitadas.

Jake asintió con la cabeza.

—¿Por quiénes?

—Corrían tiempos de guerra y Jerusalén era un horno. Debieron de llegar muchos refugiados, y algunos de ellos vivirían al margen de la comunidad de zelotes.

¡Ajá!

—Entonces, ¿los de la cueva no eran judíos?

Jake asintió con gesto solemne.

—Y esa noticia no le interesaba a Israel.

—En absoluto. Masada es un símbolo sagrado. El último baluarte de los judíos, que se suicidaron antes que rendirse. El lugar era una alegoría del nuevo estado. Hasta hace poco el ejército israelí celebraba ceremonias con tropas especiales en la cumbre de Masada.

—¡Oh!

—Según Tsafrir, los huesos de la cueva estaban revueltos, con harapos, como si los cadáveres hubieran sido amontonados —dijo Jake—. No es lo habitual en un enterramiento judío.

Birdie eligió ese momento para saltar a mi regazo.

Hice las presentaciones. Jake le acarició una oreja y continuó con la historia.

—La Exploration Society de Israel ha publicado hasta ahora cinco volúmenes sobre las excavaciones de Masada, pero aparte de eso y un mapa con la indicación de la cueva 2001 no se menciona para nada que se hayan encontrado en aquel lugar ni restos humanos ni objetos. —Se reclinó en la silla y cogió la taza. Volvió a dejarla—. Espera. No. Hay un anexo al final del cuarto volumen con un informe dedicado al análisis de carbono 14 realizado sobre los restos textiles de la cueva cuatro años después. Pero nada más.

Dejé a Birdie en el suelo y saqué la foto de Kessler de debajo del plano de Masada.

—Bien, ¿qué pinta este esqueleto en todo eso?

—Eso es lo curioso. En la cueva 2001 había un esqueleto intacto y separado de los huesos revueltos. El individuo está en decúbito supino, con las manos cruzadas y la cabeza de lado —dijo Jake, atravesándome con la mirada—. Un esqueleto que no aparece mencionado en ningún informe.

—Supongo que te enterarías de ello a través del mismo voluntario que trabajó en la cueva en los años sesenta.

Jake asintió con la cabeza.

—Y ahora vas a decirme cómo el esqueleto fue vuelto a enterrar con los otros —aventuré.

—Eso es. —Jake apuró la taza—. La prensa, en las noticias sobre el reenterramiento, menciona a veintisiete individuos: tres del palacio del extremo norte y veinticuatro de la cueva.

—Ni veinticinco ni veintiséis. Tal vez no contaron el feto.

—Estoy seguro de que excluyeron al feto y al esqueleto completo.

—Vamos a ver. Lo que dices es que un excavador voluntario, un testigo presencial, te contó que él y Tsafrir encontraron un esqueleto completo en la cueva 2001, y que ese esqueleto no fue mencionado en la conferencia de prensa ni en el informe de Yadin ni en el libro de divulgación.

Jake asintió con la cabeza.

—¿Y tú crees que ese esqueleto no fue vuelto a enterrar como el resto de los huesos y los esqueletos del palacio?

Jake volvió a asentir con la cabeza.

Di unos golpecitos sobre la foto de Kessler.

—¿Recordaba el voluntario que se hubiera hecho esta foto?

—La hizo él mismo.

—¿Quién tuvo el esqueleto durante los cinco años que estuvo sin enterrar?

—Haas.

—¿Lo publicó?

—No. Y, curiosamente, Haas redactó informes exhaustivos con dibujos, tablas, medidas y reconstrucciones faciales inclusive. Su análisis de los enterramientos en Civ’at ha-Mivtar es increíblemente minucioso.

—¿Haas vive aún?

—No, sufrió una mala caída en 1975 y quedó en coma. Murió en el 87, sin recobrar el conocimiento. Y no dejó ningún informe.

—Así que Haas no podrá aclarar el recuento de esqueletos ni el misterio del esqueleto completo.

—Si no es mediante una sesión de espiritismo...

—No te pases.

Jake cambió de rumbo.

—Vamos a ver. Tú eres Yadin. Tienes en tu poder ese esqueleto raro. ¿Qué es lo primero que haces?

—¿En la actualidad?

—En los años sesenta.

—Yo estaba con dientes de leche.

—Colabora.

—Haría un test de carbono 14 para determinar la antigüedad.

—Me dijeron que esa clase de análisis no se hacía en Israel. Sitúalo en el contexto. En sus invectivas en el Knéset, Lorinez insistió en que los esqueletos de Masada habían sido enviados al extranjero.

—¿Lorinez era el ultraortodoxo que propugnaba volver a enterrar los restos?

—Sí. Y lo que dijo Lorinez tiene sentido. ¿Por qué no encargó Yadin una datación por carbono 14 de los huesos de la cueva?

—O sea, que tú crees que Lorinez tenía razón —dije.

—Sí. Pero, según Yadin, los huesos de Masada no salieron del país.

—¿Por qué no?

—En una entrevista en el Post leí que Yadin dijo que no era de su incumbencia poner en marcha ese análisis. Y, en el mismo artículo, un antropólogo atribuye esta decisión al elevado coste de la prueba.

—El análisis de carbono 14 no es tan caro. Hasta principios de los años ochenta costaba unos ciento cincuenta dólares. Es sorprendente que Yadin no lo encargase, dada la importancia de la excavación.

—No tan sorprendente como el hecho de que no redactara un informe sobre los huesos de la cueva —añadió Jake.

Me tomé un instante de reflexión y al cabo dije:

—¿Sospechas que los inquilinos de la cueva no formaban parte del núcleo de zelotes?

—Exacto.

Cogí la foto de Kessler.

—Y este es el esqueleto completo que no figura en los informes.

—Exacto.

—¿Y por qué?

—Esa es la pregunta del millón de dólares.

Cogí la foto.

—¿Dónde está actualmente?

—Esa, doctora Brennan, es la otra pregunta del millón.

Tras la huella de Cristo

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