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LOS GENES Y LAS ENFERMEDADES DEL COMPORTAMIENTO
ОглавлениеSupongamos que, en el futuro, todas las orcas que existen en el mundo están en cautividad, por lo que son las únicas que podemos observar, analizar e investigar. Con el tiempo, la alta frecuencia de aletas flácidas empezaría a parecernos lo normal. En ausencia de orcas salvajes con las que poder compararlas, lo más probable es que pusiésemos la atención en alguna configuración química o genética concreta que hiciese que el síndrome tuviese más probabilidades de aparecer. Acabaríamos por asumir que las orcas macho, que tienen aletas dorsales más largas, y aquellas que presentasen el gen para el colágeno de «tipo x» estarían en riesgo de padecer el síndrome simplemente por el hecho de presentar estos «factores de riesgo».
Si todas las orcas nadasen en tanques, la forma en la que nadan no sería un factor obvio para el desarrollo del síndrome: «Así es como nadan las orcas, ¿no? –nos diríamos–. Todas las orcas que hemos estudiado nadan exactamente así. No es que no hagan ejercicio. ¿Acaso no usan todas los mismos músculos al nadar? ¿Acaso no nos aseguramos de que naden y se ejerciten entre una y tres horas cada día? Ese factor está cubierto, así que debe de existir alguna otra razón».
Pero, por supuesto, la forma de nadar no es siempre igual: incluso cuando los grupos musculares que se ponen en funcionamiento son los mismos, las fuerzas que se aplican sobre la orca a lo largo de su vida pueden variar enormemente en función de los cambios que se produzcan en la velocidad, en las posiciones habituales con respecto a la gravedad, etc. El resultado físico que experimenta la orca depende de las cargas. Cuando consideramos el movimiento como una serie de cargas, no resulta complicado entender por qué nadar lentamente en círculos en la superficie del agua durante un par de horas al día no es lo mismo que nadar en línea recta, a grandes profundidades y con acelerones ocasionales –es decir, la forma natural de nadar para buscar alimento y para aparearse de las poblaciones salvajes–.
Ahora sustituye el término aleta flácida por rodillas atrofiadas, arcos del pie colapsados, caderas desgastadas, músculos de la parte trasera del muslo sobrecargados, suelo pélvico con pérdidas de orina, tobillos doloridos –lo que tú quieras– y considera tus perfiles de carga habituales. Caminar sobre una cinta de correr durante una hora al día da lugar a un perfil de carga totalmente diferente al que se origina al caminar durante una hora sobre terreno firme. Si a lo largo de esa hora llevamos zapatos, el perfil de carga creado va a ser distinto que si no los llevamos. Pasarse sentado las ocho horas anteriores y posteriores a esa hora de caminata produce un resultado diferente que si dividimos esa hora en cortos periodos y los distribuimos a lo largo de todo el día.
Las cargas que recibimos en el mundo actual difieren enormemente de las que experimentaron nuestros antepasados hace cien, mil o diez mil años, y, sin embargo, aceptamos alegremente que nuestros problemas actuales de salud –que tantos padecemos y compartimos– son genéticos. Genético, un término en cuyo significado ya hemos incluido la noción de que es algo que está fuera de nuestro control. Ya sea por conveniencia, por comodidad o por ignorancia, no hemos tenido en cuenta el hábitat en el que residen nuestros genes ni el impacto que tiene el modo en el que nos movemos en nuestro estado de salud.
* Un cuerpo está sometido a un esfuerzo de cizalladura (también llamado de cizallamiento, de corte o esfuerzo cortante) cuando se le aplican dos fuerzas de sentido opuesto. Dichas fuerzas actúan de forma que una parte de la estructura tiende a deslizarse sobre la otra.