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ENFERMEDADES PROPIAS DEL CAUTIVERIO
Оглавление¿Alguna vez has estado en un acuario o en un parque temático de vida marina que tuviese una orca (también conocida como «ballena asesina»)? O quizá hayas visto la película Liberad a Willy. En ambos casos, es posible que te hayas fijado en la aleta dorsal caída que presentan los machos de esta especie cuando se los mantiene en cautividad.
Los biólogos marinos y los veterinarios especializados en mamíferos marinos han tratado de investigar más en profundidad este fenómeno para descubrir las causas que dan lugar al llamado síndrome de la aleta flácida –aunque la bióloga marina Wende Alexandra Evans señala el hecho de que, en realidad, la aleta está rígida, por lo que síndrome de la aleta doblada sería una denominación más precisa–, cuestionándose, específicamente, qué es lo que tiene la cautividad que hace que se incrementen las probabilidades de que se presente. Estos investigadores han creado una lista de comportamientos que son exclusivos del cautiverio:
Las orcas privadas de libertad nadan únicamente en círculo en sentido contrario a las agujas del reloj.
Las orcas que son mantenidas en tanques poco profundos no tienen oportunidad de moverse y de desplazarse en medios con una mayor presión estática de la columna de fluido, propia de las profundidades oceánicas.
La dieta de una orca en cautividad es diferente –su alimentación tiene un contenido en agua menor– que en el medio natural.
La cantidad de tiempo que una orca pasa en la superficie es mayor cuando está en cautividad.
Los científicos marinos han observado que las deformidades en las aletas también se dan en condiciones naturales, solo que en menor grado y con una frecuencia mucho más reducida. En ocasiones se aprecia alguna aleta dorsal ligeramente combada o arqueada, pero no con tanta intensidad ni en la misma dirección que en la mayoría de los machos cautivos. Las orcas que, viviendo en libertad en el océano, presentaban esta curvatura, también parecían haber sufrido algún tipo de trauma asociado con la aleta dorsal (tal y como las visibles heridas y cicatrices que tenían ponían de manifiesto), y algunas de ellas mostraron una clara mejoría cuando se las examinó tiempo después. Por el contrario, no existen datos que demuestren mejoría alguna en orcas en cautividad.
También había algunas otras cuestiones que se debían tener en cuenta:
Durante los periodos de máximo crecimiento se produce en las orcas pubescentes un reblandecimiento natural (una mayor oscilación) en la aleta dorsal.
Las aletas dorsales de los machos son más largas que las de las hembras.
La aleta dorsal de una orca está formada por un tejido muy similar al de nuestros ligamentos. Constituida en su mayor parte de fibras de colágeno, la aleta dorsal no tiene huesos ni músculos para sostenerse, lo que la convierte en un tejido totalmente pasivo.
Al analizar todos estos datos en conjunto, los científicos propusieron la hipótesis de que la causa más probable del síndrome es el medio mecánico propio del cautiverio –en este caso, una combinación de la ausencia en la aleta de las cargas que se crean cuando las orcas pasan mucho tiempo nadando hacia delante en zonas profundas, cargas que presionan los tejidos pasivos de la aleta y hacen que esta mantenga su posición vertical, y la presencia de las cargas anormalmente altas creadas al no poder nadar más que en una sola dirección, todo ello unido a la mayor exposición de la aleta a los efectos de la gravedad al estar mucho más tiempo por encima de la superficie del agua–. De este modo, las orcas más susceptibles de padecer este síndrome serían aquellas con las aletas dorsales más altas, las que crecen en cautividad y las que tienen algún tipo de percusor genético que favorezca la falta de firmeza del colágeno.
Bien. Ahora, lo que quiero explicar con todo esto.
Podría parecer que la aleta dorsal, una estructura totalmente necesaria para nadar con estabilidad –algo absolutamente vital para una orca– debería estar dotada de algún tipo de mecanismo de estabilización (como el que le conferiría un músculo) para prevenir problemas como la caída de la aleta, pero si abordamos esta cuestión desde un punto de vista evolutivo, ¿por qué motivo iba a necesitar una orca que ha estado evolucionando durante eones nadando de una manera concreta en el océano un mecanismo de estabilización cuando el simple hecho de nadar en ese medio crea ya de por sí las fuerzas necesarias para que funcione de manera óptima? Un mecanismo de estabilización sería algo innecesario para ella, algo cuyo uso y mantenimiento tendría un coste energético. La orca está perfectamente equipada para nadar en su medio; lo único que supone un problema son las condiciones de cautividad que tiene que afrontar. Incluso en los casos de orcas con una aleta genéticamente «más débil», los factores genéticos tan solo resultan ser pobres en el medio específico del cautiverio.
En el caso de los seres humanos, estamos constantemente tratando de explicar las causas de las enfermedades en función de las características químicas o genéticas de los individuos que las padecen, ignorando por completo los perfiles de carga de los cuales depende el adecuado funcionamiento de nuestro organismo. Por descabellado que pueda parecer, nosotros, al igual que estas orcas con la aleta flácida, somos animales en cautividad, y nuestros tejidos no están preparados para las cargas que creamos con los movimientos propios de los hábitats modernos.