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MÁS DATOS SOBRE LAS CARGAS

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La duración y la velocidad de las cargas son factores importantes porque estas siempre se producen en un periodo de tiempo determinado. Cada carga tiene un principio, un desarrollo medio y un final, y puede presentar aspectos diferentes en función de en cuál de estas partes pongamos el énfasis.

Si colocas un globo en una silla y te sientas sobre él, llega un momento en el que la fuerza aplicada sobre el globo es igual al peso de tu cuerpo, pero la deformación que se va produciendo en el globo es gradual, porque tu peso no aparece de repente como por arte de magia sobre él –tus músculos van bajando la masa de tu cuerpo sobre la silla durante un determinado periodo de tiempo, aunque sea un instante–. El abultamiento lateral del globo es más evidente una vez que todo el peso de tu cuerpo está ejerciendo presión sobre él, pero al principio el globo experimenta tan solo una ligera deformación que luego se va haciendo cada vez mayor, hasta que al final está completamente «aplastado» por el peso de tu cuerpo. Si midiésemos la magnitud de la fuerza ejercida sobre el globo justo antes de que estalle, esta sería muy cercana a la correspondiente al peso de tu cuerpo, pero si medimos la carga que soporta el globo en cualquier punto antes de ese momento, la fuerza aplicada es menor.

Además, los tejidos que conforman nuestro organismo son de muchos tipos. Cada tipo de tejido reacciona de manera diferente a diferentes variables; un mismo conjunto de fuerzas creará una carga distinta dependiendo del tipo de tejido sobre el que se aplique. Así como no produce los mismos resultados presionar una piedra que presionar un globo con la misma intensidad, también los diferentes tejidos dan lugar a distintas deformaciones celulares.

Aunque los tejidos no responden de la misma manera, todos ellos están conectados, lo que significa que aunque nos parezca que una carga se está aplicando únicamente en una parte de nuestro cuerpo, en realidad afecta a todas las otras partes –y de forma única y particular a cada una de ellas–. Me gusta decir que cuando llevas una mochila no solo estás cargando una mochila a tu espalda, sino que, en realidad, es como si cargaras un trillón de mochilas –una en cada célula–, pero la forma en la que cada célula carga con ella depende de lo lejos que esté de la mochila real. ¿También esa célula que está ahí abajo, en el tobillo? Sí, esa también siente el efecto de la mochila, aunque no tanto como las células de los hombros.

Sin embargo, no se trata únicamente de «sentir el peso», pues los ángulos de las deformaciones creadas por una fuerza no siempre son como cabría esperar. Imagina que tiras de la parte baja de tu camiseta. O mejor aún, no lo imagines, agarra tu camiseta ahora mismo por el dobladillo inferior y estira de ella hacia abajo. Probablemente verás algunas arrugas verticales, otras con un ligero ángulo y también áreas en las que no hay ninguna arruga. Si prestas atención, es posible que puedas apreciar también cómo las zonas laterales de la camiseta se han desplazado hacia el centro. Es decir, la aplicación de una única fuerza hacia abajo crea deformaciones (léase: cargas) en direcciones completamente diferentes de aquellas en las que pensaríamos intuitivamente.

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