Читать книгу Mueve tu ADN - Katy Bowman - Страница 18
HAY UN GRAN NÚMERO DE VARIABLES
QUE AFECTAN A LAS CARGAS
ОглавлениеUna vez que hayas comprendido los perfiles de carga podrás comenzar a evaluar mejor los efectos que el ejercicio tiene sobre la salud. ¿El ejercicio produce las cargas que necesitamos para mantenernos sanos? ¿Son todos los ejercicios igualmente beneficiosos para todo el organismo? ¿Qué tipo de ejercicios son los que habría que añadir en un plan que incluya los movimientos más nutritivos?
Echemos un vistazo a las investigaciones que se han realizado sobre el ciclismo. Los ciclistas profesionales tienden a tener una densidad ósea menor que la de los corredores. ¿Por qué? Porque estar sentado en una bicicleta crea menos cargas verticales que soportar el peso del cuerpo con las piernas. No cabe duda de que un ciclista crea cargas empujando y tirando de los pedales, pero las cargas que se producen al correr o al caminar son muy diferentes de las que se generan al pedalear. Si lo que queremos es que los huesos tengan la densidad suficiente como para soportar nuestro peso vertical, lo que tendremos que hacer será, efectivamente, cargarlos con nuestro peso vertical. El ciclismo no crea unos huesos lo suficientemente fuertes como para sostener una carga vertical, aunque sí que son lo suficientemente fuertes como para soportar las cargas creadas durante el pedaleo.
Por supuesto, no todos los tipos de ciclismo tienen el mismo efecto sobre el cuerpo. El ciclismo de montaña, en el que las diversas partes del organismo están sujetas a baches y sacudidas y en el que se está mucho más tiempo de pie sobre la bicicleta, produce mejores resultados en lo que respecta a los huesos que el ciclismo de carretera. Incluso esos pequeños traqueteos y sacudidas suponen una diferencia notable para las células.
En el ámbito del deporte y el ejercicio, «montar en bici» se considera como una categoría en sí misma de mantenimiento físico. Pero acabamos de ver cómo el ciclismo de carretera y el de montaña pueden producir efectos diferentes (como por ejemplo la densidad ósea). Podemos descomponer cualquier tipo de ejercicio en las cargas que sufre el cuerpo durante su realización para averiguar de este modo si, aparte de las ventajas que pueda aportarnos nuestra actividad deportiva favorita, esta lleva también asociada algún tipo de adaptación que no contribuya a nuestros objetivos de salud a largo plazo.
Cuando queremos ponernos en forma, lo típico es que lo que nos preocupe sea si hemos ido a montar en bici o no –es decir, si hemos entrenado–, pero cuando se evalúa el movimiento o el ejercicio en función de las consecuencias que este produce a nivel celular, hay que ser más específico. ¿Cómo has montado en la bici? ¿Has ido rápido o lento? ¿Cuesta arriba o cuesta abajo? ¿Y qué has estado haciendo con la parte superior del cuerpo? ¿Ha estado apoyada sobre el manillar? ¿Y qué hay de tus partes nobles? ¿Han estado presionando contra el sillín o, por el contrario, has utilizado uno de esos sillines que tienen un agujero central (en cuyo caso la presión mayor se ejercería en las zonas aledañas a tus genitales y no directamente sobre ellos)? Independientemente de cuál sea la actividad que realicemos, cuando se trata de la salud las cargas que se crean resultan de suma importancia.
Cada fuerza particular crea unas condiciones únicas y concretas en las células en función de su intensidad, su ángulo y su velocidad de aplicación. Del mismo modo que hacemos con los nutrientes, siempre podemos descomponer un perfil de carga en partes más y más pequeñas. En las investigaciones llevadas a cabo para analizar las lesiones de los tejidos, las variables de aplicación de una fuerza que determinan su perfil de carga son, entre otras, la magnitud, la ubicación, la dirección, la duración, la frecuencia, la velocidad y la variabilidad.
Aquí tenemos una lista que muestra diferentes maneras en las que el proceso de aplicación de una carga afecta al resultado. Las tres primeras son aquellas variables que dependen del peso y de la geometría del cuerpo. El resto tiene que ver con el tiempo y el espacio de actuación de las cargas que creamos en la vida diaria.
Magnitud: la cantidad de fuerza aplicada. (Imagina la esponja llena de agua. ¿La has escurrido con todas tus fuerzas hasta no dejar ni una gota o tan solo la has apretado ligeramente?).
Ubicación: en qué zona de la estructura se aplica la fuerza. (¿Te limitaste a pellizcar una esquinita de la esponja o la agarraste completamente con toda la mano?).
Dirección: en qué sentido se aplica la fuerza. (¿La apretaste o tiraste hacia fuera de sus extremos? ¿La retorciste? ¿La apretaste de arriba abajo o apretaste uno de sus lados contra el otro?).
Duración: el intervalo de tiempo durante el cual se aplica la fuerza. (¿Cuánto tiempo estuviste escurriendo la esponja?).
Frecuencia: cuántas veces se aplica la fuerza. (¿En el día de hoy has escurrido la esponja seis veces o cincuenta y siete veces?).
Velocidad: la rapidez con la que se aplica la fuerza. (¿Tardaste treinta segundos en ir escurriendo lentamente la esponja o, por el contrario, intentaste escurrirla completamente en un segundo?).
Variabilidad: si la magnitud de la fuerza se mantuvo constante o sufrió modificaciones durante su intervalo de aplicación. (Si estuviste treinta segundos apretando lentamente la esponja, ¿la apretaste con fuerza uniforme todo el tiempo o hubo algunos segundos en los que relajaste un poco la tensión?).