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¿Por qué este libro? ¿Por qué ahora?

Digamos que es un proyecto hijo de dos certezas. La primera: hay que huir de la lógica necrológica de los tributos post mortem. Tenemos que homenajear a los nuestros cuando están acá. Y la segunda: el momento de hacerlo es cuando la reacción —llamalos gusanos, gorilas, escualos, fachas, fifis— los atacan.

Eran los últimos días de diciembre. Andaba dándole vueltas a esas ideas y haciendo la última corrección de mi novela —en la que hay una reescritura de varios personajes de Paco— cuando decidí que entonces este era, es, el momento justo para que festejar —más que homenajear— su vida y su trabajo. Su amor por el oficio de escribir, su pasión militante, su guevarismo cultural. El momento para juntar esa red —una parte de esa red— que viene tejiendo hace años por el mundo, la de los que tenemos la suerte de tenerlo como amigo, camarada, colega o maestro.

***

Al primero que le escribí con la idea fue a Bef. Misteriosas fuerzas me unen a mi alma gemela asimétrica y chilanga. Enseguida busqué complicidad en Marina, la hija de Paco, y me lancé a la convocatoria. A esa lista primitiva, Marina —y después Paco Haghenbeck— le agregaron algunos nombres. Más lo pensaba y más me entusiasmaba la idea: juntar un montón de autores de distintos lugares del mundo (finalmente fuimos una treintena, de siete países, con más de sesenta años entre una punta y otra del arco etario) con la consigna de escribir un texto con un personaje de Paco, o Paco mismo como personaje. Que se cruzaran la ciencia ficción y el policial, la crónica y la poesía, la ficción histórica y la de aventuras, el género negro con la semblanza. Ver qué teníamos para decir, decirnos, decirle.

Y, claro, había que mantener el secreto. Paco no podía enterarse hasta que fuera un hecho consumado porque las posibilidades de que nos mandara a la chingada —a mí, a todos los cómplices y al libro— eran altas. Altísimas, podríamos decir.

***

De a poco los textos fueron llegando.

El maestro Andreu Martín, que cuando lo convoqué me había contestado que no estaba seguro de poder hacerlo, fue el primero en mandar el suyo, apenas un par de semanas después. El último, apenas pasado de la fecha de cierre, Nahum Montt, inmerso en la locura de su nueva tarea en el FCE colombiano. A Elena Poniatowska le pedimos permiso para usar, levemente actualizado, un texto–semblanza de Paco que había sido prólogo de 68 y a Marc Cooper una crónica que escribió para el semanario The Nation.

El libro se llenó de excepciones. Aunque la idea era que cada uno eligiera su personaje, a Fritz Glockner le sugerí que usara —¿podemos decir que lo presioné?— uno de los personajes a los que Paco les dio nombre. Carlos Salem hizo un crossover con su propio detective. Lorenzo Lunar sorprendió con un poema. Pino Cacucci hizo una crónica que también incluye una entrevista. Algunos relatos, como el bellísimo texto de Rafa Marín, necesitaron menos del mínimo que nos habíamos propuesto para decir lo que querían decir. Otros, como el de Fermín Goñi, llegaron a doblar el límite. El Belar usó apenas una carilla.

Intenté invitar a participar a Cesare Battisti quien, durante su exilio en México, se hizo escritor después de leer a Paco, pero las autoridades de la cárcel italiana en la que cumple condena no le dejaron llegar la carta, que volvió a mi casa, abierta.

Varios colegas, tapados de trabajo, no pudieron, aunque lo intentaron, terminar el texto. La última en bajarse —batallando al mismo tiempo con la editorial, una bebé y algunos problemas de salud— fue Carmen Moreno. No fue la única. Pienso en Iris y Benito, Gabriela y Carlos. En Cristina, Karla, Leo y Claudia, entre otros. Era de esperar, claro, pero no por eso deja de dar bronca. Y cuando recibí el mensaje de Juan Manuel Fajardo contándome la tonelada de tareas que se habían interpuesto entre él y el Sandokan taibolero que se había propuesto escribir, me di cuenta de que era importante decirlo. Decir que este es el libro de todos. De los que pudimos estar y de los que no. Que nadie se equivoque. De todos.

***

Imanol me acompañó de cerca y me dio una mano con las primeras lecturas. Y para todo, todo el tiempo, conté con el apoyo y la ayuda de un tipo que me enorgullece llamar mi amigo: el imprescindible José Ramón Calvo.

Y para que este festejo, que no está hecho sólo de textos, pudiera ser un artefacto completo, eran necesarios otros aportes fundamentales: Ángel de la Calle —actual director de la Semana Negra de Gijón— nos dio una acuarela para la portada y Eduardo Penagos —brigadista de Para Leer En Libertad— las fotografías que ilustran el libro.

Con el plan en marcha, había que pensar quién lo iba a editar. Porque, por supuesto en un proyecto taibolero —de base, que recorra librerías y ferias, bibliotecas y salas de lectura, buscando a sus lectores por abajo, cerca del pueblo— el lugar de enunciación es central. Así fue que, aunque es muy probable que alguna de las grandes lo hubiera publicado, una mañana —después de una charla con Fritz, frente al mar, en Acapulco— decidí que lo mejor era que lo hicieran editoriales independientes, cercanas, compañeras: Nitro en México, Punto de Encuentro —con el aporte de Sudestada en la distribución— en Argentina, Cazador de Ratas en España, la Brigada Para Leer en Libertad, el formato digital. Otra vez la idea de red, de cofradía.

***

Habrán notado que, aunque estoy hablando de un plan de muchas cabezas, se repitió hasta acá, molesta, la primera persona del singular. Es porque aunque las consulté con varios de los participan en este proyecto, todas las decisiones terminé tomándolas yo.

Es decir: los logros y los aciertos de este proyectos son colectivos; las falencias —ausencias injustificables, presencias perturbadoras, errores o tropiezos—, solo míos.

En fin.

Fueron unos meses de mucha ansiedad pero acá estamos.

Esto somos: los espartaquistas sandokanianos del subrealismo subsocialista, la red Patito, los brigadistas hammetianos y philipdickeros. La taibolera. Una internacional —la Quinta— aventurera, negra y criminal.

Alcemos nuestros vasos, camaradas, y brindemos por la vida y la literatura de uno de los mejores de los nuestros.

¡Salud!

Por el placer de seguir estando con vos, Paco.

Kike Ferrari

Buenos Aires, julio de 2019

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