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4 La antesala del espanto
ОглавлениеCuando el rey Vittorio Emmanuele convocó a los soldados italianos a la guerra diciéndoles:
“... soldati: A voi la gloria de piantare il tricolore d’Italia sui termini sacri che natura pose a confine della Patria Nostra. A voi la gloria di compiere finalmente l’opera con tanto eroísmo iniziata dai nostri padri... ”, (“ ... soldados, a ustedes deseo la gloria de plantar la bandera tricolor en los sagrados límites que la naturaleza colocó en los confines de Nuestra Patria. A ustedes deseo la gloria de cumplir finalmente la obra iniciada por nuestros padres...”), sus palabras sirvieron para anclar a Italia en una guerra innecesaria y cruel.
De este modo, se ponía en marcha un conflicto en el que participaron 51 divisiones italianas, tres británicas, dos francesas, una checa y un regimiento norteamericano que enfrentaron a 73 divisiones austro húngaras que, al finalizar, habían tomado 300.000 prisioneros y apresado 5.000 cañones, conforme a la Declaración y Manifiesto Público del 4 de noviembre de 1918 del General Díaz, al término de la contienda. La Primera Guerra Mundial fue uno de los más sangrientos enfrentamientos conocidos.
La guerra de trincheras, donde predominaban los combatientes, es decir, el esfuerzo humano por sobre la utilización de blindados, con el uso de armas químicas y la proliferación de enfermedades por el deficiente sistema sanitario, se caracterizó por el alto costo en vidas humanas, entre heridos y muertos. La sobrevivencia era harto difícil y aterrorizaba a todos, incluso a los más valientes.
Instalado en su nuevo destino, Ciccio preguntó a Luigi en qué lugar se desarrollaban los enfrentamientos, con la misma naturalidad de quien va a asistir o participar de un evento social. Luigi, abandonando sus pensamientos, y armándose de una buena dosis de paciencia, cruzó su brazo por sobre el hombro de su amigo. Comenzó explicándole de qué se trataba una guerra.
En los dos días siguientes, en los que no tenían asignadas tareas específicas, conversaron mucho sobre el conflicto. Luigi le habló de las razones de esta conflagración, de los intereses en juego y también algo de estrategia militar. Era muy exigente en sus planteos y estaba decidido a que Ciccio abandonara de a poco su orfandad de conocimientos.
Con sencillez, explicó a Ciccio dónde se hallaban geográficamente. Le ilustró con detalles hacia dónde iban y qué se esperaba de una conflagración mundial que había comenzado tres años atrás, en 1914, sin la participación italiana en el primer año de lucha. Ciccio comenzó a familiarizarse con los accidentes geográficos, de ríos y montañas, que comentaba Luigi, encontrándolos parecidos a las colinas de su Ragusa natal. La importancia del rio Isonzo le llamó mucho la atención. Se quedó admirado al saber que en sus riberas ya se habían desarrollado nueve batallas muy cruentas.
Le impresionó conocer que en la primera de las batallas, en cinco días, murieron alrededor de 30.000 soldados italianos y que se registraron casi veintisiete mil bajas en el ejército austro húngaro.
La actitud docente de Luigi se motivaba en la lástima que sentía de que alguien tan voluntarioso y decidido como Ciccio, no tuviera la mínima idea del conflicto donde se había sumergido.
El incipiente conocimiento que recibía de su amigo, lejos de abatirlo, encendió aún más su espíritu patriota y rebelde. Aumentaron sus ansias de participar cuanto antes en la contienda. Al parecer, comprendió porqué su patria estaba realmente en peligro. Algo tocó su cerebro y al mismo tiempo su corazón.
Su hombría comenzó a despuntar dejando atrás sus sueños juveniles. Empezó a asumir su misión con responsabilidad. Aumentó su aprecio por Luigi y celebró la suerte de haberlo encontrado. Con la aproximación que surgía entre los reclutas, empezaron a germinar afinidades en diversos grupos de soldados. La actividad en ese centro de aprovisionamiento era febril. La tarea resultaba compleja y el cumplimiento de órdenes, enmarcadas en una estricta disciplina militar, obligaba a redoblar esfuerzos.
Desde su llegada a Udine, el vértigo acompañaba a Ciccio, para quien los acontecimientos se precipitaban velozmente y, además, eran cambiantes, lo que dificultaba su completa asimilación.
A pesar de que se encontraban a unos quince kilómetros de la retaguardia italiana, las detonaciones de los cañones se hacían sentir, con lo que el clima de guerra ya era palpable. Todos los reclutas se esforzaban en permanecer calmos, pero el nerviosismo era creciente. El ambiente bélico se hacía sentir con fuerza. La aventura, aún plagada de incertidumbre, iba dejando lugar a temores y preocupaciones comunes, de una manera cada vez más sensible.
Sin embargo, el entusiasmo inicial de Ciccio no decaía; maduraba aceleradamente. Pero ante sus ojos, antes aviesos y centelleantes, surgían sentimientos de creciente preocupación. En poco tiempo, se iba tornando más reflexivo, mientras su mirada ganaba carácter y profundidad.
De cualquier manera, la hora estaba llegando. Ciccio sorprendió a Luigi preguntando por qué se concentraba el esfuerzo italiano en el rio Isonzo. Éste le dijo que el objetivo del Regio Esercito era abrir un callejón que lo llevara a Viena, el corazón de Austria, y al mismo tiempo impedir que se invadiera Italia desde Bosnia o Croacia, cruzando el Adriático. Ciccio lo miró con una sonrisa llena de asombro que denotaba que la explicación de su amigo lo había mareado y, por lo tanto, no entendía nada. Su perplejidad era tan impenetrable como su decisión de lucha. No sabía qué era Bosnia o Croacia. Tampoco si eran países o ciudades.
Transcurría la primavera italiana con todo su esplendor. En medio de tanta belleza y abundancia, resultaba inexplicable que existieran hombres ocupados en matar y destruir.
Una brisa suave envolvía ese coloquio, mientras las flores enmarcaban la inocultable belleza de las aves que volaban haciendo caso omiso al imperante clima de maldad y agresión. El ocaso, con sus primeras sombras, llegaría sin avisar. Una sopa caliente, quizá la última, era el plato principal de esa noche, en la víspera de su partida hacia las líneas del frente italiano en Goritzia. Su meta era llegar a la retaguardia y, ahí, esperar la eventualidad de reemplazar a las líneas de vanguardia.
Con lógica inquietud, los soldados comentaban que en los últimos diez días el trajín había sido muy intenso. Los vigorosos preparativos y traslado de tropas, armamentos y medios de comunicación, generaban rumores acerca de que, en la segunda semana de mayo, el Regio Esercito italiano desencadenaría una poderosa ofensiva sobre las líneas de defensas austro húngaras. También se conocía, por medio de algunos oficiales y soldados que retornaban del frente de batalla, que existía un gran desplazamiento y concentración de importantes contingentes de tropa y armamentos del lado enemigo.
La noche era serena y cálida. Mientras caminaban con Luigi hacia las barracas donde dormían, ambos amigos se preocupaban con “le zanzare” (los mosquitos) que, atraídos por la humedad y el calor, se ensañaban con los soldados.
Al día siguiente, el jueves 10 de mayo de 1917 comenzaría el traslado de los cuerpos de infantería rumbo al frente. Antes de acostarse, revisaron con mucho cuidado sus equipos. Mañana sería el día “D” de la activa participación en la contienda.
La tranquilidad de la barraca era propicia para descansar. Al apagarse las luces, Luigi ya se había dormido. Mientras se acostaba, Ciccio comenzó a rezar y así, orando, se quedó dormido sin percatarse de que estaba a pocas horas de su “bautismo de fuego”.