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Giovanni Cirnigliaro y Rosa Bocchieri, padres de Ciccio.
ОглавлениеMientras tanto, Ciccio exhibía con varonil orgullo el pase ferroviario que serviría para viajar a un centro militar en el norte de Italia. Había soñado con entrar en combate, luchar por su patria, y retornar vencedor y lleno de gloria. Su incorporación como voluntario civil y la necesidad del ejército de incorporar mano de obra para cavar trincheras, reforzar puentes, armar defensas y tender alambres, le permitió que casi ninguno de los suboficiales reparara en sus dieciséis años recién cumplidos, ni en su escuálido físico poco apto para el tremendo esfuerzo corporal que exigía la guerra de trincheras, como soldado o como auxiliar. Con sus escasos sesenta kilogramos de peso repartidos en apenas un metro y sesenta y cinco centímetros de estatura, carecía de la recia estampa de un soldado. Más bien se asemejaba a uno de los tantos niños hambrientos, los hijos de la pobreza, que asolaban la campiña italiana a comienzos del siglo XX.
Sin embargo, su mirada, que era vivaz, y sus movimientos casi felinos inspiraban respeto a su edad. Y gozaba de una virtud. En su pueblo, era imbatible entre los jóvenes de su edad en las carreras de velocidad. Hasta había sido cronometrado en trece segundos para los cien metros. Ciccio ni siquiera soñaba con que esa condición le serviría para salvar su vida varias veces en el curso de los próximos meses.
Leía con atención y curiosidad ese pase de tren que le abría definitivamente las puertas de su destino soñado. Había dejado de lado sus temores y superado los inconvenientes que obstaculizaban su partida. Estaba decididamente en el camino anhelado y nadie podría desviarlo.