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RUTAS Y CAMINOS: ¿CÓMO SE LLEGA AL ENCUENTRO?

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El diseño de un espacio educativo que promueva la praxis debe proveer escenarios de cuestionamiento, de imaginación y de un lenguaje que permita construir ciudadanos capaces de reflexionar sobre su propia práctica (Freire, 1993). De esta manera, es importante que los estudiantes tengan espacios para analizar los significados alrededor de prácticas, del encuentro en sí mismo y de cómo se llegó allí. Cuando el estudiante asume el rol de sujeto cognoscente y no solamente de actor pasivo que recibe conocimiento, es cuando la educación empieza a tomar sentido (Freire, 1993).

En la misma línea, entendemos con Nelson y Prillentensky (2010) que el aprendizaje de la psicología comunitaria es un “viaje de concientización”, un proceso identitario en el que se forja coherencia entre lo personal, lo profesional y lo político. El punto de partida de cualquiera de los caminos hacia el encuentro es la opción por la toma de conciencia de sí, que ha de ser permanente: la conciencia del punto del camino en el que se encuentra y de lo que se hace para facilitar o entorpecer un acercamiento. Por esto, la atención inicial hacia la comprensión de los procesos comunitarios externos giró rápidamente hacia procesos reflexivos personales: el primer día de trabajo en comités, repartimos las labores y todos salieron animados a encontrarse con esas nuevas personas que añoraban conocer. En el almuerzo, algunos llegaron asombrados a contar las historias de la guerra: las diferencias entre columna, bloque, frentes; las historias de amor, los animales en la guerra; los amigos perdidos y las vidas clandestinas. Otros de sus compañeros los miraban con inquietud y nos preguntaron: “y a nosotros que no nos hablaron, ¿qué hacemos? ¿Qué hicimos mal?”. Tuvimos que repetir esta respuesta múltiples veces: “el encuentro tiene sus propios ritmos: para algunas personas, es importante construir lentamente la confianza e incluso los silencios cuentan en el proceso de conocernos”.

En su comentario sobre los textos de esta sección, Diana Vernot se refiere a la importancia del Espacio y de los recorridos que hicieron los estudiantes para entablar relaciones con la comunidad. La mirada sociológica sobre el encuentro es necesaria para entender la construcción de significados a través de la cotidianidad y la oportunidad de generar contranarrativas, o narrativas alternativas sobre un mismo fenómeno.

Los relatos que se encuentran en esta sección se orientan a los caminos personales que tuvieron que recorrer los estudiantes durante la llegada al ETCR-HR. Daniela Zambrano nos presenta a María Aguabonita, un personaje ficticio que se construye de los múltiples relatos de hombres y mujeres del Espacio Territorial con los que convivió durante dos semanas. A través de este personaje, el relato narra las prácticas e ideas que se entrelazan en la comunidad, así como una mirada a las relaciones de género en el territorio. Santiago Castro Reyes narra un encuentro con un habitante imaginario de Agua Bonita, quien, a través de una conversación con los estudiantes, explica los retos y oportunidades del proceso de reincorporación, así como la importancia de los valores farianos durante el camino. Asimismo, nos deja ver los sentimientos alrededor del encuentro con ese otro lejano, que con el tiempo y por medio del diálogo permite re-conocerse como colombiano.

Finalmente, Sara Martínez Romero y María Alejandra Fino Carantón presentan dos historias con un mismo protagonista: Mogollón. Este miembro de la comunidad se convirtió en uno de los guías en esta experiencia mediante charlas cotidianas y la posibilidad de acompañarlo en sus actividades en la zapatería. Estos relatos reflejan los retos en el encuentro con el otro, la necesidad de entender y aceptar los ritmos de cada persona para entablar conversaciones y conocer diversas maneras de entender la historia del país y los sueños sobre el futuro.

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