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Comedor de campo Lacarra,
existiendo desde siempre

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“Lacarra propone pasar un almuerzo al aire libre, en un parque muy grande y bajo la sombra de una añosa arboleda”, sugiere Joaquín Gargano, miembro de la familia que tiene a cargo este palaciego restaurante de campo en San Antonio de Areco, que no ha perdido la humildad de ofrecer comida típica, criolla y ciento por ciento campera. La casona donde funciona fue parada del Ejército Libertador de San Martín, y no hay registros de su año de construcción. Un necesario halo de misterio la sobrevuela, incluyendo historias de fantasmas. Lo cierto es que es uno de los mejores comedores campestres de Areco, una tierra con una vara muy alta en este aspecto. “Tratamos de homenajear a la cocina criolla, con un toque familiar y casero”, afirma Joaquín.

En primer lugar, impactan las grandes medidas, todo es espacioso, alto y cómodo. Lo peculiar de Lacarra es que esto no genera ningún distanciamiento, todo lo contrario, cuando se entra por el preponderante portón de entrada, una hilera de añosas palmeras da la bienvenida. Fueron plantadas en el mismo momento que las que están en la plaza del pueblo, esto nos da una idea de la heráldica del lugar. Graciosas y señoriales, saludan a los visitantes y presagian buenos momentos. No se equivocan, ni bien se entra, todos los pensamientos negativos o provenientes del mundo se diluyen. Lacarra es un oasis. “El ruido no llegó”, anticipa Joaquín. La ecuación favorece, la vieja casona donde descansó el Ejército Libertador nos emancipa de preocupaciones. Algo importante sucede en este solar.

“Nuestro restaurante es una casa de comida criolla, hacemos base fuerte en las carnes asadas con fuego de leña en los tres ruedos: estaca, en la parrilla o al horno de barro”, afirma Gargano. La casona, de dos plazas, juega con sus ambientes y espacios. Dos posibles problemas rápidamente tienen solución: podemos comer en el interior, en un gran salón vidriado o en el patio, alrededor de un gran jardín, bajo la sombra de los árboles, al mediodía o de las estrellas por la noche. Ambos caminos conducen a la felicidad.

Se apuesta a dos ejes: la gastronomía y el rescate patrimonial. Mientras los fuegos se elevan pacientemente y en la cocina, se trabaja con respeto y compromiso por los sabores criollos, la mirada del visitante no puede desatenderse del entorno en el que se ofrecen estos platos cuidados y de gran calidad. Una caminata es recomendable antes de centrarnos en lo importante, la comida. Las amplias galerías, el patio de la Santa Rita, el jardín, las aberturas, los ventanales calman y llevan los pensamientos al origen de esta bella casa que se pierde en el misterio.

“La foto más antigua de la casa es de 1860, pero hay documentos que la nombran en 1780”, sostiene Joaquín. La razón de la imposibilidad de datarla se encuentra en que el archivo de San Antonio de Areco comienza a tener actividad a finales del siglo XVIII y comienzos del XIX, en ese lapso, creen, se construyó. La situación ha mejorado, el campo ha permanecido, pero durante estos siglos se levantó el pueblo de Areco, gaucho y encantador. El espíritu de la época colonial ha permanecido entre las centurias. “Tratamos de conservar la decoración original, somos amantes de las antigüedades y la ambientación rústica de campo”, sostiene Gargano.

Asimilada y entendida la belleza, se invita a comer. Todo lo importante se hace en silencio, naturalmente se procede a hacerlo para pensar la mejor estrategia para alcanzar a disfrutar de los mejores aromas. El servicio es impecable. “Intentamos respetar el estilo y la cocina sencilla, pero delicada, nos criamos con un estilo que llamamos Corfield, en homenaje a una familia de la campiña inglesa conocida, que hacía honor al respeto, la tradición y la sencillez digna”, asegura Joaquín. Existe y se nota en el ambiente un optimismo y una calma, que se contagian.

Comida casera criolla. Tres palabras que resumen el menú. “Como entrada la provoleta primavera en cazuela de barro. El clásico queso parrillero en una versión con tomates cherri, vegetales y hongos. De plato principal aconsejamos el asado a la estaca. Lo arrancamos a hacer al calor del humo, y lentamente lo acercamos a las llamas a las diez de la mañana. Para las 13 horas, la carne está totalmente tierna y a la vez crujiente”, describe Joaquín. Así son los pasos de la felicidad.

Aun así, hay un plan alternativo para desarrollar más instantes inolvidables: “Salmón laqueado al horno de barro”, se afirma como una sentencia, que todos queremos cumplir. Lacarra apuesta fuerte. Está a la altura de todas las expectativas. El postre en esta secuencia corona la historia. Con sol, o con estrellas, el fin aquí justifica todos los medios. “La estrella indiscutida y a la vez de producción muy limitada es el suspiro limeño, entre sus ingredientes está la leche evaporada, no es nada fácil hacerla. Hacemos hasta donde nos alcanza”, afirma Joaquín.

“Proponemos venir a desconectarse y escuchar las aves, o por la noche, todos los silencios”, sugiere y sintetiza Gargano. Su familia está detrás de todos los detalles. No hay espacio para que algo salga mal. ¿Por qué es importante que lugares de campo como Lacarra permanezcan abiertos? “Es el ámbito laboral de muchas familias del pueblo. Es la manera que conseguimos de mantener vivas todas nuestras tradiciones y costumbres gastronómicas”, concluye.

+ info: @lacarra.areco / WhatsApp: 2325 68-1773 / Ruta 8, km 110.5.

El visitante solo necesita acercarse a la plaza del pueblo para sentir que Areco tiene secretos y lugares increíbles para conocer y visitar. Cada esquina nos recuerda a un cuadro gauchesco, y en cada esquina hay mil historias que nos invitan a quedarnos. Es imprescindible que nos guíe un arequero para poder disfrutar de un día completo. Nadie mejor que Ángeles Lynch para esto, criada y viviendo aquí, es una de las artistas plásticas más reconocidas del país. Sus motivos son paisajes y escenas rurales. Le sobra material gaucho. Su obra, que se puede conocer y comprar en su atelier a pocas cuadras del centro, nos muestra el campo en su estado de belleza más pura. ¿Qué hacer un día en Areco? Ella nos lo cuenta. Tomemos nota. “Ni bien se llega al pueblo lo más divertido es pasear por la costanera (del río Areco), cruzar por el Puente Viejo, ir al Museo Ricardo Güiraldes y conocer la pulpería La Blanqueada. Regresar y parar en el Boliche de Bessonart, es una esquina que no podés dejar de verla, pedir una picada y unas empanadas de carne y queso y cebolla con un aperitivo. Al lado, para almorzar tenés el restaurante Almacén de Ramos Generales. Caminando unas cuadras seguís con La Vieja Sodería, una esquina muy pintoresca, que te enamora, donde podés tomar un café, también preparan desayunos. Acá podés ver un poco el movimiento del pueblo, la gente de Areco va mucho. Todos los que vienen al pueblo se quieren llevar suvenires, nada mejor que ir para El Batará, atendido por sus dueños, te cortan el pedazo que vos quieras de queso, con el pan que más te guste. Es un lugar que entrás y te vende mucho más que salame y queso, panes de campo, los huevos de gallina doble yema, vas dándote vuelta y vas encontrando dulces, de membrillo, dulce de leche caseros, higos y zapallos en almíbar, tienen muchos productos regionales y locales. Es un lugar que no existe mucho, entrás y te armás la picada que quieras, te hacés tu sándwich con el fiambre que veas y más te guste, podés comerlo ahí o llevártelo. Como vos prefieras. Hay gente amiga que lo primero que hace cuando llega a Areco es ir a El Batará a hacerse un sándwich de bondiola. Les parece genial poder elegir, por ejemplo, el pan de campo recién horneado. Para concluir con este paseo, hay que terminar en La Olla de Cobre, donde hacen los mejores alfajores. Lo más lindo de conocer estos lugares es que te conectás con la gente de Areco. Acá no salimos con la idea de ir a Bessonart, comer una picada e irnos, nos gusta sentarnos, ver quiénes están, saludar a los de la mesa de al lado, te encontrás con gente que no ves hace mucho, entra y sale gente del pueblo con la que es lindo cruzarse. Acá todos nos conocemos”, concluye su emocional recorrido Lynch. + info: Ángeles Lynch, @angeles.lynch / Museo Ricardo Güiraldes, @museoricardoguiraldesoficial / Restaurante Almacén de Ramos Generales, Zapiola 143, www.ramosgeneralesareco.com.ar / La Vieja Sodería, @la_vieja_soderia / El Batará, @el_batara

El Boliche de Bessonart tiene dos siglos, y fue construido inclinado. A cien metros de la plaza de Areco, es un ícono. Punto de encuentro de los arequeros, gente de campo y turistas. Jóvenes, adultos y ancianos, mujeres y varones, todos en Areco en algún momento del día pasan. Tiene una historia increíble. Fue almacén de ramos generales con despacho de bebidas hasta 2008. Desde aquí salían carruajes con mercadería que llevaban provisiones a las estancias. Tiene 200 años, y sus pergaminos revisten histórica importancia. Allí solía parar un gaucho llamado Segundo Ramírez que hablaba con Ricardo Güiraldes, que también frecuentaba el boliche. El escritor tuvo un modelo perfecto para la novela que estaba escribiendo: este gaucho pasó a la historia como don Segundo Sombra. Carlos Gardel, cuando visitó la estancia La Porteña (de la familia Güiraldes), no se resistió y fue al bar. En las mesas se lo oyó cantar al Zorzal Criollo. Desde 1951 lo atiende la familia Bessonart. Coco, el padre de Augusto, llevaba pedidos a los clientes en el pueblo. “Le tenían tanta confianza que le daban las llaves de las casas, y les dejaba la provista en las alacenas”, declaró al diario La Nación su hijo Augusto, desde los 18 años atiende el bar. Cuando murió su padre recibió el legado. Hoy, su hijo Evaristo lo ayuda detrás del mostrador. Tiene 16 años, es cuarta generación. “Desde que tengo memoria estoy acá, no se puede morir nunca el bar”, sostiene. + info: @boliche_de_bessonart

La pulpería Lo de Co es un rincón muy querido por la gente de Areco. Fácilmente reconocible por su fachada de ladrillos vistos, y sus sillas de colores de mimbre. Está a una cuadra de la plaza. Todo en Areco está cerca. No hay excusas para no visitar estos divertidos y bohemios rincones criollos. Amena, tradicional y con las señas propias de este pueblo: es decir, todo lo que se ofrece es de gran calidad. Lo de Co es parada obligada. “Abrió sus puertas en el año 2016, en una casa antigua que era de Francisco Arnaldi, que tenía como sobrenombre Co, de ahí el nombre”, afirma Manuel De Santiz, a cargo de la pulpería. “Nos gusta que nos visiten, hacemos lo que nos gusta, tratamos de mantener vivas las tradiciones”, agrega. En el mostrador, adentro o en simpáticas mesas en la vereda (lo recomendable), las posibilidades de disfrute son contundentes. Se sirve típica comida criolla, empanadas, picadas, carnes y guisos, estos últimos muy celebrados. Lo de Co enfoca su propuesta en el folclore. Danzas y música nativa, nunca faltan. + info: @lodecoareco

San Antonio de Areco es conocido mundialmente por su escuela de orfebrería. La familia Draghi es el máximo exponente de este arte de fuerte vinculación con lo gaucho y el campo. Mariano Draghi es hoy acaso el orfebre más importante que tiene nuestro país. Aprendió de su padre, que fue maestro de orfebres. Tiene su museo y taller en un lugar estratégico, frente a la plaza. Sus obras son de una perfección verdaderamente impresionante, además de ellas, Mariano es un agudo observador. Conocerlo es prioridad si se desea entender por qué Areco es un pueblo que logró que el paso del tiempo se detuviera. ¿Cómo se crea una pieza única? ¿Por qué seguir haciendo orfebrería? ¿Qué tiene Areco que nos hechiza y enamora? “Mi fuente de inspiración es mi conexión diaria y permanente con el campo. Mis primeros pasos en la orfebrería eran ayudar a mi padre en las tareas más simples. Cuando el maestro es el padre, además del deber de trabajar, era un gran motivador ante los logros adquiridos, hecho que apuntalaba la confianza y la autoestima. Sigo haciendo orfebrería porque es lo que debo ser y lo que soy. Cuando comienzo a bocetar una nueva obra, siento que debe evolucionar y debe ser mejor que ayer, sin pensar que debe ser mejor que el resto, es mi misión. Ante la contaminación tecnológica que con frecuencia deshumaniza, el ser humano busca que su esencia se conecte con lo simple de la interacción con sus semejantes. San Antonio de Areco no es que logró detener el tiempo, sino que tuvo la fortuna de que se afincaran en estas tierras inmigrantes con inteligencia espiritual que hicieron un culto de los usos y costumbres que conforman la esencia de la tradición. Arquitectónicamente es un pueblo de casas bajas con reducida contaminación visual con predominio de detalles neoclásicos. Un detalle con valor agregado es la ubicación de la plaza principal a escasos metros de la ribera del río”. + info: @orfebreria_mariano_draghi / www.marianodraghi.com

Sin dudas que es así. Los alfajores de La Olla de Cobre tienen no solo fama y prestigio, sino que se han convertido en sinónimo de San Antonio de Areco. Nadie se va del pueblo sin pasar a buscar estos alfajores. Son pequeñas tortas, obras de arte de la pastelería. Carlos Gabba y Teresa Fanelli son el matrimonio que los produce, comenzaron haciéndolos en el garaje de su casa en 1978, hoy tienen un local precioso a la calle. Hacen su propio chocolate y producen más de 10.000 alfajores semanales. Se les van de la mano. Suele haber largas colas para entrar al local, es aconsejable ir tempra­no. Adentro es un paraíso para el goloso. Se puede ver cómo los pro­du­cen. No solo ofrecen los alfajores, sino también una emocionante variedad de bombones. “Si vas a Areco, traé alfajores”, suelen decir. No es necesario agregar que no existen alfajores que se asemejen a los de La Olla de Cobre. + info: @laolladecobreoficial

Servicio, encanto y calidez, son las banderas que se levantan en este hotel. A pocos metros de la plaza, está en una ubicación estratégica. Parte de esa sensación de tranquilidad infinita que se siente en Areco anida aquí. Una vieja casona fue reciclada y convertida en la sede de la calma y el relax. Piscina, una fuente que deja correr el agua para que nos inspire, flores, vegetación. Un desayunador vidriado que es un sueño. Excelente atención. Una biblioteca en el hall con cómodos sofás que proyectan la mirada a la arboleda. Habitaciones muy cómodas. La pregunta es: ¿cómo es que un hotel que está a tan pocos metros de la plaza y de la actividad del pueblo y de la dinámica del turismo pueda rechazar los ruidos? Algo pasa en el Hotel Draghi, y lo que sucede favorece al alma. Todos los silencios eligen hospedarse aquí. “El hotel tiene 9 habitaciones que han sido decoradas con estilo clásico y cuidando siempre los pequeños detalles, todas ellas cuentan con acceso directo al exterior donde su coqueto jardín invita al huésped al descanso en un ambiente de tranquilidad disfrutando de su entorno, su piscina y fuente de agua”, describe Lucila Draghi. Un momento de alto valor emotivo: el desayuno continental. Se ofrecen 3 variedades de pan, medialunas, fiambre, queso, granola, huevos revueltos, manteca, mermeladas caseras, jugo de naranja natural, yogurt, café, leche, té, chocolate. Muy recomendado. + info: @hotel_draghi_ / info@hoteldraghi.com

Desconocida Buenos Aires. Pulperías y bodegones

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