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Prólogo

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Bolichones, pulperías, parrillas, almacenes rurales, paradores y otras yerbas. Eso es lo que tratamos de encontrar los que viajamos cuando salimos a la ruta. Revivir las experiencias que vivimos con nuestros padres, las historias que nos contaban nuestros abuelos, y las que hoy intentamos redescubrir y mantener vivas.

¿Será la gastronomía pulpera? ¿Serán sus personajes? ¿Será ese paisaje diferente? ¿El campo, el mar, la montaña, la estación de servicio, la ruta? ¿Será la empanada, su bandera insignia? O ¿el salamín campero? Un gaucho, un puestero, un almacenero, un caballo, un tractor, un molino y un colectivo viejo.

En las próximas páginas encontrarán algunas respuestas, pero, sobre todo, Leandro Vesco los dejará con más ganas de ir a ver con sus propios ojos la magia que ocurre en cada pulpería de la provincia de Buenos Aires. Porque Vesco no hace una guía en este libro, él se adentra en los boliches de caminos rurales, habla con los pulperos con los que nadie habla y le da valor como nadie a los lugares más inhóspitos de Buenos Aires.

No es una guía de internet, sino todo lo contrario. Acá vas a hallar el alma y el corazón de un escritor, y la curiosidad de un periodista que con mucho coraje hace años se propuso esta tarea de salir a la ruta a buscar historias.

Y en eso nos identificamos. Yo también soy un fanático de la ruta, de andar y de buscar, en mi caso por las comidas, las historias y la gente, que nos conectan con nuestras raíces y nuestro pasado.

¿Qué espera uno cuando llega a esa barra enjaulada de ese solitario boliche de campo? Un Cinzano cortado con fernet y un susto de soda. Una cañita Legui mañanera o simplemente un vaso de vino, o una cerveza bien helada. A veces con ruido y otras en silencio. Y nuestra tradición.

Conservas, queso de chancho, porotos con cuerito, un guiso carrero, un chu­rrasco a la llama o un pedazo de cordero. Siempre un salamín, un queso fresco y, si tenés la suerte de que te converse el pulpero o algún baqueano que para a hacer la pausa, se abre la posibilidad de saber escuchar ese relato.

Porque de eso se tratan las pulperías, de un despertar de nuestras tradiciones, de detener el tiempo y observar a quienes aún viven en un pasado no tan lejano, a quienes hacen un culto de los rituales y de sus costumbres.

Salir a las rutas con este libro es retornar a la infancia, a nuestros abuelos y a nuestras raíces. Es volver a encontrarnos con quienes fuimos, pero también con quienes somos.

Apaguen los celulares y disfruten de las historias, de los caminos, de los personajes que encuentran y, sobre todo, de ese reencuentro con ustedes mismos, que seguro los emocionará tanto como a mí cada vez que llego a una pulpería.

LELE CRISTÓBAL

Desconocida Buenos Aires. Pulperías y bodegones

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