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Ni siquiera somos amigas

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Miro al vacío, rogándole en silencio que vuelva. Que salga y me mire, que me sonría, que diga algo reconfortante. Que me diga que no le duele nada. Que diga que se inventó lo de la enfermedad, que fue una broma estúpida, que solo quería tomar esas pastillas para una tontería… Que me diga que lo entendí todo mal, que no es tan grave. Pero Lana no sale.

Solo desaparece tras la puerta, sin dejarme nada más que el silencio y el vacío. Me quedo en el pasillo, sintiendo cómo con cada segundo algo dentro de mí se desmorona. Yo solo quería ayudarla. Pensaba que se daría cuenta de que podíamos ser algo más la una para la otra, que podríamos ser más que simples vecinas en esta horrible casa.

Las lágrimas empiezan a caer. Toda esta sensación de impotencia y desconsuelo me abruma. Solo quería con desesperación que se volviera. Que diera un paso hacia mí, y no se fuera, dejándome sola. Pero ahora entiendo que no necesita mi compañía. Mis esperanzas, mis sueños de algún tipo de vínculo fraternal, solo son mis fantasías. Los inventé. Ni siquiera somos amigas. Y duele tanto darme cuenta de que estoy sola otra vez, que ese lazo con alguien que podría entenderme es un mito. Ese compañero en el infortunio con el que soñé nunca será real.

Me quedo de pie en la puerta, como congelada, con lágrimas en los ojos, y susurro suavemente al vacío: —Lana, podría haber sido como una hermana para ti… Podríamos haber sido buenas amigas. Habría muerto por ti si fuera necesario… Pero no necesitas a nadie… Y yo no le importo a nadie… Ni siquiera a mí misma…

En la cama, me doy vueltas de un lado a otro, como buscando un rincón donde esconderme de mis propios pensamientos. Cuento hasta cien y de regreso, intentando sumergirme en el silencio. "Esto debería funcionar", me digo, "es lo que hacen todos". Pero en lugar de números tranquilos, empiezan a aparecer sombras ante mis ojos. Se agrupan alrededor de una barrera invisible en mi mente. Oscuras, sin rostro, se mueven inquietas, como si estuvieran a punto de lanzarse sobre mí. Sus ojos brillan en la penumbra como destellos apagados, mirándome directamente. Las miro y todo dentro de mí se enfría.

"¿Por qué no se van?", pienso. Estas figuras oscuras han llenado todo el espacio de mi conciencia, han silenciado todos mis pensamientos. Intento ignorarlas, taparme los oídos, cerrar los ojos, pero solo se acercan más. Es como si hubieran salido de alguna pesadilla profunda y olvidada, y ahora no me dejarán en paz. Ya no veo nada más que ellas, estas figuras amenazantes que se acercan lentamente hacia mí. Sus ojos vacíos, en los que no hay ni calor ni vida, me observan con inquietud. ¿Cómo voy a dormir con ellas aquí?

Lana tenía razón, de cualquier manera. ¿De qué sirvo, si ni siquiera puedo lidiar con mis propias ilusiones? Las sombras oscuras son producto de mi imaginación enferma, pero han salido de mi control, se han convertido en algo más real de lo que estaba dispuesta a admitir.

Me pregunto qué estará haciendo ahora Lana. De cualquier forma, no tiene sentido insistir, claramente no quiere que esté cerca. Le resulto molesta. Lana, tan segura de sí misma e independiente, nunca mostraría debilidad. Incluso si tuviera fiebre de cuarenta grados, no me dejaría ver lo mal que se siente.

Pero aun así, algo me inquieta. Lana… Por más que intente convencerme de que su vida no me importa, de que no le importa lo que me pase a mí, no puedo estar tranquila. Suspiro y me levanto de la cama. Las sombras aún se mueven en los bordes de mi visión, como siluetas borrosas, pero ya no les presto atención. "Solo voy a ver cómo está", me digo, "y enseguida vuelvo". Y luego volveré a entrenar mis sombras, como animales salvajes que quieren escapar.

Ya no me duele

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