Читать книгу Ya no me duele - Лили Рокс - Страница 8
Y inevitablemente cae la noche
ОглавлениеYo estaba acostada bajo la manta, sintiendo su mirada pesada sobre mí. Él me miraba, tal vez decidiendo si podía dejarme sola. Si podía irse, ahora que me encontraba en ese estado, vulnerable y débil.
– Por favor, – susurré sin abrir los ojos. – No te vayas. Quédate… al menos hasta que me duerma.
Esas palabras fueron tan sinceras que me sorprendió lo fácil que salieron de mis labios. No quería quedarme sola. Estaba demasiado cansada de la soledad.
Entonces, en ese estado doloroso y nublado por los medicamentos, Lazarev me parecía un verdadero salvador. No podía pensar con claridad, no podía cuestionarme: ¿por qué querría ayudar a alguien como yo? Una desconocida, una huérfana que apenas había alcanzado la mayoría de edad, sin ningún valor. Simplemente aceptaba su cuidado como algo natural, como si el destino mismo hubiera decidido darme una oportunidad de un futuro mejor. En ese estado, no intentaba comprender que sus motivos podrían ser mucho más profundos y enredados que un simple corazón bondadoso.
Todas esas largas conversaciones en la habitación del hospital, cuando intentaba convencerme de que me fuera con él, ahora me parecían una farsa teatral. ¿Para qué eran esas súplicas, si, en verdad, no necesitaba mi consentimiento? Él ya lo había decidido todo por mí. Mi alta, los documentos de tutela – todo eso ya estaba en su carpeta, cuidadosamente organizado y listo para ser ejecutado. Todas las formalidades estaban resueltas, y yo no era quien podía cambiar algo. Esa era su decisión, y a mí solo me quedaba resignarme.
¿Por qué entonces no me resistí? Porque Lazarev era inteligente. Necesitaba que lo viera no como un opresor, no como alguien que controlaba cada uno de mis pasos, sino como un amigo mayor. Alguien que cuidaba de mí, alguien que quería lo mejor para mí. Eso era más fácil para él. Cuando empiezas a confiar en alguien, cuando lo ves como un protector, es más fácil obedecer. Más fácil creer que quiere lo mejor para ti. Más fácil seguirlo sin hacer preguntas.
A veces me pregunto: ¿me habría negado si hubiera sabido lo que me esperaba? No, no creo que hubiera podido negarme. Tal vez habría ido con él de todas formas, a pesar de todo. Porque allí, en esa casa, conocí a alguien que se convirtió en alguien más cercano que una madre. Alguien que pudo sacarme del pozo mental en el que me encontraba. Ella pudo cambiarlo todo. Mi hermana, que siempre permanecerá en mi corazón.
Los recuerdos de ella todavía me calientan en los momentos más oscuros. Encontrarla fue lo mejor que me ha sucedido en la vida. A pesar de todo el horror que me rodeaba, a pesar del miedo y la incertidumbre, con ella sentí que podía ser libre y feliz. Aunque solo fuera por un breve momento, aunque esa felicidad pareciera frágil, era real.
Atesoro cada momento que pasé con ella. Cada conversación, cada sonrisa, cada caricia. Fueron momentos en los que me sentí viva. Esos recuerdos, como piedras preciosas, los guardo profundamente dentro de mí, para que no pierdan su fuerza, para que no se desvanezcan bajo el peso de la realidad. Esa persona fue un rayo de luz en mi oscuro mundo, y aunque todo lo demás se derrumbara, ella siempre será un símbolo de que la vida puede ser diferente.
Si hubiera sabido entonces lo que me esperaba, igual habría seguido su camino. Porque fue allí, en ese torbellino de eventos, donde encontré a alguien cercano. Alguien que me hizo sentir necesitada. Y aunque todo en mi vida se fue cuesta abajo después, esos recuerdos estarán conmigo para siempre.
La oscuridad me envolvía. Pero no era esa oscuridad familiar que solía envolver la habitación por la noche. No, aquí era diferente. En la habitación siempre quedaba al menos una franja de luz, un rayo delgado que entraba desde el pasillo, a través del cual se veían las sombras de los enfermeros. Incluso en las horas más profundas de la noche, la luz siempre estaba cerca, como un hilo delgado que me conectaba con la realidad, recordándome que aún estaba allí.
Pero ahora todo era diferente. La cama debajo de mí parecía más suave de lo habitual. Una sensación de desconcierto se arrastraba en mi conciencia, filtrándose por cada rincón de mi mente. Esta no era mi habitación habitual, no eran esas frías sábanas que arañaban mi piel. Esto era algo distinto. ¿O tal vez no estaba aquí? ¿Tal vez todavía estaba en el sótano? ¿Tal vez nada de esto había sucedido? Ni la reanimación, ni Bor'ka, ni las interminables noches en el manicomio. Ni Lazarev.
Tengo miedo de moverme. El miedo, como una tela de araña pegajosa, envuelve mi cuerpo, inmoviliza mis pensamientos, obligándome a quedarme en el sitio. Mi mente empieza a caer en los escenarios más oscuros, susurrándome que todo esto es solo una ilusión. ¿Quizás fue solo un sueño? Y ahora la realidad volverá a engullirme, y de la oscuridad llegará ese mismo repugnante crujido que siempre me ponía la piel de gallina. El roce de pequeñas patas, el movimiento de una rata, que siempre estaba cerca, lista para acercarse a mi cuerpo en cuanto bajara la guardia.
Uno. Dos. Tres. Concéntrate. Intento recuperar el control. Respirar profundamente, obligarme a sentir mi cuerpo. Exhala. Intenta moverte. Mi mano se desliza por la cama. No hay correas atadas a mis muñecas. Mi cuerpo está libre. Exploro con cuidado alrededor. Sábanas. Cama. Sí, no es el sótano. No es un sueño.
Estoy en casa de Lazarev.
Pero el miedo no me suelta tan fácilmente. Mi cuerpo aún no puede relajarse por completo, como si la expectativa del peligro todavía se escondiera en algún lugar de la oscuridad. Me incorporo sobre los codos y escucho. Parece que la casa está en silencio. No hay ruidos. Mi boca está seca. Mi garganta como si hubiera sido lijada, y siento que cada célula de mi cuerpo pide un sorbo de agua. ¿Debería buscar a Lazarev? Seguramente sabe dónde está la cocina o podría traerme agua. Pero, ¿y si está dormido? No quiero despertarlo. ¿Y si se enoja?
¿Y si la mañana está lejos? ¿Y si aún falta una eternidad, y estaré aquí, ahogándome de sed y miedo? Tal vez podría encontrar la cocina yo misma. Pero, ¿y si en el camino me encuentro con alguien o algo? ¿Y si esta casa está llena de rincones oscuros, como las salas del hospital, donde detrás de cada esquina se escondía una sombra, donde cada ruido hacía que mi corazón se detuviera?
Me deslizo cuidadosamente de la cama, intentando no hacer ruido. Mis pies, aún no acostumbrados a la suavidad de la alfombra, sienten cada hebra. Una sensación extraña. Me deslizo cuidadosamente hacia la puerta. El silencio se extiende, como una goma elástica, como si la casa esperara a que rompiera la calma. Abro la puerta un poco y salgo al pasillo.