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EL CAFÉ FILOSÓFICO COMO PRÁCTICA DE ACERCAMIENTO A LA PSICOLOGÍA (Y OTROS TEMAS)
ОглавлениеCarolina Olvera Castillo *
INTRODUCCIÓN
El ser, la conciencia, el pensamiento, la mente humana; todas estas provocaciones son susceptibles de ser indagadas, descritas o profundizadas por la psicología, y ¿qué es la psicología? Para algunas personas estudiosas de la misma, se puede clasificar como ciencia de la conducta (Ardila, 2019 y Fierro, 2020); para otras, no es una ciencia, sino una disciplina (Kenneth, 1998) que se practica, o también, una serie de conocimientos de la propia vida psíquica que son tan valiosos como particulares (Pavón-Cuéllar, 2019).
Lo que pretende el título del presente capítulo no es confundir a la lectora o lector, sólo se trata de incitar a su curiosidad. Por lo tanto, primero nos gustaría aclarar que el tema principal es el conocimiento de la psicología como disciplina, apoyándose en la práctica de los “cafés filosóficos”. En segundo lugar, también es pertinente tener en cuenta que los “filocafés” alientan el asombro y la curiosidad hacia temas de reflexión libre, entre ellos, tópicos psicológicos que se comparten con la filosofía. Finalmente, a lo largo de estas páginas encontrará que el ejercicio de reflexión se encuentra afirmado por un tema transversal, que es la perspectiva de género como marco de referencia filosófico y científico para conocer e interpretar realidades.
Esta primera sección la dedicaremos a la presentación de la psicología, recordando su relación con la filosofía y su multiplicidad de propuestas a través del tiempo. Así pues, comencemos recordando que la filosofía y la psicología están íntimamente relacionadas, de hecho, se afirma que la psicología proviene de la filosofía (Barriga, 2020, Muelas, 2017), ambas indagan sobre la humanidad y sus comportamientos, además se hacen las mismas preguntas, tales como ¿qué es la inteligencia?, ¿qué es la conciencia? o ¿qué es la mente?, sólo por citar algunos ejemplos.
Y si son tan parecidas, ¿entonces qué es lo que las diferencia? Muchas veces escucharemos que la psicología presenta su línea divisoria en el método que utiliza para dar respuesta a las preguntas filosóficas; es decir, el método empírico (Barriga, 2020); o lo que ahora conocemos como el método basado en la observación, experimentación y recolección de datos o evidencias, aceptando-rechazando hipótesis. También se procura que la psicología tenga una aplicación en la resolución de problemas humanos, ya sea individuales o en comunidad (Ardila, 2019), esto es, no sólo se plantea preguntas, sino que requiere de una acción o impacto en la vida de las personas más allá de lo académico (Maslow, 2016), del aula, de lo descriptivo sin ser necesariamente explicativo, para ser aplicada personal y colectivamente, aunque como más adelante lo veremos, de ser vista como una ciencia, no es exacta.
A continuación se expondrán una serie de eventos y propuestas psicológicas que, para darle una lógica de presentación, se explicarán en un orden más o menos cronológico, ya que muchas de ellas coexisten al mismo tiempo. Recordemos que conocer la historia nos permite entender los orígenes del propio presente como área de conocimiento, es parte de su identidad y de los rumbos futuros de la misma.
Una aclaración antes de comenzar con nuestro recorrido es que muchas de estas propuestas se han ligado a nombres de personajes icónicos, apoyados por los relatos históricos; sin embargo, de estos relatos han sido desdibujadas las mujeres y sus aportaciones, así que considero que los rostros de la psicología son múltiples, elaborados, construidos y criticados por mujeres y hombres. De forma similar, lo aquí expuesto también tiene un sesgo europeo y estadounidense, no es que en América Latina y el Caribe no exista producción e historia psicológica, más bien, se presentan los que dentro de esta disciplina son momentos cruciales, antecedentes de lo que en nuestra región se construye como psicología.
Una de las ideas novel nace en la época de Descartes (siglo XVII), se trata de la separación de la mente del cuerpo. En parte, del intenso ejercicio epistolar con Isabel de Bohemia (Salmerón, 2009), los postulados de René Descartes se ven obligados a profundizarse, ampliarse o perfeccionarse, entre estos pensamientos está el dualismo de la materia y del espíritu.
Esta idea establece los cimientos para una psicología temprana, que poco a poco comienza a tomar una forma más independiente de la filosofía, no por la separación mente-cuerpo como si fuesen entes independientes; más bien por las preguntas posteriores que hará sobre la relación entre ambas, cómo interactúa la una con la otra, si la mente puede ser observada y cómo debería ser esa observación. Las primeras respuestas vienen de ciencias como la fisiología, la medicina e incluso de las teorías de la evolución darwinianas, que por un lado utilizan el método científico y, por el otro, dan pistas sobre lo que existe para ser observado.
Después, alrededor del siglo XVIII (Kenneth, 1998), el método científico, o método paso a paso con evidencias observables y resultados, comenzó a ser aplicado para cuestiones como la sensación, la memoria, el aprendizaje o aquellos fenómenos considerados “de la mente”. Sin embargo, esta propuesta resulta optimista ya que trata de medir lo que es observado y observable por medio de las conductas, también supondría una predicción y control de las mismas. A la fecha, tanto usted como yo sabemos que, en general, no hay principios o leyes que predicen o rijan el comportamiento o el pensamiento humano, de lo contrario habríamos encontrado una forma de erradicar conflictos culturales o sociales, incluso prevenir y subsanar el sufrimiento psíquico de por vida.
Ahora pues, cómo olvidar los trabajos de Anna Freud, Sigmund Freud o Melanie Klein (finales del siglo XIX), tres personajes destacados del psicoanálisis, el cual fue desarrollado como una forma de terapia para tratar a personas con trastornos mentales (Eysenck, 2019; Jaramillo, 2020), probablemente el nombre que más destaca es el de Sigmund Freud, quien en su momento supuso y propuso que los trastornos mentales tienen su origen en factores psicológicos más que en los físicos, específicamente a lo que no tenemos en la conciencia; es decir, son detonados por el inconsciente.
Como tal, el psicoanálisis no es lo mismos que la psicología y ninguna de ambas disciplinas es igual a la psiquiatría, aunque las tres tienen raíces similares. A menudo se encontrará en el plan de estudios de la licenciatura en psicología de las universidades que el psicoanálisis es parte de la psicología. No obstante, al psicoanálisis es recomendable tratársele como un soporte epistémico de la psicología (Jaramillo, 2020), puesto que es también una forma rigurosa de investigación y de cómo conocer el mundo (APM, 2020).
Sigamos entonces con la psicología, que se define como disciplina independiente a finales del siglo XIX y se encarga de indagar las cuestiones de la mente y los mecanismos que producen los comportamientos humanos (Ardila, 2019; Verdejo, 2018), esto va de la mano con el trabajo de Johan Friedrich Herbart en 1824, que inaugura a la psicología como independiente de la fisiología (Ardila, 2020).
Por otro lado, y por convención, se encontrará una y otra vez en el recorrido histórico de la psicología, que la creación del primer laboratorio experimental en 1879 por Wilhelm Wundt (Ardila, 2019; Eysenck, 2019) es el parteaguas de la psicología como disciplina consolidada; en este laboratorio se practicó un ejercicio llamado “introspección”, el cual consistía en pedirles a las personas participantes que hicieran un reporte y registro de sus propios pensamientos conscientes.
Aunque como todo devenir cultural e histórico, otras posturas encuentran a los métodos psiquiátricos, al psicoanálisis y a la introspección como perfectibles, de tal manera que en la década de 1940 (Fierro, 2020) surgen iniciativas que se enfocaron en observar la conducta; es decir, posturas “conductistas” que plantean incluso la factibilidad de la modificación de ciertas conductas simples o complejas como las fobias; entre sus principales exponentes están Watson, Skinner y Pavlov (Eysenck, 2019).
Al poco tiempo, en la década de 1950, las respuestas que da el conductismo parecieran despertar el interés en aquello que no es tan evidente y que sucede en la mente; se desarrollan las corrientes cognitivas de la psicología que se aproximan al procesamiento, adquisición, almacenamiento y transformación de la información (Ardila, 2019; Eysenck, 2019). Quizá estas palabras nos recuerden ahora a las ciencias computacionales; pues bien, de forma similar a estos sistemas, la mente es vista como un área compleja en donde se llevan a cabo procesos mentales como la memoria, la solución de problemas, el razonamiento, el lenguaje o la percepción.
Más cerca de las posturas actuales, no podemos ignorar el carácter social de la psicología (Ardila, 2019; Kenneth, 1998), de hecho, la psicología por sí misma es social, no solamente individual, ya que la individualidad se construye en cierta medida en relación con las otras personas. Allport (Eysenck, 2019) distingue justamente dos corrientes de la psicología social, una con herencia cognitiva estadounidense y otra con foco social, más europea y que a la fecha ha sido bien acogida por psicólogas y psicólogos de América Latina, ya que presta más atención a la vida social e interactiva que a los procesos cognitivos de las sociedades.
Como tal, las y los profesionales de la psicología surgen a mediados del siglo XX (Ardila, 2019), recordemos que en su mayoría las personalidades anteriormente vistas ejercían profesiones que aportaron las bases de la psicología como la conocemos; de hecho, Carl Rogers es un psicólogo pionero, ya que fue el autor del primer libro sobre psicoterapia escrita por un psicólogo (Fierro, 2020).
Como es de esperarse, la psicología, siendo parte de cada persona, adquiere matices distintos según la región, cultura y momento histórico, como lo muestran los párrafos anteriores. Entonces, en medida que las culturas, sus cosmovisiones y sus prácticas cambian, también lo hace la visión de la psicología (Ardila, 2019; Kenneth, 1998). Por ejemplo, en la actualidad, es de esperarse que la psicología que vivimos esté teñida por contextos de migración, globalización, tecnologías de la información, de la metainformación, crisis, deterioro y recuperación ambiental y conflictos ya no locales, sino mundiales que se transmiten en cuestión de segundos, lo cual supone un desafío tan complejo como la (pos)modernidad, más allá del sentido efímero y “líquido” de Bauman (2003).
¿Qué más puede esperarse de la psicología? La investigación y aplicación psicológica tiene un amplísimo potencial: neuropsicología, psicología del aprendizaje, psicología social (de herencia cognitiva y sociológica), psicología organizacional, evolutiva, del desarrollo, psicometría, lenguaje y comunicación, psicología cultural, psicología política, psicología y género, psicología forense, psicosexología; es decir, en cualquier aspecto de la vida y que en parte hace que los enfoques de la psicología sean tan numerosos y diversos (Eysenck, 2019).
Ahora bien, si nos enfocamos en las personas a las que irá dirigida, entonces podemos visualizar la psicología infantil, hacia las y los deportistas o la psicología gerontológica, también, si lo deseamos tenemos la aplicación de terapias específicas como las terapias de pareja, familiar, de grupos, de rehabilitación y reinserción, por mencionar tan sólo algunas.
Hablando sobre terapias, quizá una de las expectativas del imaginario general que se tiene del quehacer de la psicóloga o del psicólogo es, justamente, del tratamiento de las problemáticas o trastornos. Vale la pena señalar que no toda persona que estudia psicología es terapeuta, ya que se requiere de una formación específica para atender correcta y éticamente esta área de la psicología. Como ya lo veníamos anunciando en el recorrido anterior, una de las preocupaciones de la psicología es la intervención, por lo que una primera respuesta ante las necesidades de la sociedad es la creación y diseño de terapias psicológicas.
En la actualidad, más que hablar de una mente con enfermedad, que es la herencia psiquiátrica tradicional, la forma de ver (y por consiguiente, de tratar) las psicopatologías ha ido variando, desde algo intrínseco y personal hasta reconocer la influencia y las reacciones de la sociedad hacia las formas desadaptativas del comportamiento, dependiendo del contexto y momento (Huertas, 2019).
Piense en el siguiente ejemplo de la concepción de la homosexualidad, que antes era clasificada erróneamente como una “enfermedad mental” (APA, 2002); luego como una “desviación sexual” (APA, 1973), para después ser incluida en las “perturbaciones en la orientación sexual” (APA, 2002), hasta descalificarla, poco a poco, como una enfermedad o trastorno. Imagine ahora diez años en el futuro, en donde lo que ahora vemos como una “enfermedad” será conceptualizada en algo que todavía no conocemos, lo que ahora nos estremece será susceptible de ser reformulada por las generaciones siguientes.
La proyección de la psicología dentro de diez años no sólo se limita a la salud o a la enfermedad, de hecho ya comienza a verse un sinfín de posibilidades. Entre las que más entusiasman la imaginación son las posibles aplicaciones transhumanas y poshumanas, que no sólo se refieren a prótesis o implantes, también a las formas artificiales de reproducción, a la hibridación entre máquina y ser humano/a, a la trascendencia del cuerpo físico hacia una conciencia digital, individual o colectiva.
O, por qué no hablar de la vigencia que tiene y seguirá teniendo en la salud, específicamente en los contextos de pandemia. Simplemente en lo que va del siglo, en México (y el mundo) se han experimentado dos pandemias que han resultado letales: la del H1N1 y la del Covid-19. La primera de ellas nos hizo pensar en las posibles modificaciones en el comportamiento personal y colectivo para evitar la enfermedad; la segunda, nos demostró de forma contundente que el cambio conductual es cuestión de vida en el cuidado de la salud individual y colectiva (Vera, 2020).
A la psicología le queda claro que hay que ir más allá de la cognición, la emoción y la conducta para que, en cierta medida, ayude a explicar, prevenir e intervenir (Urzúa, Vera, Caqueo y Polanco, 2020) en la psique humana y, por supuesto, en las consecuencia mentales y emocionales de la población en general y de las y los cuidadores del sector salud, en donde estos eventos nos hacen repensar la realidad y lo que consideramos como “normal” en nuestro quehacer diario.
Por otro lado, lo que le concierne al presente, y a los próximos años, del estudio de la psicología es deconstruir y reconstruir experiencias psíquicas e historias en y desde nuestras condiciones y posiciones como habitantes latinoamericanos, como mujeres con nuestras antecesoras, como pueblos y personas indígenas, con historias de migración o como disidentes y diversas en lo sexual y en lo afectivo.
Éstas son historias abundantes y profundas que necesitan, en algunos casos, ser reivindicadas; en otros, ser deconstruidas, visibilizadas y, por qué no, necesitan romper con la tradición psicológica, que en algún momento desgraciadamente ayudó a formar historias de discriminación, como lo es el caso de la arcaica idea de una diferencia psicológica entre hombres y mujeres, en donde unos son los racionales y las otras las emocionales, como si fuese cosa de genética o como si la intuición no fuese tan valiosa como la lógica.
A modo de cierre de esta sección quisiéramos proponer que se vea a la psicología como un potencial de todo lo que acaba de leer, pero también como algo de la vida cotidiana (Højholt y Schraube, 2016), en nuestros propios pensamientos, comportamientos y en nuestras interacciones con las demás personas. También quisiéramos que se haga a la idea que usted ya tiene en sí misma/o conocimientos psicológicos sobre su propia cultura, estilo de vida, hábitos, sus problemas, sus reacciones, etcétera; porque es un punto de vista sobre lo que nos hace ser humanas y humanos y que a su vez integramos una comunidad.
Probablemente esta propuesta vulgarizada de la disciplina (o ciencia si así lo prefiere) resulte chocante y criticable, y que buen ejercicio sería éste para quien decida tomarlo, ya que no está de más practicar el asombro, como principio del saber (Guiu, 2000) o la pregunta filosófica de donde surge precisamente la psicología. Y es precisamente en la siguiente sección en donde se incita a practicar estas preguntas que podrían despertar el interés del estudiantado en la psicología.
¿UN CAFÉ FILOSÓFICO EN EL AULA?
Los cafés filosóficos son espacios de asombro, reflexión, escucha y diálogo (Brenifier, 1998; Galván, 2013, 2020). Sus orígenes pueden identificarse claramente en París, hacia el año 1992 con el filósofo Marc Sautet (Arnaiz, 2005; Brenifier, 1998), en donde como el mismo profesor lo menciona, un filocafé comenzó como un grupo de amistades que se juntaban en un café para reflexionar y discutir sobre temas libres. A partir de este momento, los cafés filosóficos se multiplican por distintas partes del mundo, incluyendo México. La intención es acercar la filosofía a las calles, a la comunidad, más allá del salón de clases en donde se había quedado por mucho tiempo. Curiosamente la práctica filosófica regresa al aula de forma didáctica.
Hasta ahora hemos apelado a la compatibilidad de la psicología y la filosofía, así que no es de extrañarse que la actividad que aquí les presentamos sea sobre filosofía aplicada. La siguiente propuesta forma parte de lo que las filósofas y los filósofos han llamado “prácticas filosóficas” (Arnaiz, 2007); en el sentido estricto de la palabra, este ejercicio idealmente debe de ser mediado por una filósofa o un filósofo; sin embargo, no existe una metodología concreta de aplicación.
Lo que sí es recomendable es que antes de comenzar nos preguntemos si nos interesa la filosofía, ya que en palabras de Víctor Hugo Galván (2020), es fundamental que como mínimo, quien anime el café filosófico debe estar interesado/a en la filosofía para, así, realizar preguntas verdaderamente filosóficas. Ya que queda claro que no todo café filosófico es filosófico en sí mismo, como lo diría Brenifier (1998).
¿Qué hace que una pregunta sea filosófica? Observe la diferencia entre estas dos preguntas: ¿qué es el tiempo? y ¿cuánto tiempo tarda realmente la Tierra en dar la vuelta al Sol? La pregunta que no tiene una respuesta rápida será una pregunta más adecuada para un café filosófico, en este caso la primera. La segunda pregunta por su parte en apariencia también es compleja, pero es una pregunta que en sí misma nos está dando una respuesta y ésa no es la intención per se; otro ejemplo de pregunta falazmente compleja es ¿por qué es tan fácil amar?, en lugar de ¿qué es el amor?
Dicho esto, pasemos a la propuesta con sus respectivas indicaciones; esta actividad está apoyada en una metodología general (Arnaiz, 2007; Galván, 2013; Tozzi, 2001) de cafés filosóficos que presentan sus variaciones dependiendo del lugar, la persona que anima la sesión, el público y los temas.
Nombre sugerido de la actividad: “A traer el (filo)café para la clase”:
• Finalidad: pensar juntas y juntos (Brenifier, 1998), tratando de salir del punto de vista usual para percibir lo poco habitual ayudado por las participaciones de las demás personas.
• Participantes: esta propuesta se orienta al estudiantado de secundaria, preparatoria o nivel superior. Su número varía según la propuesta; sin embargo, para esta actividad se sugieren alrededor de 30 estudiantes, aunque pueden ser más, dependiendo del manejo efectivo del moderador/a.
• Duración: dos horas por sesión, pueden ser las sesiones que la profesora o el profesor decida, aunque existen propuestas en población de bachillerato y secundaria que sugieren que sea una vez al mes (Peñasco, 2018). Se recomienda traer preparada las propuestas de pregunta(s) antes de comenzar, al igual que dejar preparado el salón.
• Espacio: como su nombre lo indica, los filocafés se suelen llevar a cabo en un café, estando dentro de un contexto escolar se incita a la persona que organiza y a las y los participantes que traigan su propia bebida, e incluso refrigerios de forma individual o para compartir. El salón de clases puede ser adaptado para que se forme un círculo en donde se integrarán las y los jóvenes. Las condiciones deben estar listas antes de comenzar el café.
• Moderador/a: la persona que modere puede ser un filósofo o filósofa o el mismo profesor o profesora. Serán sus funciones: abrir el café con la pregunta elegida por el grupo, puede llevar una serie de preguntas posibles que le permitan la continuación al diálogo para un momento de indagación. Preferentemente no deberá emitir su opinión personal ya que podría influir en las respuestas de las y los estudiantes. En dado caso, también será su función redirigir el diálogo cuando las participaciones se conviertan en confrontaciones y/o estén presentes los insultos, los cuales están terminantemente prohibidos.
• Materiales: refrigerios y si se considera necesario que cada quién tenga a la mano con qué y en donde anotar.
• Reglas: la primera regla, que incluso es considerada como regla de oro en el filocafé es que está prohibido interrumpir la participación de otra persona, lo que implica practicar la habilidad de escucha activa (Tozzi, 2001). Después, se debe levantar la mano para participar, además la participación deberá estar exenta de insultos y discriminación ya sea por género, etnia, orientación y preferencia sexuales, etcétera.
• Procedimiento:
1. En un primer momento hay que apelar a la capacidad de asombro de las y los estudiantes, ya que deben de ser temas relevantes para ellas y ellos, idealmente quienes participan en el café deciden qué tema tratar. En esta propuesta puede hacerse una lista exhaustiva de temas relacionados con la psicología, por ejemplo: la percepción, la voluntad, la inteligencia, el alma, los sentimientos, la realidad, la conciencia, la maldad, la bondad, la muerte, la felicidad, la belleza, la fealdad, la existencia, la locura, la enfermedad, la identidad, la persona, el amor, entre otros.
2. La moderadora o moderador da inicio al café filosófico con la pregunta elegida por el grupo, turnando las participaciones de las personas conforme levanten la mano.
3. Las participaciones deben de ser lo más concisas posibles para dar oportunidad de hablar al resto del grupo.
4. La persona que modere deberá seguir generando preguntas para abrir el diálogo, como lo haría una niña o un niño por ejemplo: si la pregunta inicial fue ¿qué es la conciencia?, preguntas posteriores a la participación de las y los estudiantes pueden ser ¿tienes conciencia?, ¿estás consciente?, ¿cómo lo sabes?, ¿la conciencia es o existe, o ambas?, ¿en dónde está la conciencia?, ¿existe una conciencia colectiva?, ¿entonces, hay conciencia individual?, ¿los animales tienen conciencia? Evitando juicios como, ¿por qué es tan difícil perdonar?, o ¿por qué las mujeres son más comunicativas?, ya que como puede observarse, ambas preguntas ya vislumbran la orientación de sus respuestas y dejan ver un sesgo sexista en el segundo caso. Otro ejemplo puede ser, ¿qué son las emociones?, ¿es la emoción lo mismo que sentimiento?, ¿qué son los sentimientos?, ¿qué sientes ahora?, ¿cuáles son las emociones?, ¿cuáles son los sentimientos?, ¿es posible perder sentimientos?, ¿las emociones y sentimientos se aprenden?, ¿cómo surgen las emociones?
5. Cuando se esté agotando el tiempo de la actividad, se le dará cierre, agradeciendo las participaciones sin dar una respuesta a la pregunta inicial ya que la finalidad es provocar un análisis introspectivo, seguir generando asombro en las personas participantes y, sobre todo, dejar más preguntas que respuestas.
CONCLUSIONES
A las personas que animan y atienden los cafés filosóficos o que se valen de los mismos como método didáctico en el aula, les queda claro que no es una forma rápida de conocer y aprender, que lleva su tiempo y que es a su vez una forma de construir colectiva y colaborativamente aprendizajes realmente significativos (Arnaiz, 2007). Por lo que el ejercicio que aquí se propuso es uno de constante ejecución para despertar paulatinamente el conocimiento que existe ya en el estudiantado. La promoción de la psicología vinculada a la filosofía nos hace recordar sus orígenes, que son el asombro y la fascinación por la mente humana, integrando por supuesto las experiencias personales, emociones, creencias o valores; al mismo tiempo que conocen lo que sus compañeras y compañeros tienen que decir y no necesariamente coincidir. Es así que la filosofía nos ayuda a vislumbrar los orígenes del conocimiento y cómo se crea el mismo (Braun, 2005).
Ni la psicología, ni alguna otra ciencia o disciplina es completamente impersonal, exacta o ascética, ya que justamente quienes hacemos ciencia somos personas con mentes distintas y afectos diferentes. Entonces, la forma de mirar al mundo, con nuestros propios sesgos y creencias, se verá directamente reflejada en nuestro quehacer personal y profesional. Como muestra de ello tenemos algunos sesgos en ciencias como la medicina, que tomó por mucho tiempo como modelo anatómico al hombre (un hombre europeizado, completamente habilitado física y cognitivamente), sin contar con las particularidades de las mujeres, trayendo como consecuencia ignorar algunos síntomas y signos particulares de las mujeres. Qué diferente hubiese sido la historia si la opinión y los conocimientos de las científicas y mujeres que practicaban la medicina hubieran estado presentes.
Pues bien, la práctica filosófica tiene este potencial de pluralidad de voces, y su aplicación en el aula permite el empoderamiento de las y los estudiantes. Así como ésta, existen muchas otras formas de apoyarnos en didácticas pedagógicas y filosóficas para la promoción de la disciplina psicológica, como los llamados dilemma training (IPP, 2018), que consisten justamente en la enseñanza colaborativa a través de los dilemas éticos; o los talleres filosóficos, y por qué no, expandir la mirada hacia poblaciones con una curiosidad filosófica casi intacta, como lo son las niñas y los niños, claro está que ya existen propuestas orientadas hacia ellas y ellos (Llano, Quintero, González y Machado, 2015).
Finalmente, no está de más recordar que las y los jóvenes que desean ingresar a la psicología como opción de estudio y profesional, ya poseen un conocimiento igual o más valioso que el conocimiento sistematizado de los planes de estudio.
Como se ha dicho anteriormente, se trata del conocimiento situado que poseen de sus experiencias e historias, su propia psique y subjetividad. ¿Qué es la subjetividad?, se preguntará usted, pues bien, justamente la construcción de la(s) subjetividad(es) es una experiencia original (Pavón-Cuéllar, 2019) y personal en donde las ideas se vuelcan sobre sí mismas, es por eso que no puedo ni debo decirle qué es la subjetividad. Éste es el ejercicio que se le propone en las páginas anteriores, que fortuitamente también será un ejercicio filosófico. De algún modo, despertando el interés hacia la psicología estaremos regresando a la filosofía de la vida, no como retroceso sino con nuevos ojos para mirar nuestros futuros.
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* Doctora en Psicología por la Universidad de Guanajuato; profesora de la Facultad de Psicología en la Universidad Autónoma de San Luis Potosí, SNI-Conacyt, candidata.