Читать книгу Aprendiendo con Freud - Lou Andreas-Salomé - Страница 11

CARÁCTER DEL CASTIGO

Оглавление

Mi habitación, cuya amplia ventana da a numerosos jardines y en la que no me despierta por la mañana más que el piar de los pájaros, parece concebida para el trabajo. Pero todavía no he conseguido iniciarlo. Hoy he leído el último número de Imago donde ha publicado Freud el más bello de sus artículos sobre los salvajes y los neuróticos.10 Me parece muy interesante comprobar como, en otros tiempos, la contravención de la moral era considerada una intromisión en las relaciones universales positivas, de modo análogo a como ocurre con las realidades científicas en el sentido que les damos hoy en día. Por ello, y aunque no pudiera apreciarse un castigo inmediato, recurrían a él en defensa propia (del mismo modo quizás a como se aísla a personas con enfermedades contagiosas o se queman objetos infectados). Freud ve ahí el origen del castigo y me parece a mí que es algo también presente en la venganza, en lo que impulsa a realizarla (lo que puede explicar igualmente por qué el vengador puede convertirse a continuación en el niño de la casa, concediéndosele el derecho a besar el pecho de la madre de familia). Creo que si insistimos más sobre el motivo que sobre la acción, es decir sobre lo que se considera su superior valor ético a posteriori, ello no nos revelará más que en apariencia el hecho ético en sí; a decir verdad, dicho valor surge de la contracción del carácter sagrado de las relaciones universales, de la necesidad práctica de contemplarlas de forma objetiva. Ahora se destaca al menos la nobleza humana. Y sin embargo, mientras que eso tiene lugar de modo creciente hasta alcanzar las mayores sutilezas morales, se relaja la unión con el auténtico sustrato vital, no subsistiendo más que bajo la forma de esa hijastra de la moral que es la higiene. Y tan sólo en éxtasis tan opuestos a la moral, como los que acompañan los más nobles egoísmos, es cuando, desbordados de entusiasmo, alcanzamos una vaga intuición de lo que los hombres más primitivos supieron siempre, que tan sólo debemos obedecer al imperativo de la vida y que la «alegría es perfección»11 (Spinoza).

Aprendiendo con Freud

Подняться наверх