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TÉCNICA DEL SUEÑO Y DE LA VIGILIA, TÉCNICA POÉTICA

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Al igual que los sueños son racionalizados según su contenido latente33 hasta alcanzar las manifestaciones oníricas que recordamos, lo mismo ocurre con nuestra vigilia; sólo que, desde nuestro punto de vista de seres despiertos, ignoramos totalmente y no adjudicamos el menor valor a la labor latente sí es que llegamos a apreciarla. A decir verdad, nadie está totalmente libre de la sensación de vivir detrás de una cortina su propia vida, más allá del desarrollo plenamente consciente de los aconteceres de su existencia. Cuando se pone tan fácilmente en duda la veracidad de un diario íntimo o de unas memorias, no es sólo por sus omisiones conscientes o semiinconscientes, sino y, sobre todo, porque las memorias, lo mismo que el relato de un sueño, contienen ya una racionalización de lo vivido y eo ipso una falsificación de sus contenidos latentes. Y cuando uno mismo recuerda el camino recorrido, no deja de sorprenderle lo discontinuos que son y lo mal seleccionados que están los puntos retenidos por su memoria; como el paso de unas cosas a otras y los puentes lógicos de la reflexión establecen las conexiones y como algo que habíamos considerado «inolvidable» llama la atención por su banalidad, indiferencia y falta de sentido, mientras que debemos comprobar dolorosamente como procesos que habían reclamado nuestro mayor interés, se han vuelto imprecisos, justamente en aquellos rasgos más preciosos para nosotros. Sin embargo, en cada uno de estos puntos, al igual que como sucede con los sueños, se puede extraer de estos fragmentos, por asociación, aquello que es importante a nivel latente y veremos aparecer en todas sus líneas, descendiendo verticalmente a las profundidades y truncada en su parte superior, una imagen nueva totalmente distinta que la que nos es ofrecida por la horizontal de nuestra memoria vigil que racionaliza.

Del mismo modo podríamos imaginar una técnica literaria (¡este viejo sueño mío!), que no satisfaga más que aquella unidad formal sobre la cual volcar toda la fuerza de la creación poética en lugar de hacerlo sobre la descripción espacio-temporal de la que todos intuimos debe ser apoética, es decir, simple y verdadera como una información fáctica; y que por esa misma razón se margina a todo hombre maduro, por otra parte superior en el plano poético-épico; de este modo, esta técnica conduciría a la disección psicológica de lo más profundamente individual que ha dado origen a la novela psicológica, esperando, con razón, no poder completar la descripción más que en el plano espiritual; en su lugar, esta disección posee un efecto abstracto y apoético sobre la imagen coloreada de la vida y pierde precisamente la unidad de las formas a través de su individualización. En su lugar, debería sujetarse a aquello que únicamente puede ser realizado de forma sugestiva por la fuerza poética: justamente esta unidad que el método psicoanalítico no alcanza más que fragmentariamente; ya dijo Freud que la estructuración (de atrás a delante) de un análisis acabado exigiría la habilidad de un artista.34 Lo superindividual permanece por sí mismo detrás de lo típico en la configuración particular en cuya especial forma todos se reconocen, reapareciendo así los más grandes y sencillos temas tal y como gustan a los niños y como han sido creados por las leyendas. Sí, el cuento mismo, este descendiente de la leyenda, se vuelve así auténtico y posible (y no simple «imitación»). (Al margen:) La poesía es algo entre el sueño y su interpretación.

Al despertar de un sueño se retiene, con frecuencia, sin tener en cuenta su contenido, un estado de ánimo alegre o, por el contrario, se siente uno desgarrado: es ahí que se siente con la mayor claridad que la unidad intrínseca de la constitución reside mucho más allá de los fragmentos del sueño. Pues si el sueño se divide y se multiplica, no lo hace sino para salir al paso de la racionalización. Al contrario ocurre en la vigilia, estado de vigilia lógica: cuya realidad reside por completo en la división del yo y de lo opuesto a él: para poder vivenciarse interiormente a sí mismo, tiende a la unificación. Lo irreal en la vigilia es precisamente aquello que permanece en lo puramente subjetivo sin hallar modos de conexión con el mundo exterior puesto que éste forma parte de él y no es superable más que artificialmente. Lo irreal en el sueño es, en consecuencia, precisamente la aparente salida fuera de lo subjetivo en todas sus múltiples realidades, pues éste tiende a evadirse de la realidad básica del inconsciente que abarca conjuntamente al sujeto y al objeto.

Al poseer esta tendencia, el sueño contiene un rasgo de lo patológico que define a la neurosis y, en último término, al delirio. Al tener la vigilia la tendencia opuesta a resumir de nuevo, su realidad se hunde entonces en la del inconsciente; en el camino, sin embargo, cada instante de la vida, la existencia vigil no es más que un principio deslindado pero igual al enfermo, sólo que mejor adaptado a su finalidad. Desde el primer impulso creador de sueños hasta el más consciente, no son más que etapas del camino.

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