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CURSO (V)
Sueño de deseo. Repulsión y sexualidad
(sábado, 50 de noviembre de 1912)

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Freud señala el por qué no debe asimilarse la denominación «sueño de deseo», sueño de satisfacción del deseo45 a la de contenidos del sueño (confesiones, advertencias, proyectos, etcétera), o por lo menos sólo del mismo modo a como nos referimos inadecuadamente a «médicos de mujeres» o «médicos del estómago». Sin embargo, creo que la expresión «satisfacción del deseo» suena demasiado acabada, y que por ello mismo se presta a equívocos; su matiz, al igual que ocurre con toda la terminología freudiana, resulta excesivamente definido, exageradamente fuerte y claro; tras ese «deseo», azul como el anochecer y preñado de nostalgia, se oculta algo mucho más claro y translúcido: nuestro ser original mismo, del que se han desprendido las reflexiones de la vigilia y que se realiza en el silencio de nuestro sueño.

Se habló de «la terquedad y el erotismo anal».46 El «carácter anal» fue presentado como «resultado de la sexualidad» pero se lo relacionó demasiado superficialmente con castigos recibidos en dicha zona. Esto puede llamar a engaño ya que el erotismo anal es algo ligado a problemas mucho más complejos. El excesivo colorido de la misma palabra es algo que dificulta su investigación, como si las personas pudieran sobrepasar los tonos entre amarillos y castaños que parecen caracterizarlo. Provenimos de la tierra, y en ella también se hallan los orígenes de nuestro carácter y de nuestra sexualidad; y la tierra es también el tamiz a través del cual puede filtrarse el producto más sucio hasta alcanzar la calidad más depurada, superior, si cabe, a la que podrían ofrecer los filtros más perfectos, dejando así que se abran paso hasta nosotros los manantiales más cristalinos. Es interesante reseñar como la repulsión más sana —y hasta cierto punto la única repulsión «sana» y natural— común a todos nosotros es precisamente la ligada a lo concerniente al auténtico origen del hombre (de forma parecida a como ocurre en el bello comentario de Freud a la leyenda de Macduff,47 en la que la angustia más primitiva y acaso prototípica se halla referida al proceso de nacer, al nacimiento mismo). Todas las repulsiones del neurótico no son más que la imagen agrandada de esa repulsión inicial, mostrándonos así la profunda relación que existe entre lo valioso y lo carente de valor, entre lo «malo» y «malvado» y lo mejor y lo más creativo que integran toda conducta humana. Pocas consideraciones «éticas» y «estéticas» hay que no tengan aquí sus más profundas raíces.

Pero es interesante también el que la primera y más imperiosa de las repulsiones aleje, desde el primer momento, de la sexualidad. Ello constituye un problema por sí mismo. También cuando esta repulsión aparece relacionada con lo anal como resultado de la represión (educación), es algo que todos aceptamos unánimemente como propio de la evolución natural, por otra parte exclusivamente humana. Aquí reside naturalmente un problema. La sexualidad humana normal alcanzaría su madurez únicamente desde el momento en que se la distingue de la excreción de lo inorgánico.

Aprendiendo con Freud

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