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COLOQUIO VESPERTINO
Freud sobre Alder
(miércoles, 4 de diciembre de 1912)

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Casi un debate sobre Adler. Freud habló extensamente sobre el tema. Tomó como punto de partida su observación de que la envidia del pene49 existe ya antes de que se produzcan diferencias o comparaciones «sociales»; su origen es consiguientemente más profundo y no exclusivo de las capas superiores, únicas consideradas por Adler (de forma que para él todo parece suceder en un mismo plano). La hija del portero envidia muy pronto a la hija del banquero, mejor vestida, sin por ello volverse neurótica: más bien será la otra quien se vuelve más tarde así. Por otra parte, muchos individuos con alguna deficiencia orgánica no se convierten en neuróticos por tal motivo. Rosenstein defiende a Adler.

Y en parte, también lo hace Hitschmann50 quien afirma que la consciencia de la inferioridad ocupa siempre un primer plano de las neurosis, por lo cual los enfermos se sienten concernidos, aliviados y comprendidos por la teoría de Adler (compadecidos también, puntualizó Tausk). Pero este tratamiento se interrumpe antes de alcanzar la neurosis propiamente dicha, mientras que en Freud, en lugar de producirse prontos sentimientos de alivio, nos encontramos con la aparición de resistencias. En este sentido, el libro de Adler hace bien en conformarse con su título: Über den nervöse Charakter [Acerca del carácter nervioso].

De hecho, los métodos terapéuticos de Freud y Adler son tan distintos entre sí como el bisturí y la pomada. Al no considerar Adler más que aquello que es fisiológico y lógico, renuncia eo ipso a modificar un estado inconsciente fisiológicamente fundamentado y lógicamente interpretado. El arrangement, por ejemplo, fruto de la sobrecompensación orgullosa de quien padece una minusvalía física, como defensa frente a la humillación que le supone el compararse con los demás, hace posible que podamos detectar tal arrangement como lo que en realidad es; pero el hecho de que este exagerado amor propio tenga su raíz en una actitud sexual perturbada hacia los demás, es algo que no puede llegar a hacerse consciente, pues se sitúa, precisamente, por debajo de los arrangements de la consciencia. El tajante alejamiento de la «realidad», característico de los neuróticos, opinión también compartida por Adler, es algo que limita, en cierto modo, su propia visión de las cosas. Quiere convertir las cosas reales en símiles (algo que la persona normal realiza constantemente y con provecho al apoyarse en su propia naturaleza), pero bajo mano, el arrangeur, la personalidad en cuestión, se convierte en ficción de sí misma, no dispone ya de sí, no le queda más que abrirse paso con ella al igual que sucede con el «como si» de sus arrangements. Pues se ignora y omite esta capa de auténticas conquistas freudianas a partir de las cuales asciende hasta el yo, cuyo carácter inconsciente toma como base de sus interpretaciones conscientes a despecho de su extensa realidad.

Por ello no pudo convencerme Adler algunos días después (el 9 de diciembre), en el curso de una disputa personal, a pesar de que dio muestras de ingenio afirmando que era lo mismo lo que manifestaba el cuerpo a través de sus órganos que el yo con sus expresiones lógicas, y que, en consecuencia, no existía ningún espacio intermedio para la teoría de la libido.51 Tuve la sensación de que su defecto es precisamente su falta de intuición.

Discutimos hasta calentarnos los cascos atravesando finalmente las calles a todo correr. Me conmovió el que me acompañara fielmente.

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