Читать книгу Aprendiendo con Freud - Lou Andreas-Salomé - Страница 13

CURSO (II)
Inconsciente, complejo, pulsión
(sábado, 2 de noviembre de 1912)

Оглавление

De nuevo, una introducción; ésta sobre el concepto de inconsciente17 examinado desde tres distintas vertientes (descriptiva, dinámica y sistemática). Me pareció nuevo en sus labios el que afirmara que el material del inconsciente no tiene por qué estar exclusivamente formado por lo reprimido,18 sino también por aquello que, llegado muy cerca de la conciencia y ya a sus puertas, ha sido inmediatamente excluido de ella. Esta concesión pudiera tener grandes consecuencias.

Las controversias del momento se ven estimuladas por el hecho de que Freud no pierde oportunidad de pronunciarse sobre los disidentes. En esta ocasión se refirió con toda claridad a la defección de C. G. Jung.19 Había una línea y refinada maldad en sus esfuerzos por hacer (terminológicamente) superfluo el concepto de «complejo»:20 esta expresión había sido introducida por comodidad como término, sin asentar sobre terreno psicoanalítico, del mismo modo como el exótico dios Dionisos se vio elevado artificialmente a la dignidad de hijo de Zeus. (Llegados a este punto, Tausk, que vestía todavía su bata blanca, pues acababa de llegar de la Clínica Psiquiátrica, y que ocupaba un lugar junto a Freud, no pudo evitar una sonrisa).

El concepto de complejo se referiría a la sustancia, al contenido (como lo concibe la escuela de Zúrich sobre la base de las reacciones asociativas a estímulos verbales), pero sin significar nada en cuanto a su efecto o morbilidad, puesto que cada uno posee su complejo de padre y de madre, etcétera. No menciona Freud el hecho de que esta palabra se adecua perfectamente a su representación de una energía succionante que atrae hacia sí todo cuanto es análogo de un estado de cosas inconscientes determinadas, y lo útil que es por afirmar un carácter intermedio entre la salud y la enfermedad. Todo el mundo tiene complejos, pero su particular intensidad constituye si no una enfermedad, por lo menos una predisposición a ella, porque ejerce fatalmente su atracción compitiendo con una elaboración consciente de las cosas. En cuanto al concepto de pulsión,21 Freud se sirve de la definición habitual según la cual «asienta sobre lo orgánico». Pero mientras la teoría de la pulsión se limite a ser aquello que opone a fisiólogos y psicólogos o incluso el objeto de muchos reproches, su sentido se mantendrá sin clarificar, incluso en Freud. También en él permanece como una expresión nacida de la confusión existente entre las ciencias de la naturaleza y del espíritu. Quizá sea por esta especial situación que Adler no haya podido colocar la vida pulsional más que entre los signos simbólicos de sus reglas del juego psíquicas. Pues si la pulsión no es, hasta cierto punto, más que una noción límite examinada desde dos perspectivas distintas, el contenido específico que se le atribuye no sería sino resultado de un doble error óptico.

Pero aquí aparece nuevamente la grandeza de Freud en la forma como trata estas cuestiones, atendiendo tan sólo a sus efectos e ignorando tan filosóficas preocupaciones. Partiendo de estos terrenos, y antes de conocer en qué dominios penetraba, supo trazar su mapa con la única ayuda de aquellos perdidos tránsfugas cuya propia necesidad había conducido a ignorar las fronteras existentes. En las enfermedades psíquicas alcanzó a coger al vuelo aquella vida que se hallaba atrapada e indefensa en el quicio de una puerta entreabierta hacia nosotros y sin conseguir evadirse hacia lo meramente orgánico (a donde todo se evade, es decir, donde se convierte en «físico» para nosotros; lo que, entiendo, no podemos acompañar de nuestra comprensión psíquica), obligándola a hablar y a responder. No puede describirse de mejor manera el gran descubrimiento de Freud que afirmando que ha convertido la inquietud de la vida psíquica en la serenidad de la ciencia; precisamente allí donde la imagen psíquica amenaza con salirse fuera del marco del examinador, porque la enfermedad ha deformado sus normales contornos, Freud ha conseguido acercársele por los dos lados: tanto desde el lado de la vitalidad imposible de aprehender, y que en condiciones normales no es accesible a la ciencia, como desde la descomposición en elementos que no se conocía hasta ahora más que como manifestaciones de degradación psíquica. Por ello no es casual que haya sido un médico quien tuviera que descubrir el huevo de Colón, pues él es quien descubrió que la solución estaba en apoyarlo por el lado roto.

Aprendiendo con Freud

Подняться наверх