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C. G. JUNG, LIBIDO

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He leído su último y desastroso trabajo;26 el doctor Tausk me trajo al hotel el Jahrbuch [Anales] para que pudiera tenerlo un día. Desgraciadamente, por culpa de Harden,27 que venía insistiendo en que nos viéramos, he decidido perderme una clase de Freud.

En mi veloz repaso del largo trabajo de Jung, he llegado a la siguiente conclusión: su principal error coincide con el de Adler; la síntesis prematura y consiguientemente estéril. Sólo que Adler no está embaucado por la teoría de la evolución y la verborrea del monismo y de la energética, y procede más filosóficamente, es decir, parte del hecho consciente en sí. Jung procede a la inversa: quiere explicar la libido genéticamente, y para que pueda abarcarlo todo en su interior diluye sus extremos según le conviene. Así, se le adjudica un estadio presexual, al que pertenecen ya pulsiones yoicas como el hambre, etcétera, y se sublima en forma postsexual dando lugar a todas las potencias del alma. No es posible apreciar con mayor claridad que en esta verborrea pseudofilosófica que el auténtico monista, es decir, el pensador unitario, es precisamente aquel que, empíricamente hablando, permite la subsistencia de cualquier dualismo, es decir, la polaridad dada de toda manifestación a fin y efecto de no desposeerla de la vida por necesidades de una sistemática árida y subjetiva.

Me han complacido las consideraciones de Jung sobre los pensamientos incestuosos y su extensión a la «añoranza del seno materno».28 Las simbolizaciones sexuales hallarían aquí un lugar adecuado para ser formuladas, presuponiendo que no las haga resaltar con el único objeto de debilitar el término prohibido de incesto. A veces llega uno a sospechar que la disputa terminológica desembocará en otra mucho más profunda y en absoluto ceñida a las palabras.

Aprendiendo con Freud

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