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I. FRANCO VOLPI Y EL NIETZSCHE COLOMBIANO

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Si Nicolás Gómez Dávila no es ya el “ilustre desconocido” del que hablaba todavía en 1991 el peruano José Miguel Oviedo al final de su Breve historia del ensayo hispanoamericano –una de las pocas obras que señalaban a este insólito intelectual mientras aún vivía1–, gran parte del mérito es de Franco Volpi.

Hacia fines del siglo pasado, percatándose de la producción de aquel que, por las frases cortantes que constelan tantísimas de sus páginas, le evocaba la imagen de un Nietzsche colombiano2, el inolvidable filósofo del Ateneo de Padua, prematuramente desaparecido en abril de 2009, se había afanado no poco en difundir el conocimiento de su obra principal: cinco volúmenes que llevan en los títulos la palabra Escolios, editados casi a escondidas en Bogotá en el arco de poco más de quince años. Además de ocuparse de ellos con intervenciones en prestigiosos diarios europeos3 y con contribuciones destinadas a la literatura especializada4, Volpi había promovido, en efecto, tanto su reedición por el editor Villegas de Bogotá, que vio la luz en 20055, once años después de la muerte del autor, como la traducción al italiano para la editorial milanesa Adelphi, realizada, si bien solo en parte, entre 2001 y 20076.

Y así los Escolios a un texto implícito de Gómez Dávila, que se remontan a 1977 y se subdividen en dos tomos, al igual que sus Nuevos escolios a un texto implícito, que, distribuidos también en dos libros, datan inicialmente de 1986, y que los más recientes Sucesivos escolios a un texto implícito, publicados ya en 1992, han llegado a ser familiares para un público, si no extenso, sin duda ya no exiguo. Un público que ha crecido con el tiempo y que con seguridad seguirá ampliándose en virtud de las traducciones a lenguas distintas de la nuestra italiana7 –a la que recientemente han sido nuevamente vertidos los dos tomos de 19778– y de las compilaciones antológicas (no solo del original español) de que han sido objeto9; y gracias también a la ulterior reedición de todos los Escolios debida al empeño de Jacobo Siruela, de Ediciones Atalanta de Girona, el cual los ha reunido en 2009 en un único volumen bajo el título de Escolios a un texto implícito, anteponiendo un denso ensayo de Volpi, “El solitario de Dios”, que, aparecido primeramente en Bogotá en 200510, introduce magistralmente en la vida y los escritos de Gómez Dávila.

Por qué caminos se haya encontrado con él, descubriendo así esa que definirá como la gema más luminosa y escandalosamente descuidada por el continente latinoamericano11, Volpi, por otro lado, no lo declara. Pero se puede suponer que descubriera al talento de ultramar frecuentando, como era su costumbre, el mundo de lengua alemana. Ahí es, en efecto, donde habían comenzado a circular, antes que en cualquier otro ámbito y casi en sordina, traducciones –patrocinadas por la editorial conservadora vienesa Karolinger– de extractos y luego de tomos enteros de los Escolios, como anota el mismo Volpi12. Y es allí donde hombres de cultura como Dietrich von Hildebrand, Botho Strauß, Martin Mosebach, Ernst Jünger y otros más mencionados por Giovanni Cantoni13, exhibiendo un dominio pleno y directo de la obra más importante de Gómez Dávila, habían evidenciado de forma pionera su altura, también por medio de artículos publicados en periódicos de gran difusión14.

Enrico Berti, maestro de Volpi, no excluye, no obstante, que este haya tenido conocimiento de los Escolios con ocasión de uno de sus viajes a América Latina, quedando rápidamente seducido por ellos. El discípulo, añade Berti15, mostraba una intensa admiración hacia su autor, semejante a la manifestada “por otros filósofos de derecha16, como Jünger, Schmitt, el mismo Heidegger, aun siendo él seguramente hombre de izquierda”. Elocuente, a este respecto, es lo que escribe Volpi al final del texto que hubiera debido servirle de guía para una comunicación prevista para octubre de 2007 en Santiago de Chile, en el ámbito de un congreso de fenomenología y hermenéutica, más tarde sacrificado en beneficio de otro17 y enviado finalmente a una revista mexicana de filosofía. “No pensamos en la metafísica”, así es como se expresa, “ni de manera continental ni de manera analítica: la pensamos de otra manera. Pensamos que la metafísica, como todos los verdaderos problemas filosóficos, no tiene solución, sino sólo historia. Se trata de reconocerla salvaguardando el sentido de la problematización radical del que surge y en el que revierte la filosofía en tanto que es ‘un interrogarlo todo, que es todo un interrogar’”18. Ahora bien, si en estas últimas palabras, como subraya Berti19, se reconoce la enseñanza de Marino Gentile, el maestro del propio Berti al que Volpi había tenido la posibilidad de frecuentar durante algunos años, en la referencia anterior a todos los verdaderos problemas filosóficos, que no tienen solución, sino solo historia, se advierte al Gómez Dávila de los Escolios, como confirmarán las páginas siguientes.

Lo jurídico como categoría del espíritu.

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