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EL MITO DE LA CREACIÓN EN ORIENTE
ОглавлениеEntonces no existía ni lo que es, ni lo que no es. No había firmamento ni había cielos más allá del firmamento. ¿Qué poder había? ¿Dónde? ¿Quién era ese poder? ¿Había allí un abismo de agua sin fondo? Entonces no había muerte ni había inmortalidad. No había señales de día ni de noche. El Uno estaba respirando por su propio poder en una paz infinita. Solo estaba el Uno, no había nada más. La oscuridad se escondía en la oscuridad. El todo era fluido y sin forma. Y en ese momento, en el vacío, por el fuego del fervor, surgió el Uno.
RIG VEDA
Ya ves que esto no explica nada, es como decir Big Bang. Puede que te preguntes: «¿Y qué es el fuego del fervor? ¿Y por qué se encendió? ¿Por qué no se quedó en eso, en un océano sin forma? ¿Acaso no estaríamos todos mucho más tranquilos?». Ni tú ni yo estaríamos aquí. No podríamos compartir nuestras ideas, ni tampoco nuestras alegrías o tristezas, ni yo te estaría dando la lata; seríamos todos un océano sin forma, pero estaríamos mucho más tranquilos. Pues no. Nadie nos explica por qué a este océano sin forma, que es la energía cósmica y que es Dios, se le ocurrió agitarse y hacer que emanara todo este disparate. Podía haber pasado sin ello, pero aquí estamos. Este mito tampoco nos explica a qué vino este capricho del Uno y que estemos aquí.
Hay otro intento de explicación en los Vedas:
Y en el Uno, surgió el amor. El amor es la primera semilla del espíritu, que esta verdad los sabios la encontraron en sus corazones. Buscando en sus corazones con sabiduría, los sabios encontraron esa ligazón entre el no ser y el ser. Pero ¿quién sabe, en verdad? ¿Quién puede decir de dónde y cómo se alzó este universo? Los dioses llegaron más tarde que su principio. Por lo tanto, ¿quién puede saber de dónde viene esta creación?
Como ves, por lo menos reconocen que no tenemos ni idea. «Solamente aquel dios que ve en los más altos cielos, solamente él sabe de dónde viene este universo y si fue hecho o es increado. Solamente él sabe, o a lo mejor ni él lo sabe». Ya ves que explicar la creación es bastante complicado y nadie se moja, ni Biblias ni Vedas, porque no saben cómo pasó. Los científicos lo llaman Big Bang y creen haber explicado algo, pero seguimos sin entenderlo. Por eso aún hay ateos y creyentes.
En cuanto al concepto de atman es lo más parecido a lo que nosotros llamamos alma o espíritu. Este concepto está en uno de los Upanishads, el Chandogya, que lo cuenta de esta manera:
Un joven monje, Svetaketu, abandonó la casa de su padre, a la edad de doce años, y habiendo aprendido los Vedas, volvió a su casa a los veinticuatro años, muy satisfecho de sus conocimientos y teniendo una gran opinión de sí mismo. Su padre, observándolo, dijo: «Svetaketu, hijo mío, parece que tienes muy buena opinión de ti mismo, crees que eres un hombre de letras y estás orgulloso. ¿Has preguntado por ese conocimiento por medio del cual lo que no se oye se oye, lo que no se ha pensado se piensa y lo que no se conoce se conoce?». «¿Y cuál es ese conocimiento, padre?», preguntó Svetaketu. «Conociendo un puñado de arcilla, hijo mío, todo lo que es arcilla se puede conocer, ya que cualquier diferencia son solo palabras y la realidad es la arcilla. De la misma manera que viendo un trozo de oro, todo lo que es oro se puede conocer, porque lo otro son diferencias en palabras, y la realidad, la esencia, es el oro». «Ciertamente —contestó el hijo— mis maestros no me dijeron nunca esto. Si lo hubieran sabido, ¿por qué no me lo habrían dicho? Explícame más, padre». «Muy bien, hijo mío. Toma esta sal y ponla en agua y ven a verme mañana por la mañana». Cuando regresó el hijo, su padre le dijo: «Dame la sal que ayer pusiste en el agua». Cuando la buscó no la encontró porque se había disuelto. «Toma un sorbo por un extremo. ¿Cómo es?». «Salada», dijo el hijo. «Toma un sorbo de en medio ¿Cómo es?». «Salada», dice el hijo. «Toma un sorbo por el otro extremo. ¿Cómo es?». «Salada». Y su padre insistió: «Ahora busca la sal y tráemela otra vez». El hijo lo intentó y le dijo: «No puedo ver la sal, solamente veo agua». Y entonces el padre concluyó: «De la misma manera, oh hijo mío, no puedes ver el espíritu, pero en verdad él está aquí. Una esencia sutil e invisible. Eso es el espíritu de todo el universo. Eso es la realidad. Y eso eres tú». «Tat tuam asi», en sánscrito.
La esencia del universo, esa sal que está como disuelta en el agua de la realidad, que está penetrándola, que no la sabemos separar, que no la vemos, pero está ahí, eso es el espíritu, eso es atman. Solo que si está dentro de una persona, se llama atman, y si es en el todo se llama brahman, pero es lo mismo, como el agua del océano y una gota de agua.
¿Una gota es el océano o no es el océano? Ya estamos con las trampas de la razón. La lógica de Aristóteles siempre nos coarta hacia lo espiritual tanto como nos ayuda con lo material. Con un pensamiento ordenado en sujeto, verbo y predicado que es lineal no se pueden entender las interpenetraciones y transformación de una realidad, que es una red de sistemas interconectados en resonancia. Al no poder explicarlo con un lenguaje basado en la lógica de Aristóteles, hay que utilizar símiles: la sal disuelta en el agua, una gota en el océano. ¿La gota es el océano o no? El océano es la gota y la gota es el océano. Pues atman y brahman son lo mismo. Brahman es todo, todo este universo es brahman. Y cuando está aquí, este trocito mío es atman, que es parte y todo a la vez. Yo soy brahman y brahman soy yo. Si hubiera dicho esto en España hace doscientos años posiblemente hubiera muerto en la hoguera, porque a esto se le llama panteísmo, que es, junto con la culpa, lo que diferencia la religión occidental de la oriental.
Atman es brahman, esta es la base de los Upanishads. «Tat tuam asi». «Eso eres tú». Aquí no nos lo dicen. Aquí nos dicen: estamos nosotros, en el mundo, un valle de lágrimas, y hay otra cosa que está ahí fuera que no tiene nada que ver con nosotros y a la que hay que rezarle, suplicarle... En cambio, allí no es así. Allí no hay división entre estos dos ámbitos, y por lo tanto, las maneras de dirigirse a esta realidad son diferentes. Si tú no tienes nada que ver con ella, has de implorar, suplicar, rezar, etc. Si tú eres ella, ¿qué tienes que hacer? Descubrir que tú eres eso. Fusionarte con el todo. A esa experiencia se le llama iluminación satori o samahdi. San Juan de la Cruz se refiere a ella poéticamente: «Amada en el Amado transformada».
Quedeme y olvideme,
el rostro recline sobre el Amado;
cesó todo y dejeme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.