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«SAT», «CHIT», «ANANDA»

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Los tres conceptos básicos que proponen los Upanishads son sat-chit-ananda («ser, consciencia, gozo»). Si yo tuviera que elegir una frase corta como divisa sería esta: «ser, consciencia, gozo», que son la finalidad de la vida. Estamos aquí sobre estos tres pilares: ser es existir; si no hay ser, todo lo demás huelga. No te voy a explicar lo que es el ser, porque aquí estamos.

Sobre la consciencia sí se pueden hacer unos comentarios. Consciencia quiere decir un estado de percepción, y en el sentido sánscrito de chit, esta consciencia no es el estado en el que estoy ahora, que estoy escribiendo, es el estado que pedía Patanjali en sus aforismos sobre Yoga: «Detén los movimientos de tu mente». Al volverse hacia dentro y parar los movimientos de la mente, viene ese silencio interior, que es la consciencia de que hablamos, chit.

La tercera columna es una pulsión, una sensación, el gozo, ananda. Ananda es gozo. Y eso ya no es un estado ni una sustancia, es una pulsión. El gozo es estar contento, y estar contento es un estado emocional, pasional, es una pulsión. Esa es la finalidad: ser, consciencia y gozo. Estamos aquí para eso. Hacemos todo lo demás, pero al final del día, las tres gracias de esta vida son: ser, ser conscientes y gozar. Se le llama también ser felices.

El gozo es sensación de libertad infinita, de expansión. Aquí, en Occidente, como vivimos en una sociedad de consumo, nos han explicado que el gozo se consigue a base de comprar, de tener, de que Fulanita me quiera, de que soy muy rico y me compro un coche, luego un yate, ahora otra casa. Tremendo error. Lo que nos dicen en Oriente, y que nos sirve de contrapunto, es que vale tener esas cosas sin apegarnos a ellas. ¿Por qué no? Algo hay que hacer. Ahora yo estoy escribiendo para contarte esto, pero podríamos estar pescando, o podrías estar tú probándote un pañuelo, que algo hay que hacer para estar vivo. Lo importante es no apegarse a lo que se tiene. La actitud de no apego es lo fundamental. Por eso he dicho que incluso se pueden tener cosas, si se observa la actitud sana de no depender de ellas. El desapego es no depender de las cosas. Cuando uno no se empeña en nada no hay conflictos. Es muy fácil de entender: si yo quiero que haga sol y está lloviendo, tengo un conflicto. Ahora bien, si a mí me da exactamente igual, cuando llueve, pues estupendo, llueve. Si hace sol, pues también estupendo. ¿Hace viento? Estupendo. ¿Fulanita no me quiere? A otra cosa. No es fácil practicar lo que estoy diciendo. Es muy fácil decirlo, las palabras son gratis, pero se te van trozos de alma en conseguir el no apego.

Te cuento esto para que entiendas la importancia de aceptar que no siempre podemos conseguir aquello que deseamos y que hemos de saber manejarnos con ello, porque la infelicidad viene del desajuste entre lo que hay fuera y lo que hay dentro. Lo que hay fuera no se suele poder cambiar. Con dinero a veces se cambia alguna cosita de lo que hay fuera. Pero es muy caro. Es mucho más barato cambiar lo que hay dentro, que es lo que yo quiero, mis deseos, mis expectativas, mis manías, mis ilusiones, mis esperanzas. Eso es mucho más barato de cambiar, porque es un factor de voluntad. Lo de fuera es mucho más difícil de cambiar, porque hay que contar con seis mil millones de seres humanos, la materia y la gravitación universal. Mejor cambiar lo de dentro.

Pero fíjate en que la infelicidad es el desajuste entre lo que hay dentro, o sea, lo que queremos, nuestras expectativas, nuestra actitud, y lo que hay fuera. Por lo tanto, el gozo, la felicidad, ananda, es la fusión, la coincidencia, por aceptación o como sea, la armonía entre lo que queremos y lo que está pasando. Ahora bien, un 90 % de eso lo hemos de poner nosotros de dentro. Por eso, la felicidad no viene de las cosas de fuera hacia dentro, sino que va de dentro hacia fuera. La felicidad es una fuerza interior que irradiamos, y por eso vemos la vie en rose. Un día te levantas de la cama y ves las cosas de color de rosa. No porque estén de color de rosa, ya que ellas siempre están del mismo color ahí fuera. Eres tú quien tiene que saber teñirlas de rosa deliberadamente si quieres ser feliz. Con optimismo y aceptando las limitaciones, conseguirás que las cosas te salgan tal y como las hayas proyectado. Uno, por dentro, ha de estar buscando esa armonía entre los deseos y lo que está pasando afuera, entre la realidad y el deseo, para expresarlo esta vez como Luis Cernuda.

Todo esto, como te digo, es muy fácil de decir, pero cuesta muchísimo de experimentar. A veces cuesta sangre y noches de insomnio y depresiones... pero es lo que hay. El sat, el ser, nos viene dado. Hemos nacido, estamos aquí. Podríamos no estar, pero estamos. Chit, que es la consciencia, se logra con el yoga, y ananda viene después, cuando ya la consciencia queda calmada con el yoga, porque, como te dije, yoga es parar los movimientos espontáneos de la mente, dejar la mente en blanco, vacía. Cuando tú te refugias o te metes en esa consciencia un cuarto de hora al día o media hora al día, o cuando sea, vas predisponiéndote para llegar al gozo, ananda, a esta armonía o interpenetración dialéctica entre lo que tú quieres por dentro y lo que está pasando ahí fuera, y es el ideal de la vida. Y no hay más. Ni tampoco menos.

Si lo que pasa fuera coincide con lo que uno quiere por dentro, la sensación de libertad es infinita y eso es el gozo. Es como el comportamiento de los niños, que van cambiando de un juego a otro, sin enfadarse, con ilusión. Por eso debió decir Jesucristo: «Si no sois como niños, no entraréis en el reino de los Cielos». Quería decir exactamente esto: los niños no tienen deseos, les da igual jugar a una cosa que a otra. Hemos de parecernos a los niños para llegar a ese gozo del que se habla en los Upanishads y en los Evangelios.

Cuando Mascaró terminó de hablar había oscurecido. Nos acompañó fuera de la casa hasta el coche, llevaba una linterna. Dijo:

N’hi ha uns que porten una llum al darrere: ells

no s’hi veuen, però il·luminen els altres:

són els capellans.

(Hay unos que llevan una luz detrás: ellos

no ven, pero iluminan a los otros:

son los curas.)

Mascaró fue una primera iluminación en el camino y con él comprobé que «on a clear day, you may see forever» («en un día claro, puedes ver para siempre»). Fue mi turn on.

Ética para Alicia

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