Читать книгу ¡Podemos querernos más! - María Agustina Murcho - Страница 22

En primera persona: Magalí, 23 años

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Cuando tenía trece años, en el colegio me dijeron que estaba más gordita, pero no me afectó en nada hasta que llegué a casa y pasaron una publicidad en la tele sobre unos chicles de hierbas que contenían café o cafeína. Al día siguiente fui a la farmacia a comprarlos, me pesé y comí uno; supuestamente disminuían el apetito. Así fue, pero no porque fueran “mágicos”, ¡sino porque eran feos! A los cinco minutos me agarró un dolor terrible de cabeza y me empecé a marear en plena calle. Eso no fue lo peor: después vino el tormento. Ya no comía un chicle, sino tres al día sin importarme nada. Yo lo único que quería era estar flaca porque si estaba así iba a ser “feliz”, pero en cambio comenzó mi película de terror. Ya no comía, vivía a base de agua, chicle y una manzana, así en ese orden por un mes. ¡Llegué a pesar 38 kilos, de los 53 que tenía al empezar a tomar esas cosas! Como era de esperar tuve anorexia, después bulimia y fue un círculo vicioso que hasta el día de hoy sigo combatiendo, lucho día a día por quererme un poco más. Un día me desperté con un dolor de estómago que no le deseo a nadie. Me llevaron a un sanatorio y me operaron de urgencia. Se me había hecho una peritonitis a causa de ese chicle. Los médicos les dijeron a mis papás que ya no tenía esperanzas y que estaba en manos de Dios. Estuve dos semanas en terapia intensiva con oxígeno, sonda y drenaje. A las dos semanas de la primera operación me hicieron otra. Estuve en sala dos semanas más. ¡Un mes internada por un chicle, por querer encajar en esta sociedad tan superficial!

¡Podemos querernos más!

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