Читать книгу ¡Podemos querernos más! - María Agustina Murcho - Страница 29
ОглавлениеProgramas de televisión
y críticas hacia
los cuerpos
En programas televisivos de rumores y de la farándula, que se transmiten por la mañana o por la tarde, muchas veces se habla sobre la ropa que usan las celebridades, el look que tienen, el corte de pelo que se hicieron, y también sobre sus cuerpos. Sacan conclusiones de por qué subieron de peso, se preguntan si están embarazadas, si están comiendo de más, a veces dicen que “se dejaron estar”, y también hablan de quienes bajaron de peso. Como si fuera obvio, lo primero que se dice es que tienen anorexia, y a veces lo dan por sentado, pero nadie se detiene a pensar que la anorexia es una enfermedad grave y no se puede hablar tan a la ligera.
Se puede bajar de peso por infinidad de motivos, y no siempre es por un trastorno alimentario.
Vivimos en una época en la que cualquiera se considera habilitado y capacitado para opinar sobre todo el mundo, sobre cada detalle de la vida de los demás, sobre si tienen más o menos peso, pero nadie se preocupa por esa persona como ser humano integral. Se habla despreocupadamente acerca de las apariencias, para juzgar si se amoldan más o menos a determinado estereotipo deseable, y de esa manera se estimula, quizá sin saberlo, la cantidad de trastornos alimenticios.
Además, esos comentarios circulan durante las 24 horas, por lo cual cualquier niño tiene acceso a ellos. Por más que no parezca escuchar atentamente, esos mensajes van quedando en su cabecita, y no solo es peligroso porque el niño puede empezar a creer que es cierto todo lo que se dice, sino porque a veces lo repite y empieza el bullying en el colegio, diciéndole las cosas que oyó en la televisión a algún compañerito. Y así se retroalimenta el círculo y el avance en los desórdenes alimentarios.
Yo tengo claro que, por más que lo diga y lo repita, este fenómeno tiene larga vida, porque es lo que vende y da rating, pero con que tú me estés leyendo sé que estamos avanzando, con el objetivo de que cada vez seamos más quienes comprendamos cómo puede afectar a muchísimas personas, tanto a niños y a adolescentes como a los adultos.
Debemos aprender a no agredir ni insultar, nunca, y en especial por el físico. Uno nunca sabe por cuál situación está pasando cada uno ni cómo le pueden afectar los comentarios.
En primera persona: Nicolás, 20 años
Te escribo porque no son muchos los hombres que se animan a contar su experiencia con los trastornos alimenticios, así que romperé el hielo.
Desde mi niñez siempre fui gordito y a raíz de eso sufrí burlas durante la escuela primaria y los primeros años de secundaria. Cuando cumplí dieciséis comenzó mi interés por adelgazar e ir al gimnasio. Todo iba bien hasta que me empecé a dañar la cabeza con imágenes de los modelos de la tele, de los chicos de las publicidades de ropa interior, y pensaba “yo quiero tener ese físico”... ¡Terrible error, el mío! Lo peor era ver a los programas de la farándula mostrando los cuerpos marcados de actores o fisicoculturistas... ¡Pobre de mi autoestima! Entrenaba muchísimo, comía muy poco, vivía de mal humor, miraba con mucho cuidado las cosas que consumía, me observaba al espejo y tenía ganas de llorar... Llegué a bajar 4 kilos por mi pobre forma de alimentarme; me sentía débil y sin ánimos. Mi papá me dijo que parecía enfermo de lo flaco que estaba... Esa frase hizo un clic en mi mente y me hizo ver la realidad.
Poco a poco fui saliendo de ese horrible círculo vicioso, aunque aún tengo algunas secuelas, como no poder mirarme al espejo, no me gusta lo que veo. A los dieciocho tuve una recaída porque mi novio de aquel entonces me dejó por otro más “atlético” que yo y eso me dañó la autoestima. Ahora, ya con veinte años y pesando 72 kilos, estoy dejando todos esos fantasmas en el olvido y me siento más feliz. Estoy cursando Nutrición y me ha ayudado muchísimo a reconciliarme con la comida. Todavía sigo con pequeñas luchas con mi cuerpo, pero ya no caeré en esa maldita obsesión.