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Los “Caprichos enfáticos”

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En lo que se refiere a la tercera parte de Los desastres, titulada “Caprichos enfáticos” (grabados 66-82), Goya hace referencia a asuntos que se enmarcan después del regreso del rey Fernando VII, en 1814. El régimen extremamente reaccionario instaurado por Fernando VII adoptó medidas represivas contra las fuerzas liberales que también habían tomado parte en la lucha contra los franceses. Y, además, claro está, bajo influencia de la Iglesia, persiguió a la masonería.

Fue en aquellas circunstancias cuando Goya empezó a trabajar en secreto en la continuación de la serie de Los desastres; esta tercera parte, que contiene —en términos velados— una reflexión crítica contra este régimen opresivo de Fernando VII. La fecha más verosímil de composición de los “Caprichos enfáticos” se sitúa entre 1814 y 1815. El significado del término “enfático” en este contexto ha de entenderse tal como aparece en la tercera acepción de la definición del Diccionario de la lengua española: “Expresión que da a entender más de lo que realmente se expresa”. Y es que estas láminas son, en general, representaciones alegóricas que contienen alusiones veladas a la política reaccionaria en la posguerra del rey y los “serviles”, tal como se denominaba a quienes la apoyaban. Muy probablemente esa fuera la razón por la que Goya nunca las hiciera públicas y las guardara junto con el resto de la serie en una caja.

Un grupo de estas láminas tienen un carácter anticlerical. Otro grupo (70-79), parece hacer referencia a la lucha entre liberales y absolutistas. Para estas imágenes, Goya se ha basado en la obra satírica de un poeta italiano que en aquel tiempo debió gozar de cierta fama en España, la fábula de animales Gli animali parlanti (Los animales hablantes), de Giovanni Battista Casti.16 Se trata de un poema muy extenso, publicado en 1802 y traducido al español en 1813, en el que los protagonistas son animales que pelean por hacerse con el poder en un reino ficticio. En él la leona es la reina; el lobo es partidario del absolutismo; el perro representa la facción más radical, partidaria de una revolución que lleve a la abolición de la monarquía; el caballo es de ideas moderadas y representa a los monárquicos constitucionales; el vampiro es el consejero de la reina; el búho es un eclesiástico hipócrita que apoya el fanatismo; el gato es el canciller, aliado del lobo cuando este se hace con el poder. La obra de Casti viene a ser una reflexión sobre el abuso del poder en los regímenes monárquicos. Las ideas y relatos de Casti inspiran a Goya, así se pone claramente de manifiesto en el grabado nro. 74, “Esto es lo peor” (figura 18). En él vemos a un lobo que está escribiendo en un papel: “Mísera humanidad, la culpa es tuya. Casti”17 (figura 19).

Figura 18

Francisco de Goya, “Esto es lo peor!”, lámina nro. 74 de la serie Los desastres de la Guerra, Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, Madrid, 1863


Fuente: The New York Public Library (Nueva York, EE. UU.).

Figura 19

Detalle, lámina nro. 74 invertida


Fuente: The New York Public Library (Nueva York, EE. UU.).

Hay un grabado muy enigmático en los “Caprichos enfáticos”, el nro. 69, donde un esqueleto rodeado de figuras monstruosas está escribiendo algo en un papel, en el que ha puesto la palabra: “Nada” (figura 20). Tal vez, Goya hubiera pensado poner este grabado como último de la serie, a modo de cierre o colofón. La palabra “Nada” podría interpretarse como una especie de resumen sombrío y desesperado de todos los “desastres” representados en la serie: todo este dolor y males padecidos han sido inútiles, sin sentido.

Figura 20

Francisco de Goya, “Nada. Ello dirá”, lámina nro. 69 de la serie Los desastres de la Guerra, Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, Madrid, 1863


Fuente: The New York Public Library (Nueva York, EE. UU.).

Pero, a fin de cuentas, el grabado no ha sido colocado al final. Los grabados 79, 80 y 82, con los que acaba la serie, vienen a formar un contrapunto con el cual parece surgir un rayo de esperanza. Al mismo tiempo parecen ser un reflejo de las ideas que Goya había adoptado en los años anteriores: el ideario de la masonería. Es probable —aunque no se ha podido demostrar con documentos escritos fehacientes— que Goya haya sido miembro de alguna de las tres logias francmasónicas que hubo en Madrid y que después de la guerra fueron destruidas.

Examinemos, al respecto, los dos grabados siguientes: “Murió la verdad” (nro. 79, figura 21) y “Si resucitará?” (nro. 80, figura 22). En la lámina nro. 79 esa “Verdad” que ha muerto es representada como una mujer joven con los pechos descubiertos y vestida de blanco, rodeada de siniestros frailes y eclesiásticos que, según parece, van a enterrarla. Si nos fijamos en la figura que aparece a la derecha del espectador, vemos que representa a la Justicia, con la balanza en su mano izquierda y que con la mano derecha se está tapando la cara, en un gesto de aflicción o indignación por lo que está pasando. El grabado que le sigue, enlaza con él: “Si resucitará?”. La mujer tendida en el suelo y que irradia luz, que vuelve a representar a la Verdad, está todavía rodeada de fuerzas oscurantistas, pero irradia luz. La partícula “Si” que encontramos en el título, es en cierto modo ambigua, puesto que por una parte expresa duda, pero, por otra, tiene un valor adversativo. Partiendo de esta segunda acepción, podríamos, pues, concebir el significado de este grabado en un sentido positivo, como una expresión de esperanza.

Figura 21

Francisco de Goya, “Murió la verdad”, lámina nro. 79 de la serie Los desastres de la Guerra, Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, Madrid, 1863


Fuente: The New York Public Library (Nueva York, EE. UU.).

Figura 22

Francisco de Goya, “Si resucitará?”, lámina nro. 80 de la serie Los desastres de la Guerra, Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, Madrid, 1863


Fuente: The New York Public Library (Nueva York, EE. UU.).

Según algunas interpretaciones, Goya estaría haciendo referencia con el sepelio de la Verdad a la muerte de la libertad constitucional, a la abolición de la Constitución de 1812, abortada por las fuerzas reaccionarias. Pero a mi modo de ver, y en ello sigo la exposición que hace Gerard Dufour en su obra Goya durante la Guerra de la Independencia, se trataría más bien de un concepto procedente de la masonería: la ver dad, simbolizada por la luz (procedente del oriente), constituye lo esencial de la búsqueda de los francmasones. Hay varios dibujos de Goya incluidos en el llamado Álbum C (hechos entre 1812 y 1814) que corroboran esta idea. Veamos uno de ellos muy significativo al respecto; se titula “Lux ex tenebris” (figura 23). Esta representación es de claro signo masónico. Tengamos en cuenta que, junto con la escuadra y el compás, la Biblia forma una las “Tres Grandes Luces” de la Francmasonería y se abre durante la logia en el primer capítulo del Evangelio según san Juan (Juan 1: 5). Y al comenzar la sesión en la logia, se pronuncia la frase “La luz brilla en la oscuridad”.

Figura 23

Imagen elaborada a partir de Francisco de Goya, “Lux ex tenebris”, dibujo nro. 117 del Cuaderno C, s.f.


Fuente: Museo Nacional del Prado (Madrid, España).

Y el último grabado de Los desastres, que lleva el título de “Esto es lo verdadero” (figura 24), expresa la idea de Goya de un mundo mejor, en él la Paz, encarnada en la figura de la mujer coronada por una rama de olivo, está junto a un hombre que, por lo visto, personifica el Trabajo; la mujer, que tiene a su lado una oveja y una cesta con hortalizas, señala los frutos de la tierra.

Figura 24

Francisco de Goya, “Esto es lo verdadero”, lámina nro. 82 de la serie Los desastres de la Guerra, Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, Madrid, 1863


Fuente: The New York Public Library (Nueva York, EE. UU.).

Arte, imagen y experiencia: perspectivas estéticas

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