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Gestión cultural pública con perspectiva de género

Celia Coido

En el campo de la gestión cultural es posible observar con bastante facilidad que las mujeres tenemos una presencia importante, en algunos casos mayoritaria; sin embargo, muchas prácticas discriminatorias siguen arraigadas, como la desigualdad en la participación, el llamado “mansplaining”, la inequidad salarial y en la distribución de responsabilidades en los puestos y lugares de decisión. Los espacios de trabajo que transité eran y siguen siendo profundamente patriarcales y machistas. Felizmente y cabalgando este amplio y diverso proceso en el que mujeres y disidencias tomamos la palabra, algunas prácticas y creencias se van transformando.

La incorporación de una perspectiva de género permite dar cuenta de los tremendos desequilibrios en los que “funcionamos” cotidianamente. Prácticas, hábitos y presupuestos tanto tiempo naturalizados, constituyen la trama tan perversa como “invisible” en la que transitamos. La perspectiva de género permite echar luz sobre esos hilos invisibilizados, ya no invisibles. Desnaturalizar. Cuestionar. Desmantelar. Derrumbar. Construir con otrxs otra cosa.

En ese recorrido, sin duda el despertar en relación a la perspectiva de género se lo debo al tránsito por una experiencia personal en la que, gracias al encuentro con otrxs, pude reconocer la complejidad de las múltiples formas en las que la violencia de género se encarna y, a partir de ese registro y ese caminar con otrxs, salir del espanto y andar.

Después de tantos años de transformación y de tantas mujeres que abrieron camino, en poco tiempo y gracias a esta emergencia de los feminismos –en el sentido de emerger como surgimiento y de emerger como urgencia–, hay algunas cuestiones básicas que no sé si se han instalado, si han encarnado del todo, pero al menos un sector más amplio las va incorporando. Son pequeñas/grandes transformaciones por el impacto que tienen en la vida real y concreta de cada una de las mujeres que vivió o vive una situación de violencia, abuso, acoso.

Cuando fue la primera marcha de #NiUnaMenos y veía tantas mujeres con sus carteles de hoja de cuaderno escritos a mano poniendo palabra a tantos dolores, todas juntas… algo cambió ahí y para siempre. Cuando se instaló el “Yo te creo hermana” con su respectiva ola de conversaciones tan duras como sanadoras, fue muy conmovedor. Experimentar la diferencia entre animarse a hablar sintiendo que no te van a creer, que te van a decir que exagerás, que van a cuestionar y desacreditar lo que decís que vivís… En fin, de hablar en ese contexto a pasar a hablar en otro en el que sabés que en primer lugar del otro lado te espera un abrazo, es para mí revolucionario.

En lo espacios culturales que habito, el feminismo está llegando. Y no quiero decir con esto que no haya llegado, solo quiero decir que es un mirar, un estar, un vivir de otra manera que está en permanente llegada. Apenas nos(lo) estamos conociendo. Como un torrente de agua que viene a saciar la sed de una tierra reseca. Tan seca que primero el agua no pasa... hasta que pasa y algo empieza a cambiar. Tanto por arriba como por debajo de la tierra, va andando, permeando, llegando cada vez más lejos, más hondo. Así percibo esta corriente, como agua y por lo tanto, también como electricidad. Al fin y al cabo, el agua es un buen conductor de esa energía. Y así andamos entonces también con chispazos, cortocircuitos, estallidos. Con la velocidad de la luz y la lentitud del agua a la vez. Y como una pregunta. Ínfima, permanente, cotidiana: ¿qué formas tiene lo femenino? ¿Cómo lo somos? Sin esencialismos, empíricamente, andando.

En el ámbito de la música, donde también cotidianamente trabajo, los feminismos van haciendo nuevos surcos y aunque cantidad de prácticas discriminatorias y machistas siguen siendo el pan de cada día, hay un entramado, una red de diálogo, contención, respuesta, que ha transformado radicalmente al menos la experiencia de esos avallasamientos. No estamos solas. Y aunque lleve tiempo la transformación, desde que estamos juntas, entramadas, se ha vuelto felizmente inevitable.

En el marco del trabajo con el Consejo Cultural de la Ciudad de Buenos Aires compartimos a lo largo de 2019 el desafío de pensar juntxs cómo abordar la gestión pública de cultura en la ciudad con perspectiva de género. De esos encuentros y reflexiones surgieron una serie de recomendaciones que se publicaron en formato físico y digital.1 Es imprescindible aclarar y destacar que lo que sigue es producto del trabajo colectivo y colaborativo del Consejo Cultural BA integrado en ese momento por Adriana Rosenberg, Ana Wortman, Andrea Servera, Andy Ovsejevich, Belén Igarzábal, Benjamín Domenech, Cecilia Pavón, Cielo Salviolo, Diana Glusberg, Eduardo F. Costantini, Elisabetta Riva, Esteban Feune de Colombi, Gabriela Adamo, Gonzalo Aguilar, Graciela Casabé, Jon Goransky, Julia Converti, Lisa Kerner, Luis Chitarroni, Luis Quevedo, Maricel Álvarez, Miguel Galperín, Nicola Costantino, Orly Benzacar, Paz Ferreyra (Miss Bolivia) y Ricardo Talento. La Presidencia del Consejo estaba a cargo de Jorge Telerman, la Coordinación Ejecutiva de Verónica Parizzi, la asistencia de Malena Fainsod, el asesoramiento de Johanna Sporn y Mariano Uccello y el Enlace con Ministerio de Cultura a cargo de Paz Dubarry.

Comenzamos a trabajar a partir de una serie de propuestas elaboradas por el colectivo FIERAS que atendía fundamentalmente a las disidencias, lo que se identificaba como el eslabón más frágil en la cadena de maltratos e injusticias a transformar. Así, el primer paso fue el acuerdo en trabajar con una perspectiva de género no binaria. A partir de ahí, el Consejo se propuso ir más lejos e intentar pensar el ámbito de la gestión pública de cultura en su totalidad y señalar en cada dimensión de ese complejo entramado distintos ámbitos en los que la perspectiva de género es necesaria, urgente y profundamente transformadora. En esa tarea identificamos ocho dimensiones y el Consejo elaboró propuestas de acción para cada una de ellas: Institucionalidad, Estructuras laborales, Presupuesto y Financiamiento de la Cultura, Infraestructura, Comunicación , Investigación, Patrimonio, y Creatividad.

Las acciones recomendadas apuntaron a atender aspectos centrales en cada una de estas dimensiones de la gestión pública de cultura valiéndose de distintas herramientas y recursos. Entre ellos, elaboración de protocolos de prevención, contención y cuidados contra las violencias machistas; programas de capacitación en perspectiva de género, programas de formación en artes y oficios que promuevan y faciliten la inserción laboral de disidencias; sistemas de evaluación y monitoreo de la presencia de mujeres y disidencias en acciones, programas, instituciones, convocatorias, etcétera; monitoreo sobre la aplicación de las leyes que protegen los derechos de mujeres y disidencias, elaboración de presupuestos con perspectiva de género, implementación de estrategias con porcentajes (cupos) para la distribución de cargos, medidas de visibilización que faciliten la equiparación en la distribución de ayudas, premios, subsidios, presentaciones, participaciones; confección de protocolos y guías para una comunicación con perspectiva de género, nuevas formas de acopio y sistematización de información, actualización de sistemas de clasificación y catalogación, promoción de la investigación transdisciplinaria con perspectiva de género, entre otras.

Tomamos como marco de referencia algunos materiales elaborados por organizaciones internacionales: la Agenda 2030 sobre el Desarrollo Sostenible de la ONU; “Re|Pensar las políticas culturales”, “Plan de acción de la UNESCO para la prioridad igualdad de género 2014–2021” y el documento “Igualdad de Género. Patrimonio y Creatividad” de UNESCO; la Agenda 21 de Cultura de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos (CGLU), el cuadernillo publicado por ACIJ sobre Presupuesto con Perspectiva de Género y otras publicaciones del Instituto Europeo de la Igualdad de Género (EIGE), la Asociación para los Derechos de las Mujeres y el Desarrollo (AWID) y el Comité de Ministros del Consejo de Europa. Estas recomendaciones se elaboraron con un grupo acotado de Consejerxs especialmente interesadxs en trabajar con este eje: Andrea Servera, Belén Igarzábal, Cecilia Pavón, Elisabetta Riva, Esteban Feune de Colombi, Gabriela Adamo, Gonzalo Aguilar, Lisa Kerner, Maricel Álvarez y Paz Ferreyra (Miss Bolivia).

A través de la Consejera Lisa Kerner llegó al Consejo la propuesta de FIERAS, que fue el primer material con el que empezamos a trabajar. También estuvimos en contacto con ACIJ, donde nos compartieron no solo el cuadernillo que elaboraron junto a otras organizaciones sobre Presupuesto con Perspectiva de Género, sino también otros materiales como el documento “Gender Inequalities in the cultural sector” de Culture Action Europe y la “Guía práctica para la Igualdad de Género” de la Alianza Latinoamericana para la Tecnología Cívica (ALTEC).

El documento se presentó al final del 2019 y de algún modo una etapa del trabajo se cerró. Me refiero a la de trazar estas líneas de recomendaciones. Y sin embargo, claramente queda por hacer lo central: que esas acciones se realicen y transformen los ámbitos en los que se proponen intervenir. En este sentido, el Consejo, al no ser vinculante y no tener injerencia directa en la gestión pública, no tiene en sus manos la implementación de estas recomendaciones. Sí tiene en cambio el deber de acompañarlas, hacer el seguimiento de lo que pase con ellas, continuar reflexionando y ampliando el trabajo realizado en vistas de aportar de todas las maneras posible a que tales propuestas se concreten. Sin duda, una de esas maneras está anclada en la difusión del trabajo realizado. Por eso la publicación física y digital de las recomendaciones, y la intención de compartirlas y hacerlas circular.

Al recordar mi trayectoria en el campo de la cultura, pienso cómo fue ser mujer en mis espacios laborales: un clavo. Me suena horrible responder así, le sigo dando vueltas, tratando de responder desde otro lugar, pero no deja de impactarme cómo al volver sobre lo recorrido vienen a la memoria tantas situaciones en las que ser mujer fue vivido como un peso a la hora de hacer lo que hago, cómo tantas veces implicó tener que hacer el trabajo en sí y a ese trabajo sumarle un otro “trabajo” tantas veces desgastante; es decir, el de lidiar con el macro y micromachismo cotidiano.

Cierta y felizmente hubo excepciones, ámbitos y momentos en los que tuve la fortuna de trabajar en contextos más justos, pero aun al día de hoy en muchos aspectos, seguimos lidiando con situaciones de maltrato, destrato, inequidad, distintas formas de abuso y acoso.

Si me pregunto qué queremos transformar, diría todo. Y creo que sería para el bien de todxs. Si me pregunto cómo será en diez años… ojalá trabajemos en contextos muchos más justos, amorosos y respetuosos, y lleguemos más lejos de lo que hoy podemos imaginar.

1 Pueden descargarse en el link https://drive.google.com/open?id=1GuKmEGUhaIMjFSPzBC7zrrzcLKURXk5U).

De la cultura al feminismo

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