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La división sexual del trabajo en la cultura independiente de la Ciudad de Buenos Aires

Adriana Benzaquén y Rocío Bustamante

Sobre deseos y oportunidades

Durante 2018, el Observatorio de Políticas Culturales y Culturas Políticas del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini (CCC) y el equipo de investigación Dinámicas Culturales Urbanas, de la Universidad Nacional de Tres de Febrero (UNTREF) realizaron en conjunto el Relevamiento sobre Cultura Independiente.1 En el marco de este estudio se avanzó en el análisis de cuatro sectores bien dinámicos y ampliamente organizados de la Ciudad de Buenos Aires: Centros culturales, Milongas, Espacios escénicos y Clubes de música en vivo.

Nos propusimos construir de forma participativa los relatos sobre cada uno de estos sectores, habilitando mesas de diálogo y el diseño conjunto de indicadores y temáticas, para dar cuenta no solamente de las dinámicas generales que describen al sector, sino también de los intereses y áreas prioritarias.

Realizamos encuentros con personas, colectivos y asociaciones, revisamos bibliografía, buscamos referencias y analizamos qué estudian quienes estudian el campo cultural. También sumamos nuestras propias historias personales de búsqueda y activismo feminista en encuentros, congresos, en la calle, en la política y en espacios culturales.

Con los primeros avances y espacios de diálogo sectorial, nos dimos cuenta de que esta era una oportunidad única para posicionar nuevos relatos sobre un sector en permanente crecimiento y transformación. Fue así que nos preguntamos ¿cómo se traducen los nuevos paradigmas en las prácticas concretas de los espacios y organizaciones culturales? Así surgió la propuesta de incluir en el relevamiento un apartado sobre cómo funcionan la división sexual del trabajo y la visibilización de las diversidades sexuales en las organizaciones de la cultura independiente.

En este artículo queremos compartir los hallazgos del relevamiento e invitar a los, las y les trabajadores de las culturas a tomar conciencia de todo lo que aún podemos hacer para repensar la producción cultural y poner en relieve dimensiones no visibles en el análisis económico tradicional. Porque si nuestra comprensión del mundo es hoy más amplia y diversa gracias a los debates contemporáneos feministas, nuestras formas de investigar, medir y comprender la diversidad de los sectores también debe actualizarse para reflejar nuevas y cada vez más complejas identidades.

La foto ampliada

El empleo y el trabajo –formal e informal– fueron cambiando intensamente a escala local y nacional durante los últimos años. El marcado empobrecimiento de la calidad de vida y problemas de empleabilidad para personas en edad de trabajar son una constante, sobre todo en entornos urbanos.

Uno de los sectores más afectados por las problemáticas de empleo son les jóvenes de Ciudad de Buenos Aires y conurbano bonaerense de entre 14 a 29 años, entre quienes el porcentaje de desempleo alcanza al 20%; y las más afectadas son las mujeres: 1 de cada 5 se encuentra desempleada.

Las mujeres trabajan en el mercado formal menos horas que los varones (38 horas vs. 47 horas semanales) porque dedican más tiempo a las tareas no remuneradas del hogar (en promedio, 5 horas diarias) y al cuidado de la niñez y personas adultas mayores (en promedio, 8 horas diarias). Es por eso que las mujeres tienen menos posibilidades de generar recursos económicos y avanzar en su desarrollo profesional. La brecha de ingresos registra que las mujeres ganan un 25% menos que los varones; es decir, que no solo pierden derechos en el mercado laboral actual sino que quedan sometidas al salario de un hombre proveedor, perdiendo independencia económica. En caso de ser jefas de hogar, su situación es aún más precaria.

El mercado de trabajo formal argentino es un mundo masculinizado, no solamente porque los hombres son mayoría y ganan mejor, sino también a causa de las miradas sexistas y sesgadas que imponen los mercados laborales formales (requisitos y prejuicios estéticos para acceder a un trabajo o escasez de cargos jerárquicos para las mujeres, por ejemplo).

A ese contexto se suman interrogantes sobre la empleabilidad de personas disidentes sexuales, un tema escasamente abordado tanto por la academia como por las políticas públicas, aunque recuperado por la lucha de diversos colectivos sociales, culturales, políticos y LGBTI+.

En relación a la situación de las personas trans y travestis, la Fundación Huésped (2014) relevó el estado de situación a nivel nacional: la proporción de quienes trabajan en el sistema formal es baja y, como consecuencia, solo 1 de cada 10 mujeres y hombres trans tiene aportes jubilatorios. Las travestis, en la mayoría de los casos, se encuentran forzadas a prostituirse, con los riesgos económicos, de seguridad y de salud que eso conlleva (el promedio de vida de las travestis es de 35 años). El 70,7% mencionó que trabaja por cuenta propia mientras que el 55% mencionó que le negaron un trabajo formal por su condición de persona trans. Según datos que aporta el informe “Situación de los derechos humanos de las personas travestis y trans de Argentina” (2016) realizado por el Centro de Estudio Legales y Sociales (CELS) y otras organizaciones nacionales, el 91 % de las personas trans y travestis no tiene trabajo registrado y el 82% atribuye las dificultades para acceder a un empleo formal a la discriminación por identidad y/o expresión de género. Otros datos marcan que el 85% (6 de cada 10 personas) ejerce el trabajo sexual o está en situación de prostitución.

Algunos trabajos de investigación (Menger, 1995 y Guadarrama Olivera, 2014) reflexionan acerca de la multiactividad que caracteriza a quienes realizan trabajo cultural: son personas, grupos y sectores asalariados, cuentapropistas formales e informales. La mayoría de las personas tienen un ingreso principal como medio de sostenimiento económico que, a veces, tiene poco o nada que ver con el campo artístico-cultural. La multiactividad se transforma entonces en una estrategia de supervivencia de las personas que trabajan en cultura. Todo esto, en un contexto flexible y desregulado y, al mismo tiempo, estructurado por categorías profesionales, de género, edad y regionales (globales y locales).

La cultura independiente de la Ciudad de Buenos Aires

La cultura independiente2 tiene hoy fuerte protagonismo en la escena política y mediática, no solo por su crecimiento (en cantidad de espacios, trabajadores y producciones) sino también por las múltiples agendas que moviliza: defensa de los derechos humanos, de las diversidades, del acceso al espacio público, y los derechos laborales. Motivados por necesidades urgentes –como es el caso de las clausuras masivas– las organizaciones del sector comenzaron a agruparse y así nace, en el año 2010, MECA (Movimiento de Espacios Culturales Autogestionados) para exigir una Ley de Centros Culturales que les permita a los espacios ser habilitados como tales y no como cualquier espacio comercial. La ley llega recién en 2014 y su reglamentación sigue pendiente, motivo por el cual los espacios aún sufren clausuras.

A partir de estas luchas, el sector impulsa nuevas acciones y estrategias para la defensa de sus derechos, a la vez que exige al Estado (en este caso particular, al Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires) la creación de políticas públicas que atiendan las problemáticas urgentes del sector y avancen en programas de mediano y largo plazo.

Para dar cuenta de estos y otros temas, se convocó a distintas mesas de diagnóstico con las organizaciones representantes de los sectores organizados de la cultura independiente: Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (MECA), Asociación de Organizadores de Milongas (AOM), Asociación Argentina del Teatro Independiente (ARTEI), Espacios Escénicos Autónomos (ESCENA) y Clubes de Música en Vivo (CLUMVI). Buscando conocer en profundidad al sector independiente, vimos que hay poca información del sector en general y casi nulos análisis de cada rama en particular.

Se diseñó un cuestionario con cinco bloques temáticos: preguntas referidas al barrio, al espacio, a la estructura organizacional interna, a la programación, públicos y necesidades. Los datos sistematizados a partir de las respuestas obtenidas nos permiten entender mejor la composición actual del sector.

Relevamos un total de 459 espacios: 192 salas de teatros (41,83%), 148 milongas (32,24%), 76 centros culturales (16,56%) y 43 clubes de música en vivo (9,37%).3

Como resultado de un momento histórico que nos interpela y nos invita a sumar nuevas miradas y enfoques a la comprensión del universo de las organizaciones culturales, el estudio de campo realizado consideró no solamente las diferencias entre mujeres y hombres en los distintos ámbitos de la cultura independiente sino también con las diversidades sexuales. La disponibilidad de estos datos supone un aporte importante para futuras investigaciones y abordajes.

Zoom al trabajo cultural

Lo primero que surge al analizar la distribución del tipo de empleo en las organizaciones culturales es que los hombres (50,49%) tienen mayor presencia en roles permanentes que las mujeres (46,56%) y las diversidades sexuales (2,95%). En trabajos o roles eventuales el 45,95% son mujeres, el 48,65% son hombres y el 5,41% son diversidades sexuales. Entre las personas que trabajan de forma permanente hay bastante equidad en todos los sectores entre hombres y mujeres, especialmente en centros culturales y clubes de música. Las diversidades sexuales tienen un porcentaje bajo de representación en todos los sectores, siendo directamente nula en el caso de las milongas. Entre quienes trabajan de forma eventual, en general hay bastante paridad entre hombres y mujeres en todos los sectores, sobre todo en clubes de música y milongas. Aquí las diversidades sexuales también tienen una presencia inferior, especialmente en clubes de música y las salas de teatro.

Al analizar los datos obtenidos, observamos que las mujeres ocupan mayoritariamente los mismos roles para los que fueron consideradas históricamente (administración, limpieza, comunicación y formación) y que la presencia de las diversidades sexuales es muy baja o casi nula en relación con la división de tareas. Tomando de ejemplo centros culturales, salas de teatro y clubes de música, en las tareas mencionadas observamos que en administración el 52,57% son mujeres y 45,71% son hombres, mientras que las diversidades sexuales se encuentran relegadas con apenas el 1,71%. En comunicación el 55,56% son mujeres, 43,21% son hombres y las diversidades sexuales siguen en desventaja con el 1,23%. En las áreas de coordinación los hombres llegan al 54,46%, las mujeres al 44,20% y las diversidades sexuales, a un escaso 1,34%. Por último, en las áreas técnicas los hombres ocupan el 68,64%; las mujeres, el 30,18% y las diversidades sexuales, el 1,18%. Es en estas tareas donde la diferencia es la más significativa ya que los hombres duplican prácticamente a la cantidad de mujeres en las áreas técnicas.

En relación a la toma de decisiones, podemos observar que los hombres definen la programación y las coordinaciones generales de los espacios por sobre un 10% en cuanto a las mujeres y por sobre el 52% en cuanto a las diversidades sexuales. En todos los sectores los hombres ocupan mayoritariamente los cargos de dirección; no hay diversidades sexuales en la dirección de clubes de música y hay un porcentaje bajísimo ocupando estos cargos en salas de teatro y centros culturales. Los hombres también son mayoría en la definición de la programación, sobre todo en centros culturales y salas de teatro. Vemos paridad total en clubes de música y una ínfima presencia de diversidades sexuales en todos los sectores.

Si nos detenemos en las formas de contratación, vemos que los roles rentados tienen bastante paridad entre hombres y mujeres en general. También en términos generales, las pasantías tienen una importante paridad entre hombres y mujeres, salvo en milongas, donde los hombres tienen casi 10% más de participación y en centros culturales, donde tienen casi un 7% más de participación. El único sector que no cuenta con ninguna persona diversa rentada (es decir, aquella que recibe algún tipo de remuneración por tarea realizada) son las milongas, aunque el porcentaje en los demás sectores es muy bajo. Entre los pasantes solo hay presencia de diversidades sexuales en salas de teatro y centros culturales. Entre las personas voluntarias, los resultados se presentan más homogéneos: no hay diversidades sexuales presentes en ningún sector, hay paridad total hombres-mujeres en las salas de teatro y son mayoría las mujeres voluntarias en centros culturales.

Observando las respuestas en relación a las diversidades sexuales, de las 527 personas en total involucradas en el funcionamiento de las organizaciones (tomando como referencia el universo de las 161 organizaciones encuestadas) solo hay 9 personas diversas sexualmente contratadas de manera permanente (1,7%) y 12, de forma eventual (2,3%).

Dentro de esta investigación se relevaron también los protocolos sobre violencia de géneros y sobre diversidades sexuales. Los centros culturales son los que más atención y desarrollo han prestado al tratamiento de las violencias de géneros (el 25,81% posee protocolo y el 3,23% tiene protocolo sobre diversidades sexuales) aunque en todos los sectores, la presencia de protocolos sobre diversidades sexuales aún es muy bajo, salvo en los clubes de música. Si bien allí el porcentaje es bajo, es más del doble que en los demás sectores (el 16,67% tiene protocolos para diversidades sexuales pero solo el 8,33%, sobre violencias de género). Si analizamos la totalidad de las organizaciones encuestadas, observamos que solo el 14,10% tiene protocolos para la atención de violencias de género y solo el 5,13%, sobre diversidades sexuales. El 13,46% de las organizaciones manifestó estar trabajando en el desarrollo de protocolos para la atención de violencias de género y el 7,69%, en protocolos de diversidades sexuales.

Una mirada en profundidad a la presencia de programación sobre diversidades sexuales muestra que dentro del universo encuestado, quienes más programación ofrecen sobre diversidades sexuales son los centros culturales (35,48%). Le siguen los clubes de música (25%) y luego, las salas de teatro (10,94%). En contraste con estos primeros datos, es notoria la ausencia total de programación sobre disidencias en las milongas relevadas. Si analizamos la totalidad de contenidos programados vemos que, entre centros culturales, salas de teatro y clubes de música, la programación especial sobre diversidades sexuales representa el 19,63% del total de la programación, un porcentaje nada menor. Los centros culturales triplican la presencia de esta temática en su programación con relación a las salas de teatro, y vemos cómo en los clubes de música esta programación especial va ganando espacio. Si bien este tema no es necesariamente nuevo, ya que los colectivos y movimientos LGBTI+ abogan por su visibilización desde hace mucho tiempo, es novedoso que esta programación comience a permear de forma más masiva espacios que históricamente no habían priorizado estas temáticas en su programación.

Aprendamos juntes

Los resultados de este análisis muestran que es necesario profundizar la reflexión sobre liderazgos, roles, y distribución de ingresos. A futuro será importante mantener estos datos actualizados para comprender la evolución de la división sexual del trabajo en el sector de la cultura a nivel general y en centros culturales, milongas, clubes de música y teatros, en particular. Además, estas informaciones situadas nos permiten conocer el grado de penetración de movimientos sociales, culturales y de derechos humanos para el sector LGBTI+ y su influencia en espacios de producción cultural.

Entre los principales aportes que la mirada feminista puede sumar a la comprensión y enriquecimiento de las organizaciones culturales se incluyen:

1) promover una actualización y ampliación de indicadores tradicionales que no dan cuenta de las concepciones no binarias.

2) proponer nuevas categorías de análisis de las relaciones de producción cultural.

3) llamar la atención sobre temas poco explorados.

Si tuviésemos que hacer un resumen del proceso de trabajo involucrado en la elaboración del Relevamiento sobre Cultura Independiente, se podría decir que nuestro tránsito individual es un paralelo de nuestro tránsito colectivo como sociedad. Comenzamos tímidamente proponiendo la incorporación de un capítulo sobre géneros en el marco de un informe más amplio, pero luego fuimos sumando contenidos y temas clave al diálogo con los sectores e hicimos el esfuerzo de posicionar y medir datos hasta ahora no considerados. Sin embargo, fue solamente al finalizar el informe y revisando el capítulo sobre géneros que entendimos el potencial que estos datos y este enfoque tenían. Y fue gracias a esta toma de conciencia que modificamos completamente el Informe de Conclusiones para presentar una narrativa con lenguaje no sexista.

Aprendizajes de todo tipo marcaron el desarrollo de este proyecto de investigación. Algunos de los más relevantes fueron aquellos vinculados a la búsqueda de estrategias para posicionar un tema tan relevante pero tan inédito en el ámbito de los estudios culturales. También fue necesario diseñar nuevos indicadores y herramientas de medición, construir relatos que destaquen su importancia, sistematizar y jerarquizar contenidos hasta ahora marginales y mostrar la importancia de repensar nuestra propia forma de medir la cultura. Desafíos y aprendizajes se mezclan en una ruta que recién comienza.

El futuro: innovar en cultura

El feminismo –uno de los movimientos culturales más relevantes de nuestra época– busca transformarlo todo, actualizando sentidos y valorando una diversidad de expresiones e identidades. Pero como cualquier proceso de transformación civilizatoria, este camino se encuentra a menudo con la avanzada de sectores conservadores que batallan con renovadas fuerzas por restaurar procesos de explotación y retroceso. Ante este contexto, queremos celebrar a los movimientos y organizaciones que trabajan para repolitizar el debate, exponer la dimensión de la crisis que hoy nos toca y evidenciar la emergencia de nuevas agendas y protagonistes.

Sin duda alguna, la cultura es el terreno donde se disputan los relatos de cada época. Es por eso que nuestra búsqueda propone trascender los discursos tradicionales –agotados en su capacidad de sensibilizar a amplios sectores de la población– y renovar el compromiso de trabajar por una transformación social y cultural real. Esperamos que estas líneas sean un aporte relevante a la reflexión sobre los medios y estrategias que nos permiten profundizar el cambio cultural.

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1 “Culturas Independientes. Caracterización y distribución geográfica de las organizaciones culturales urbanas con programación en vivo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”. El informe completo puede consultarse en el sitio web https://www.buenosaires.gob.ar/cultura/noticias/se-confecciono-el-informe-de-cultura-independiente-2018-2019

2 Las organizaciones independientes fueron caracterizadas en base a tres aspectos: las personas que trabajan en la producción de manera auto gestionada, los productos resultantes de ese trabajo y por último, los espacios culturales definidos por su escala reducida en términos de espacio físico y cantidad de público (hasta 300 localidades), su escasa división del trabajo, su presencia en circuitos locales o barriales y su escasa vinculación con grandes empresas del circuito de la industria cultural que gestiona mega espectáculos y producciones.

3 Fueron entrevistados 161 espacios (35,8% del universo total) con un criterio de representatividad por sector y organización o cámara de pertenencia: 29 centros culturales, 14 clubes de música en vivo, 64 salas de teatro y 54 milongas.

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