Читать книгу Córreme que te alcanzo - Marina Elizabeth Volpi - Страница 26

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La bibliotecaria

Siempre fui muy curiosa y me inscribía en cuanta actividad hubiese, pero mi fuerte nunca fue ser social, porque si bien no me cuesta relacionarme, prefiero la soledad o que la compañía sea más divertida o entretenida que dicha soledad. Cuando tenía 12 años, Sor Herminia me regaló dos libros y como la perseguí una semana contándole mis experiencias literarias, un día me frenó a mitad del pasillo y me dijo:

—Eli, ¿a vos no te gustaría ordenar la biblioteca del colegio? Yo confío en vos, porque sé que sos buena estudiante.

Le pregunté qué era lo que tenía que hacer y me dijo que en un principio seleccionar los libros que estaban dispersos, clasificarlos en un orden y, si me ponía ambiciosa, ella me ayudaría para que la biblioteca pudiera funcionar de nuevo.

En mi nuevo papel de bibliotecaria, adquirí una importancia desmedida porque era la única que tenía el privilegio de tener un espacio absolutamente propio. Gaby enseguida se acercó a mí para ver si podía ser mi ayudante:

—¡Hola, Eli! Me enteré de que estás ordenando la biblio y te quería preguntar si puedo hacer algo acá, lo que necesites.

Luego de pensarlo detenidamente porque ella no era de esas chicas estudiosas, sino todo lo contrario, decidí que no me vendría mal una mano, pero luego de aceptarla, se presentó en la biblioteca con Valeria y Maca. Les dije que no quería tener problemas y que en realidad no necesitaba a tanta gente, aunque mi intuición me decía que, tal vez, si ordenábamos todas juntas, organizaría los libros de una forma más rápida. Así que con mucha cautela le pregunté a Sor Herminia si podía tener a alguna de las chicas trabajando conmigo y me dijo que confiaba en mí, pero que por favor no le fallara.

Luego de una semana, estábamos todas ordenando unas cajas de donación, cuando vimos asomar la carita triste de Lau:

—Chicas, ¿cómo va todo? ¿Con quién tengo que hablar si quiero trabajar con ustedes? —Las miré a todas, furiosa porque estaba segura de que era un complot y luego murmuré:

—Que Sor no se entere. —Y acto seguido las cuatro se abalanzaron sobre mí para abrazarme, sellando así nuestra amistad en la biblioteca.

Córreme que te alcanzo

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