Читать книгу Córreme que te alcanzo - Marina Elizabeth Volpi - Страница 28
ОглавлениеDulce niña mía
Lau siempre fue una niña triste, hija de un albañil tosco y bruto y de una mamá que amaba profundamente a sus cuatro hijas, pero que no podía hacer nada frente al carácter irascible del marido. Su infancia había trascurrido en una pasarela eterna al hospital, para curar sus “caídas”. Más de una vez los médicos denunciaban los maltratos, hacia los que era sometido el cuerpo pequeñito de Lau, pero su mamá rápidamente aseveraba que la torpeza de su hija era abrumadora, hasta que cumplió 10 años, no pudo soportar tanta angustia y se escapó de su hogar. Cuando la encontraron, no quería volver a su casa, así que la llevaron a un instituto, pero como quedaba apartado del hogar de su familia, la jueza decidió becarla y mandarla al internado en donde yo estaba. Ella llegó cabizbaja, parecía un trapito, nunca había visto a alguien tan triste y eso que había cientos de historias malogradas en ese lugar. Con el tiempo la fuimos integrando a nuestro grupo y nos trasformamos en su familia. Empezó a sonreír de a poquito y casi se podía decir que la veíamos feliz dos veces al año. Pero la verdad es que luego del juego de la llave su carácter cambió; se volvió taciturna y ausente. Lo único que la sacaba de ese estado catatónico autoimpuesto era la música de los Guns and Roses, pasaba horas cantando una letanía de “Sweet Child O’ Mine”. Ella soñaba con salir del internado y conocer a Axl Rose, o por lo menos verlo de cerca. La verdad es que se había vuelto un poco monotemática con ese cantante, pero cuando hablaba de él era la única vez que se veían brillar sus ojitos.
Luego de casi un año desde el “vuelo”, Lau había empezado a recuperar la relación con su familia y su padre estaba calmado a tal punto que la venía a buscar y la traía los domingos, así que todas pensábamos que pronto se iría a su casa. Lo que no sabíamos era que estaba atravesando a sus 13 años una enorme depresión que se la devoraría sin que nos diéramos cuenta. Era junio y como todos los domingos Vale y yo, que no teníamos salidas, esperábamos a las chicas que volvían de su casa. Gaby y Maca llegaron temprano, pero eran las ocho de la noche y de Lau ni noticias. Llegó casi a las nueve de la noche cuando la hora de entrada era hasta las siete y media. La Madre Superiora le dijo al padre de Lau que tenía una notable falta de responsabilidad y le indicó a Laura que dejara sus cosas y se acostara. Nosotras la estábamos esperando para recibirla con los brazos abiertos. Luego de una escueta charla, porque no quería hablar mucho, nos acostamos.
Esa sería la última conversación, porque la depresión de Lau no la dejó pedirnos ayuda, ni decirnos que se había traído un montón de pastillas de su mamá y que se las había tomado todas juntas, para no despertar más. Fue absolutamente horrible, no podíamos entender que su cuerpo estaba vacío, muerto. El trámite para llevársela fue rapidísimo, pero el shock que teníamos nosotras cuatro era enorme, ahora sabíamos que la muerte era real y que Lau no volvería a cantar nunca, ahora nuestra hermandad estaba quebrantada y, aunque no lo dijimos, estábamos casi seguras de que el juego del año pasado tuvo mucho que ver y eso nos carcomía el alma.