Читать книгу Córreme que te alcanzo - Marina Elizabeth Volpi - Страница 29

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Competencia desleal

Era 1988, y luego de casi un año de perder a Lau, todas tratábamos de hacer cosas nuevas para no sentir su ausencia. En mi caso, me acerqué a las actividades físicas, y como todos los años el internado participaba de una competencia intercolegial, intenté anotarme en alguna disciplina. No fue fácil, porque como siempre las chicas de vóley tenían su equipo completo, y natación, que era lo que más me gustaba, había llenado su cupo. Cuando le pregunté a la profe Verónica qué podía hacer yo, me dijo que lo único que quedaba era gimnasia artística, con suelo libre o esquema con pelota. Me gustó mucho lo del esquema libre, pero treinta vueltas fli fla en el aire, corriendo el riesgo de quebrarme la columna, desistí y pregunté tímidamente si aún quedaba la pelota. Así que pasé alrededor de cinco tardes con la profe, explicándome cómo una pelotita horriblemente resbalosa, tenía que pasar por casi todo mi cuerpo al son de la canción “Ghostbusters”. He de confesar que siempre fui perfeccionista, así que practicaba a toda hora y poco a poco empecé a notar que lo hacía muy bien.

Aunque solo era un encuentro entre colegios, los nervios se hacían sentir como si se tratara de los juegos olímpicos. Cuando llegamos al predio, nos avisaron que gimnasia artística entraría casi al final, así que me relajé y me fui a cambiar al baño. Primero me saqué la ropa y me puse la malla azul con cuidado de no tocar el peinado de bailarina que Sor Herminia me había hecho con tanto amor y dos cintitas verdes. Luego exhalé aire de mis pulmones, me miré al espejo y me dije: “Hoy gano porque me lo merezco” (Gaby me había dicho que lo hiciera para darme valor).

La competencia empezó; las chicas de vóley perdieron por poquito y yo me alegré un montón, porque me habían despreciado cuando me quise unir a su equipo. En natación como siempre, ganó nuestro internado de la mano de Sofía, una chica que realmente era un pez. En gimnasia de estilo libre las que se presentaron eran malísimas y me arrepentí de no haber hecho mi rutina, porque seguro ganaba.

La tarde fue transcurriendo lentamente y casi a las cinco anunciaron por el micrófono que la disciplina final era gimnasia artística con elementos y me nombraron como quinta para hacer mi presentación. Una a una fueron pasando y con cada esquema mi ego se agrandaba porque no eran muy buenas, hasta que anunciaron en el micrófono a una chica llamada Malena García como parte del colegio Santísima Trinidad, el cual era nuestra competencia local. Miré atentamente su rutina y con cada vuelta de su cinta veía irse mi esperanza de ganar; era brillante, no tenía fallas, la cinta seguía su cuerpo como si fuera parte de él y me sentí ridícula con la estúpida pelotita en mis manos, pero no me iba a dar por vencida, y cuando se escuchó en los parlantes el nombre de Elizabeth Verammi, supe que era el momento de hacer mi entrada triunfal. Los nervios me hacían temblar, pero la presentación salió mejor de lo que esperaba; doblé mi cuerpo hacia la derecha y la izquierda, haciendo pasar la pelota por ambos brazos, luego flexioné en un arco perfecto mi tórax, hasta tocar con la punta de mis pies la frente, mientras ponía la pelota en mis manos. Para finalizar arqueé la espalda y dejé que la pelota recorriese mi columna vertebral como si dicha posición fuera natural. Salió hermoso, pero yo sabía que el único premio serían los aplausos, porque era seguro que la tal Malena me ganaba. Esperé ansiosa el resultado, pero estaba convencida de que era el segundo puesto. Medio triste nos preparamos para irnos y cuando iba camino al colectivo vi que Malena corría hacia mí.

“¡No te vayas! ¡Te quiero dar algo!”, me gritaba emocionada y extendiendo la mano me dio su copita de primer puesto, diciéndome que ella sabía que la ganadora era yo; si me hubieran dado una cinta en lugar de esa pelota, yo la hubiese superado porque era muchísimo mejor. Que realmente le había encantado competir conmigo y luego se fue sin dejarme replicar. Guardé la copa en el fondo de la mochila con una sensación de derrota triunfal. Apenas me senté en el colectivo me quedé dormida...


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