Читать книгу Córreme que te alcanzo - Marina Elizabeth Volpi - Страница 21

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El pollo de los pobres

Vivía castigada, así que Sor Rosario era bastante ingeniosa a la hora de pensar en hacerme pasar un momento amargo. Esta vez se le había ocurrido que yo podía atender la puerta el fin de semana. Los domingos venían todas las familias a ver a las chicas y a mí, en lo personal, me dolía que nunca recibiera una visita de nadie. Así que me armé de valor y abrí una y otra vez la puerta con una gran sonrisa y un dolor que me cerraba la garganta (explicale a una nena de 9 años que nadie la visita porque no la quieren). Y en mi tarea asignada estaba, cuando la monja me llamó a la cocina:

—Eli, si viene algún pobre le das una bandejita de este arroz que está en la olla y un poquito de tuco que está en la sartén.

Rápidamente le pregunté qué había en el horno y ella me dijo que era un pollo para la cena de la madre superiora y dos hermanas. Que ni se me ocurra tocarlo. Así que apenas golpeó la puerta un señor que pedía comida, le di el arroz en su bandejita. Pero el pollo me llamaba, con una voz jugosa y crocante, así que me dije a mí misma que una pata no se iba a notar y la comí apresurada. El hueso lo tiré escondido en el fondo de la basura. La tarde trascurrió tranquila, todas las afortunadas tuvieron su visita y yo de a poquito me comí el pollo.

Para las siete de la tarde, apenas quedaba una pechuga (no era un pollo grande). Así que cuando Sor Rosario llegó a cerrar la puerta con llave, me pregunto cómo había estado todo, le conté muy amargada que una señora con dos pequeños llegó a pedir comida y a mí me dio lástima porque las niñas dijeron que nunca habían comido carne ni pollo y yo les puse pollo en el arroz porque ella me enseñó a ser bondadosa. Su mirada fue glacial, pero enseguida me abrazó y me dijo que esa era una buena actitud, apiadarme de los más necesitados sin duda me haría mejor persona; que algo le cocinaría a la madre superiora y luego se fue con esperanza en mi súbito cambio. A la media hora me llamó y apenas la vi supe que algo andaba mal.

—Eli, ¿me podés explicar por qué los huesos del pollo están en el fondo de la basura? —Yo le dije que tenía miedo de contarle la verdad, así que ella chistó enojada y se fue furiosa a pensar otra ingeniosa forma de forzar mi endiablado carácter.

Córreme que te alcanzo

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