Читать книгу Córreme que te alcanzo - Marina Elizabeth Volpi - Страница 12
ОглавлениеAmada Lulú
Cuando un niño te dice seriamente que quiere una mascota, dale una, porque si no, terminará volcando su ansia de amor por los animales en lo que sea que se le presente con al menos cuatro patas. Yo no era diferente, así que cuando la señora Marta me dijo que NO podría tener nunca un perrito, un gatito o lo que sea, pensé que ese era mi cruel destino, ¡hasta que llegó Lulú! Descubrir su cuerpito rosita entre mis revistas hechas trizas y amarla solo me llevó un segundo, juré defenderla y cuidarla para siempre. El único detalle era que Lulú era una rata blanca y como toda rata era esquiva y le encantaba hurgar en la basura, pero fuera de esos detalles, éramos uña y carne.
Hacía más de un año que vivía con esta nueva familia y obvio que me sentía sola, así que la compañía de Lulú fue vital para mí. Corría con ella por toda la casa, dormía con ella enroscada en mi cuello y como se imaginarán la mitad de mi comida iba a parar a su panza. Creció tanto que asustaba, pero a mí me parecía la más bella rata del mundo. Una tarde estaba tratando de dormir la maldita siesta obli¬gada, cuando noté que se movía nerviosa, como furiosa, y sabía que, si la señora que me tenía viviendo en su casa la descubría, me la quitaría, así que traté de contenerla y abrazarla, pero ella me miró con los ojos vidriosos y para mi enorme sorpresa ¡me mordió! y luego se escapó rápidamente por un agujero que estaba a ras de la pared. Traté de convencerme que ella volvería y me dormí. Cuando me desperté, un dolor profundo me recorría el brazo y me acordé de la mordida, así que salí por el pasillo a buscar a Marta y me encontré con Fabián que me miró mal (como siempre) y me dijo:
—¿Qué te pasa, nena? —Lo último que vi, fue su enorme cuerpo venir hacia mí antes de sentir la caída oscura.
Cuando abrí los ojos, me encontré en el hospital. Estaba acostada en una camilla y el doctor me miraba curioso:
—Hola, soy Matías, ¿me podés contar qué pasó? —Apenas le dije que una ratita blanca me mordió, él salió corriendo y al rato una enfermera bastante brusca, me puso una inyección que me dolió profundamente.
Cuando llegué a casa la busqué sin cesar y con una voz muy maligna Fabián, el monstruo, me dijo que la había matado y enterrado. Mi desesperación fue terrible, busqué una cuchara o una palita para poder sacar de la tierra a mi amada Lulú y luego de cerca de veinte agujeros, hallé su cabeza. Abrazada a ella hice alrededor de treinta pozos más, hasta que encontré su cuerpo y luego la enterré enterita. Esa noche recibí una paliza bastante brava, pero valió la pena, mi amada ratita dormía en paz.