Читать книгу Córreme que te alcanzo - Marina Elizabeth Volpi - Страница 13

Оглавление

Manos de fuego

Iba cantando una hermosa canción, la mañana era fresca y el camino hacia la panadería se me hizo cortito. Pasé por las rejas altas y como siempre tiré dos piedras hacia adentro. Cuando entré a la panadería había una señora de esas que tienen mucha plata y mucho tiempo, así que se llevó media panadería, por lo que me empecé a aburrir. Sé que solo tenía 5 años y que para la mayoría de la gente esa edad no es la adecuada para hacer los mandados, pero yo me la pasaba la mitad de mi día en la calle, así que era casi una rutina hacer las compras. Cuando me llegó el turno el panadero me miró fijo y me preguntó:

—¿Qué querés, Eli? Yo, muy respetuosa, le contesté que medio kilo de pan y si tenía unas facturas viejas para regalarme, por favor. El panadero me sonrió de costado y me alcanzó una bolsa con facturas sabe Dios de qué día, pero que a mí y seguro a las termitas de mis hermanastros nos iban a encantar. En la otra mano me dio unos cuatro pancitos largos. Cuando salí de la panadería me pareció que la mañana estaba más linda y el aire más fresco, así que emprendí el camino a casa, pero, para llegar más rápido, doblé la cuadra para cortar camino por el baldío.

Esa mañana una cuadrilla de personal eléctrico estaba haciendo reparaciones en los cables de alta tensión y uno de esos cables se había desplomado al suelo luego de que se fueran. Al llegar a la esquina vi el cable caído, pero en mi imaginación se trasformó en una liana y yo inmediatamente ¡en Tarzán! Tomé carrera, con una mano me colgúe y con la otra sostuve mi bolsita de facturas y pan (la comida no se deja sola nunca). La sensación de ardor y quemazón fue inmediata, mi cuerpo temblaba y solté la bolsa del pan para tratar de sacarme la mano que se me quemaba y para mi sorpresa me quedé pegada con ambas manos. Mis gritos de ayuda atrajeron a muchas personas que miraban atónitas la escena.

Para Sebastián, un herrero que vivía a mitad de cuadra, solo mirar no era una opción, así que buscó una madera o algo para poder salvarme y cuando se dio cuenta de que no tenía nada a mano y la gente gritaba, pero no hacía nada tampoco, la desesperación lo llevó a pegar el manotazo hacia mi cuello. Apenas me tocó, el escalofrío y la sensación del chispazo doloroso se le hicieron tan latentes que se desmayó. Yo sentí el golpe en mi nuca y salí disparada hacia el medio de la calle. Cuando miré hacia un costado, el señor que me sacó del cable estaba caído cerca de una zanja, de su ropa salía humo y su cara estaba como azulada. Aunque me dio impresión, inmediatamente me acordé del pan y las facturas y me apresuré a juntar todo sacándoles la tierra como pude, no vaya a ser que me ganara otra paliza. Cuando todo estuvo en la bolsita, eché a correr lo más rápido que me permitió el mareo.

Córreme que te alcanzo

Подняться наверх