Читать книгу Córreme que te alcanzo - Marina Elizabeth Volpi - Страница 19

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Quería que se callara

Cuando estás en un instituto, te envían una o dos veces al año a ver a tu jueza, para ver cómo va tu vida, si estudiás, si estás contenta o simplemente para cumplir con lo que la ley indica; a ese trámite se lo llama “comparendo”. En una de mis visitas anuales a la jueza, que por cierto era muy buena persona, me pusieron en una celdita. Al rato vino una señora trayendo mate cocido con pan, unas revistas para leer y hasta me contó unos chistes que estaban buenísimos. Pero cuando se fue, me quedé sola y allí estaba esperando, cuando por equivocación metieron a una chica grande conmigo. A mí todas me parecían grandes porque siempre fui menudita, pero lo que me llamó la atención no fue su altura, sino su mirada extraviada, como loca.

Yo estaba aburrida y la única persona que tenía a mano para pasar la hora era la loca, así que le hablé:

—¡Hola! Soy Eli, ¿y vos? —Como no me contestó nada, me puse a contarle pavadas y en un momento giró bruscamente hacia mí y me dijo:

—Callate ya. —Pero por supuesto que no pensaba hacer silencio, así que la miré fijo (nunca mires fijo a alguien medio loco) y le pregunté por qué era tan malhumorada. Largándose a llorar, me contó que su beba, que tenía unos meses, tampoco se callaba, lloraba todo el día, y aunque la cambió, le dio la teta, la hamacó y le cantó una canción, no se callaba, así que le dio un baño y le metió la cabeza bajo el agua un rato para tranquilizarla y listo. ¡Se calló! Mi cara iba de la intriga al pánico apenas me di cuenta de que había matado a la beba. Y suspirando le dije despacito que ya no hablaría más. La jueza me notó muy rara ese día y puso en mi expediente que necesitaba hablar con una asistente social porque algo me pasaba.

Córreme que te alcanzo

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