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Educar para la paz

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Ciertamente habitamos un mundo contaminado por la violencia, en sus diferentes manifestaciones (social, política, delictiva), pero la generada, actuada y repetida en la escuela puede ser una de las más graves, ya que el objetivo de los colegios es educar para mejorar la vida del individuo y de la comunidad. Sin embargo, cuando el colegio se convierte en escenario impotente de la violencia, se distorsiona su misión y de alguna manera puede alimentar y perpetuar las disfunciones sociales. Pero, por otro lado, cuando la institución educativa enfrenta, entiende y trata adecuadamente los conflictos interpersonales, buscando superar las desavenencias y reparando adecuadamente los vínculos se convierte en un recurso extraordinario para construir una sana convivencia.

No pretendemos resolver todos los conflictos escolares de relaciones humanas, sino ofrecer algunas herramientas conceptuales y dar algunas sugerencias metodológicas que pueden ser útiles para contrarrestar las formas sociales destructivas. En primer lugar, es necesario afirmar que las relaciones de unidad y armonía –o de “paz” como podemos denominarlas en forma general– no están exentas de sufrir desgastes y ser quebrantadas, ingresando al ámbito del conflicto y, en su forma más grave, llegar a los niveles de lo que llamamos la “guerra”. En otras palabras, entre la paz y la guerra interpersonales no hay distancias insalvables, solo grados de un continuo, donde se puede avanzar hacia uno u otro de esos polos. La idea es descubrir cuándo la relación va transitando peligrosamente hacia el campo de la guerra para desandar el camino y regresar a la zona de la paz y la concordia. La maestra de Luis y Juan no se dio cuenta que entre sus alumnos existía un estado de violencia hasta que detonó, con el consiguiente daño a la víctima.

Es de vital importancia que la armonía y la unidad reinen entre los vínculos, pero no es fácil conservarla porque siempre asechan los pleitos, las luchas y las hostilidades, donde los más fuertes pueden aprovecharse de los débiles. Las diferencias de opiniones, los malos entendidos, los celos, las burlas o extorsiones están a la orden del día para instigar agresiones y disensiones. El conflicto abunda en todos los niveles de la vida humana, desde la familia, la escuela y el trabajo hasta en la calle con desconocidos. Pero, lo importante es luchar por conservar las buenas relaciones y restaurar los vínculos cuando estos se han fracturado por la discordia. Eso es lo que llamamos imponer una cultura de la paz. Precisamente, la institución educativa es quien más puede contribuir a obtener ese ideal de armonía comunitaria. Veremos cómo se puede alcanzar ese noble objetivo.

Reconciliación

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