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2. Las verdades y su relación con cada dimensión

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«El alma divina de la persona tiene acceso a cierta información, que no le es transmitida por el pensamiento».

MOSHE JAIM LUZZATTO

En un debate debemos ser conscientes en qué dimensión están operando las explicaciones que se argumentan, de lo contrario, si nuestra posición dimensional es otra, entonces todo el sistema argumental no es correctamente interpretado. Para poder comprender un sistema de interpretación debemos buscar su correspondencia dimensional específica, para encontrar, de ese modo, cómo se autojustifican los argumentos esgrimidos. Aunque cada dimensión tenga sus propios axiomas, lo que entendemos como altamente positivo de la cábala hebrea aplicada a la Psicología es la toma de consciencia del nivel dimensional en que estamos operativos para comprender la realidad dimensional específica y sus argumentaciones en dicho nivel. A esta característica le podemos agregar la simultaneidad de verdades válidas en cada nivel dimensional, ya que esta coexistencia de dominios explicativos diferentes (según Maturana) provoca una comprensión mayor de la realidad y no una reducción de la realidad de acuerdo con el dominio explicativo de mi subjetividad. Ser conscientes de esta flexibilidad de la psicología del misticismo judío es fundamental a la hora de comprender de manera integral el sostén de las aparentes paradojas que propone el campo del misticismo judío. La paradoja surge entonces cuando lo que es una verdad válida en una dimensión carece de validez en otra, y cuando somos conscientes de que la psique debe trabajar en las diez dimensiones diferentes otorgando validez e invalidez simultáneamente a diferentes marcos argumentales. Por este motivo, la comprensión del Daat (el Conocimiento) como la energía sustancial de los 22 canales y como la energía que alimenta toda la estructura del Árbol de la Vida es fundamental porque permite una flexibilidad mental para subir o bajar de cada universo dimensional. Un dominio explicativo (Sefirá) no puede ser dogmatizado porque provocamos la consiguiente invalidez del resto de las dimensiones. Todo dominio explicativo es válido en su nivel dimensional específico, y esa validez es objetiva. Por lo tanto, tenemos dos estructuras de objetivación de la realidad anteriores a nuestra perspectiva subjetiva. La realidad eterna del Ein Sof es la primera realidad objetiva, y la clasificación de las Sefirot representa un segundo estadio de realidad objetiva.

Así que podemos comprender cada Sefirá y la relación de cada acto subjetivo de la realidad dentro de dicha dimensión, y podemos integrar dentro del Árbol de la Vida todas las teorías explicativas del ser humano porque cada Sefirá representa un símbolo arquetípico de cada energía dentro de la realidad general. Las diez dimensiones representan diez realidades objetivas diferentes, y la diferencia de la magnitud energética que opera dentro de cada dimensión se fundamenta sobre la diversa correlación de las dos variables fundamentales del Universo contraído de la Briá (el tiempo y el espacio). En cada dimensión en particular, al modificarse la correlación entre tiempo y espacio, se produce una magnitud energética diferencial, y esta diferencia no pertenece al grado de subjetividad de la psique, sino que son diferencias objetivas. Por lo tanto, si pudiéramos modificar las variables de tiempo y de espacio, entonces podríamos físicamente operar en cualquiera de las realidades objetivas al cambiar la magnitud de las energías en cada nivel dimensional.

Así pues, aunque existe la «objetividad» dentro de la Eternidad, desde nuestra perspectiva operamos sobre diez diferentes grados de objetividad diferencial, por lo que no es simplemente la subjetividad del sujeto la que altera el grado de percepción de la realidad, sino la posición objetiva dentro de un marco conceptual específico (Sefirá). Aunque hipotéticamente dos personas piensen exactamente igual, si se encuentran posicionadas en marcos objetivos diferentes, por el grado de magnitud energética los argumentos serán diferentes. Si traducimos lo que estamos explicando dentro del misticismo judío en términos de la psicología junguiana podemos decir que la realidad eterna del Ein Sof, es decir, el grado de máxima realidad objetiva, se denominaría con el nombre del «Self», que representa el arquetipo de la «Totalidad» y la trascendencia, y aunque Jung declaró la existencia de un «arquetipo», para la mística judía aplicada a la psicología, en realidad el Self no es «arquetipable». Si el Self es arquetipable, entonces no hace referencia a la realidad objetiva del Ein Sof, sino a una dimensión en particular. Como para Jung el Self es arquetipable, entonces no estamos trabajando dentro del marco de la realidad objetiva fundamental del Ein Sof, sino dentro de la dimensión de Keter (la más alta de las dimensiones del Árbol de la Vida).

Cuando hacemos referencia entonces a la realidad objetiva y eterna del Ein Sof, no podemos pensar en ningún grado de simbolización arquetípica posible. El Ein Sof es, en realidad, la raíz única no-simbolizable de todas las realidades simbolizables.


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