Читать книгу La cábala - Mario Saban - Страница 23

3. La Biná (el Entendimiento)

Оглавление

Decimos que la Biná es la madre de las formas. El «Útero» simboliza la primera forma de contención de la energía que va a trascender en otros seres humanos. Pero el «Útero es la Tumba», ya que todo lo que nace con formas va modificando sus formas dentro de la realidad de la existencia. Se dice dentro del misticismo judío que la «forma es la fuerza organizada». Es decir, que la forma establece los límites de las energías que provienen de la Jojmá. La Biná (como la Madre arquetípica) organiza conceptualmente toda la realidad. Es allí donde se dan las formas que contienen la información. La Biná crea «sistemas cerrados» de pensamiento, para poder captar algo de la realidad compleja. La complejidad de la realidad se encuentra en la Jojmá, donde se establece una relación directa con la realidad, pero la «Mente» (a través de la Biná) es la conciencia mediadora entre mi Yo y la existencia. La Biná es la dimensión que escinde la realidad, es la que establece las diferencias y, dentro de sus formas, absolutiza los límites. Es la primera dimensión de los límites mentales que organizan toda la realidad. Entonces, grandes fragmentos de la realidad se pueden incorporar a la mente humana a través de las formas, pero en lo oculto (en la Jojmá) sabemos que todas las formas están intrínsecamente enlazadas, y que este entrelazamiento carece de toda forma (en la Jojmá). Sin embargo, cada palabra, cada objeto, cada sujeto es percibido bajo la idea del límite. Cada fragmento de la realidad se encuentra definido a partir de sus propios límites. El límite entonces crea una nueva paradoja: comprendemos la realidad a partir de las formas que esencialmente poseen límites, pero terminamos de no comprender la realidad en su conjunto porque seccionamos la realidad a partir de dichos límites. Los límites, pues, me aseguran la existencia de las «formas», pero las «formas» pueden crear una realidad espacio-temporal imaginaria cuando nos encerramos dentro de sus fronteras. Como dice Wilber: «cada frontera es una línea de batalla». Los límites de las formas nos otorgan seguridad conceptual (y podríamos decir que los límites de los símbolos nos otorgan también la misma seguridad). Lo que buscamos en el arquetipo de la Madre (la Biná) es la seguridad, intentamos todas las explicaciones posibles que nos otorgan seguridad. Por esta razón, las formas con sus limitaciones son tan importantes para desarrollar nuestra capacidad cognitiva. Sin embargo, a medida que vamos construyendo más formas y, por ende, más límites, construimos zonas de seguridad que se pueden transformar en dogmas sin lograr la percepción de la interconexión que nos otorga la Sabiduría. Mientras que la Sabiduría (Jojmá) nos libera de las limitaciones de las formas, el Entendimiento (Biná) nos introduce en el mundo de las formas para poder captar la realidad desde nuestra finitud. Siendo además nosotros mismos (sujetos) una forma objetiva dentro de esta realidad material. Las formas son realidades en la dimensión de la Biná, pero no existen en la dimensión de la Jojmá. Por ese motivo, la Biná, siendo la Madre de todas las formas, es el origen de las siete dimensiones inferiores (y las 49 puertas de la Biná). Como dice el sabio cabalista Eduardo Madirolas, la Biná «es el aspecto receptivo y femenino del intelecto divino». Aunque podemos agregar que toda dimensión tiene un aspecto femenino porque Jojmá, siendo masculina con relación a la Biná, es femenina respecto a Keter, y Keter es femenina respecto al Ein Sof o, en el caso del Keter psicológico, con relación a los universos superiores. De todos modos, estamos completamente de acuerdo con Madirolas (2005) en que Biná es la primera fuerza de contracción básica de la realidad, y que puede ser considerada la dimensión donde operan las energías de la limitación femenina. El psicólogo trabaja profundamente la Biná porque debe conceptualizar de forma constante, pero cuidado si se dogmatiza dentro de un sistema conceptual de «verdades supuestamente absolutas» (dogmatismo) porque de ese modo estaría operando dentro de la Biná en su aspecto negativo.

Entonces comenzamos a idolatrar las zonas de seguridad conceptuales que hemos creado a partir de la rigidez de las formas. El «Útero» contiene, pero a su vez debe ser flexible. La energía expansiva de la Jojmá debe flexibilizar las formas de la Biná, para que la Biná (el Entendimiento) pueda captar niveles más elevados de comprensión. Los límites no deben construirse, pues, para cerrarnos a la realidad general, sino que deben crear espacios de control que nos permitan, llegado el momento, destruir dichos límites como obsoletos para alcanzar mayores grados de conciencia. Las «formas» deben poseer una energía interna de mantenimiento de dichas formas; sin embargo, si las energías de sostén de la forma se van modificando, también cambian las formas. Todas las formas dependen absolutamente de los límites, y los límites dependen de nuestras percepciones internas de seguridad.

No son entonces los límites conceptuales objetivos, sino que son el resultado de nuestras percepciones de seguridad materna las que operan en este arquetipo. La Biná separa y diferencia con el fin de organizar la realidad a nivel mental; este es el objetivo de esta dimensión. Aquí podemos trabajar en el mundo de la letra hebrea Bet (la dualidad, el dos), y es aquí donde existe la Luz y la Oscuridad. En la Jojmá conocemos el origen común, y es en la Biná donde la paradoja y las contradicciones aparecen como irresolubles. En la Biná existen las aporías, mientras que en la Jojmá se trabaja sobre la constante unificación intrínseca de la realidad. En la Biná todo se divide, todo se clasifica, en la Biná existen las culturas, los pueblos, los objetos diferentes, los colores diferentes, los sujetos diferentes, las religiones, etc. Todo lo diferente es producto de las formas. Las formas nos hacen pensar conceptualmente, detienen el flujo de energía de la Jojmá y lo canalizan. Como dice Madirolas (2005): «Pues así como no existe forma sin fuerza, esta, sin la forma, es invisible, incognoscible e inútil, una nada vacía y estéril». Todas las formas son reales en la dimensión de la Biná, y todas son energías sin formas en la dimensión de la Jojmá. Todas las fragmentaciones se pueden percibir dentro del mundo de las formas (Biná). Todas las clasificaciones existen dentro de este mundo de la diferenciación. La propia existencia subjetiva, al distanciarse de la existencia general, genera una escisión básica en la percepción de la realidad. Solamente puedo acceder de la Biná a la Jojmá cuando mi Yo se desintegra dentro de las energías generales, y más allá de las formas conceptuales. En la Biná, toda la realidad la comprendemos dentro del orden espacio-temporal; en cambio, para trabajar dentro de nuestra Jojmá debemos percibir el orden de la Eternidad. La Biná psicológica se encuentra en una posición de reflejo de la Biná cosmogónica (el Universo de Briá); por el contrario, la Jojmá psicológica se encuentra en una posición de reflejo de la Jojmá cosmogónica (el Universo de Atzilut).

La cábala

Подняться наверх