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7. Tiferet (la Belleza)

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Esta es la dimensión de la interioridad. Nosotros la denominamos como «el Yo interior», frente a la dimensión de Yesod, a la que denominamos como el «Yo exterior». Por ese motivo, la «Tiferet» representa la energía de la interiorización o de la introspección personal. Najmán de Bratslav dice que la «verdad de uno muere con uno». Este espacio privado es el ser interior incomunicable. Otras definiciones posibles sobre la Tiferet: cuando decimos que logramos equilibrio en la coordinación de Jesed con Guevurá, entonces es cuando logramos alcanzar la «Tiferet». ¿Qué es la belleza interior? ¿Eres bello en tu interioridad? ¿Realmente alcanzas a disfrutar de ti mismo? Si respondes afirmativamente que disfrutas con tu interioridad, entonces decimos en el misticismo judío que has alcanzado la máxima virtud de la Tiferet, la paz interior. La palabra hebrea que define esta dimensión es Shalom (paz), palabra relacionada con Shalem (quien se siente completo). Aquel que se encuentra completo tiene paz interior. Si no hay paz interior, entonces no existe completitud. Por supuesto, no debemos confundir la insatisfacción constante para elevarnos hacia el Ein Sof con el sentimiento de paz interior, porque uno vive insatisfecho para ascender mientras disfruta de forma simultánea de quién es.

El núcleo de la felicidad «trascendente» de la interioridad se encuentra dentro de esta dimensión. Es el «ser feliz en su interior» y la relación de no-dependencia de la felicidad de los acontecimientos exteriores. La no-dependencia de los acontecimientos exteriores de ningún modo produce una «apatía» con relación a la exterioridad del Yo, sino que se logra controlar que el Yo no caiga en la idolatría de la exterioridad. Por supuesto, no podemos caer en la idolatría del propio Yo (la jactancia como transgresión de la Tiferet), porque sabemos que una de las peores idolatrías es la auto-idolatría. Esta sería la desviación del Yo. La felicidad del Yo interior consigo mismo no implica el narcisismo del Yo. La interiorización del Yo produce la aceptación de las zonas oscuras que se deben corregir de forma permanente, pero esas zonas oscuras aceptadas dejan de ser oscuras, y entonces se logra el comienzo de la capacidad de corrección personal. El Yo en la Tiferet no es el Yo perfecto, porque el Yo perfecto no existe, es un Yo en movimiento constante hacia el Ein Sof. Cada movimiento del Yo hacia el Ein Sof produce indudablemente dificultades en el proceso de construcción del Yo, siendo el Keter psicológico el Yo ideal o la proyección de todas las energías potenciales del Yo hacia el Ein Sof.

Me gustaría explicar los arquetipos con los que el misticismo judío trabaja las tres dimensiones de la tríada emocional. En Jesed, el arquetipo es Abraham, porque se dice que el primer patriarca hebreo era un hombre muy misericordioso, y el arquetipo de Guevurá es Isaac; este segundo patriarca hebreo asumió con dignidad la posibilidad de ser sacrificado, y sabemos que no existía misericordia ninguna en este pedido divino, hasta que finalmente llegó la misericordia que detuvo dicho sacrificio. En Tiferet, el arquetipo es el tercer patriarca Jacob. Ahora bien, Jacob heredaba la misericordia de su abuelo Abraham y el rigor de su padre Isaac. ¿Acaso el abuelo no debe ser misericordioso con el nieto y el padre no debe ser riguroso? Cada uno de los arquetipos (Abraham e Isaac) cumple una función específica que tiene una influencia determinada sobre el arquetipo de la Tiferet (Jacob). Jacob, en cuanto su rol de nieto, debe ser misericordioso como su abuelo Abraham y, en cuanto a su rol de hijo, debe aprender a ser riguroso como su padre Isaac. Sin embargo, ¿quién es realmente Jacob? Es simplemente un producto de la educación de sus padres y sus abuelos. Jacob desea saber quién es Jacob. Quizás, en la primera etapa de la existencia Jacob asume la tradición, pero cuando Jacob se transforma porque conoce a Dios cara a cara, entonces ya no hereda la tradición de la creencia en Dios, sino que ahora lo conoce de forma directa. Cuando se cree que la existencia es lo que hemos heredado, uno es Jacob, sin embargo, cuando uno experimenta por sí mismo la existencia, entonces Jacob se transforma en Israel. La dimensión de la Tiferet es la única que posee dos arquetipos, el de Jacob y el de Israel, y ambos arquetipos sobre la misma personalidad física. Mi Tiferet es hija de Jesed y de Guevurá, o mi Tiferet puede ser construida a partir de mi mirada hacia Keter. Jacob debe conquistar su propia Guevurá y su propio Jesed, entonces ya la herencia no le funciona, ahora funciona su propia experiencia personal, y es cuando Jacob desde su interioridad se pregunta ¿Quién soy? Entonces realmente se transforma en Israel. Israel representa el arquetipo de la Tiferet cuando extrae sus potencialidades interiores para ascender hacia Keter. Cuando mi Tiferet recibe y acepta la herencia, no experimenta la existencia por sí misma, sino tal como los otros me han explicado que funciona; pero cuando es mi experiencia personal en Tiferet la que se eleva hacia Keter, entonces alcanzo realmente mi verdadero Daat (mi autoconocimiento), y así elevo la Tiferet a la posición en que se encuentra Daat. Y si Daat (ya sabemos) es el Keter caído, entonces alcanzo a través de mi auto-conocimiento mi Keter subjetivo (Daat).

Al aceptar quién soy, comienza el inicio de mi liberación interior, porque ya no cargo con las culpas de mi finitud, sino con la responsabilidad de mi propia autoconstrucción. ¿Cómo se responde entonces a la pregunta sobre quién soy? En primer lugar, no existe situación estática en el orden espacio-temporal, ya que todo es dinámico, soy el que estoy siendo. Entonces, ¿quién estoy siendo dentro del proceso de construcción permanente? Si Tiferet mira hacia Keter (de forma ascendente), entonces la pregunta es: ¿Quién quiero ser? Pero si la Tiferet mira hacia Maljut/Yesod (de forma descendente), entonces la pregunta cambia y se formula como: ¿Qué ven los demás que soy? Y uno puede percibir que mi Yo en cada nivel es completamente diferente, porque mi Yo percibido en la materialidad del exterior no coincide con mi autopercepción personal dentro la Tiferet. ¿Cuánto de mi Yo interior se puede manifestar en la exterioridad social?

Dentro del misticismo judío, decimos que cada nivel tiene algún reflejo de la luz del nivel superior, así que indudablemente algo de lo que soy en el nivel de la Tiferet se terminará de reflejar en las dimensiones inferiores, pero jamás en la totalidad de mi Yo interior.

Cuando me siento completo (Shalem) con mi Yo, entonces es cuando no percibo las insatisfacciones como obstáculos, sino como potencialidades. Porque si las insatisfacciones se convierten en elementos negativos, es que tengo una baja autoestima en mi Tiferet, porque cargo con la culpabilidad al Yo de sus imperfecciones estructurales. Debo aceptar las imperfecciones humanas como constantes desafíos a un progreso permanente de mi nivel de consciencia. La imperfección derivada de mi finitud no puedo cargarla como «culpa», sino que la debo percibir como una oportunidad de crecimiento mesiánico constante hacia los niveles más elevados.

El perfeccionista se carga de una culpa permanente, y esto nos conduce inevitablemente a un gran problema del Yo, el creerse dicho Yo un Ein Sof en sí mismo. El perfeccionista siempre carga con una baja autoestima, al pretender ser el Ein Sof absoluto; y al no poseer la conciencia de su finitud, entonces siempre se percibe en un grado mayor de inferioridad del que realmente se encuentra. Cuando un sujeto logra la paz interior es que tiene su autoestima en equilibrio. Una autoestima en equilibrio es fundamental para concentrar luego todas las energías psíquicas en elevarme en los niveles de consciencia; en cambio, una autoestima baja o demasiado alta nos extrae energías importantes que se desgastan en la entropía del Yo.

Si la autoestima es muy elevada, podemos caer en la jactancia, y si la autoestima es muy baja, podemos siempre percibirnos en la descalificación constante de nuestro Yo.

En la psicología del misticismo judío decimos que el Yo interior debe ser estimulado por la educación exterior para subir a Keter, y al mismo tiempo para reconocer los errores de la imperfección estructural de nuestra finitud para que el Yo en Tiferet comprenda que jamás va a llegar a Keter, pero que siempre tiene las posibilidades de autosuperación constante, aquella que nos impulsa a continuar el ascenso espiritual.

Cuando el sujeto acepta su imperfección y, dentro de los límites de su imperfección, acepta simultáneamente las potencialidades ocultas que existen (a pesar de su imperfección), entonces alcanza la paz interior de la Tiferet. Para aceptar su estado de imperfección necesita del Jesed (la Misericordia) y para ascender de su Tiferet imperfecto y limitado hacia el Keter debe organizarse con cierta disciplina desde Guevurá (la Fortaleza). Tiferet representa la energía del ascenso a Keter a pesar de nuestras imperfecciones, producto de nuestra propia estructura predeterminada.

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