Читать книгу La cábala - Mario Saban - Страница 35

15. La relación entre la Biná (Freud) y la Jojmá (Jung) en el Universo de Yetzirá

Оглавление

«En la cábala, la subjetividad y la objetividad se unen de forma inextricable».

EDUARDO MADIROLAS

Los niveles conscientes freudianos corresponderían a los Palacios (el Yo mental exterior) que se encuentran controlados por la consciencia (La Biná de la Biná) y que canalizan los niveles del inconsciente del Yo mental (la Jojmá de la Biná). Sin embargo, debemos hacer una importante aclaración antes de continuar con nuestras explicaciones, y es que de ningún modo podemos realizar una equivalencia entre el «Inconsciente freudiano» y el «Sod» del misticismo judío. El «Inconsciente freudiano» se encuentra subyacente dentro de la realidad psíquica del sujeto; en cambio, el «Sod» es la realidad que el sujeto no logra percibir porque se encuentra más allá de sus posibilidades finitas. La extracción de los niveles inconscientes hacia la consciencia es el trabajo de la terapia tradicional; en cambio, el misticismo judío propone la expansión de los niveles de finitud (la apertura de los límites del Kli65 de recepción).

Cada dimensión inferior posee un vehículo de comunicación consciente y otro vehículo de comunicación de lo inconsciente. En otros términos, toda la información objetiva de la realidad no puede ingresar en la psique, ya que a la psique se ingresa estrictamente según los límites finitos de esta. La energía exterior que fluye hacia la psique es la que puede el sujeto captar de acuerdo con los límites de su propia finitud estructural.

A partir de ahí, la Biná comenzará el proceso de clasificación, lo que irá por una parte hacia la Conciencia y lo que quedará oculto en el orden del Inconsciente. Pero debemos saber que sube a la Biná toda la información (de acuerdo con la estructura de cada Kli), y luego la Biná clasificará el material que se dirigirá a la Biná de la Biná (Conciencia) y el material que terminará dentro de la Jojmá de la Biná (Inconsciente) por efecto de la represión. El inconsciente freudiano se encuentra dentro del sujeto, el Sod de la cábala se encuentra fuera del Kli de recepción subjetivo.

Ahora bien, debemos tener mucho cuidado aquí, porque Freud llegó hasta el inconsciente subjetivo, y está dentro de la subdimensión que denominamos como Keter de la Biná lo que une este inconsciente subjetivo con el inconsciente colectivo arquetípico de la Jojmá. Así que existe un nexo freudiano-junguiano en el nivel superior de la Biná, que se correspondería con la subdimensión de Keter de la Biná. Por la subdimensión de Keter de la Biná fluirá el material del Inconsciente colectivo (todo lo simbólico) desde la Jojmá psicológica. Por lo tanto, la Jojmá psicológica no puede ser considerada como «Inconsciente» (ni subjetivo/freudiano ni colectivo/junguiano), sino que la Jojmá psicológica es el nivel de entrenamiento que hacemos de nuestro Kli para captar mayores niveles de energías cosmogónicas. La Jojmá psicológica, entonces, puede ser considerada de dos modos: 1) como la base simbólica del Inconsciente colectivo, en tanto esta representaría la información oculta detrás de la realidad, y 2) o como un Sod superior al Inconsciente colectivo, porque para los cabalistas este «Sod» superior no es inconsciente sino que es «Conciencia pura».

Desde mi perspectiva, la Jojmá psicológica tiene el poder potencial de captar las energías exteriores cosmogónicas de los universos superiores (Briá y Atzilut) más allá de las simbologías que operan en el Inconsciente colectivo junguiano. Es tan expansivo el nivel de conocimiento (Daat) de la realidad cosmogónica que nuestra Jojmá psicológica debe reconocer que, para captar la información esencial de la realidad infinita, debe operar fuera del marco espacio-temporal de la Briá, a fin de comprender las energías objetivas dimensionales (Sefirot) del Universo de Atzilut.

Lo que puede suceder entonces es que desde el Keter de la Biná se pueda llegar a la Jojmá de la Biná y luego ingresar dentro de la Biná de la Biná. Si el nivel dimensional simbólico es tan extraño o amenazador para la Biná de la Biná, entonces todo el material de la Jojmá psicológica ingresará por el Keter de la Biná, pero quedará oculto también dentro de la Jojmá de la Biná debido a la represión de la Biná de la Biná. Esta es la descripción dentro de la psicología del misticismo judío de lo que denomina Ken Wilber como «la represión de los niveles trascendentes». Por lo tanto, todo lo «simbólico» queda estancado en el mismo sitio donde se oculta la información reprimida de los niveles inferiores.

Es como si nuestra Conciencia (Biná de la Biná) se encontrase reprimiendo tanto lo que viene desde arriba como lo que le llega desde abajo. Para aceptar la trascendencia temporal de la descendencia biológica, el ser humano contacta con su nivel animal, pero la trascendencia real de su energía esencial se encuentra en los niveles de comprensión más allá de la materialidad que opera como una vestimenta que oculta la verdadera esencia de la realidad. Si la división consciente/inconsciente se produce por efecto de la represión de los niveles inferiores, para el misticismo judío la división consciente/inconsciente se produce también por la negación de las energías cosmogónicas que nuestra psique capta más allá de nuestra comprensión actual en el orden espacio-temporal.

Ahora bien, si lo que existe «Arriba» (Keter) es equivalente a lo que existe «Abajo» (Maljut), entonces nosotros intermediamos entre dos factores que esencialmente son «uno».

En cierto modo, la psique se encuentra en la doble tarea de enfrentar la biología (Freud) como de enfrentar la cosmogonía (Wilber). Es como si el Universo de Yetzirá se encontrase en medio de las tensiones del universo inferior y el superior. Cuando hacemos referencia al universo inferior, hablamos del Universo de Asiá (lo material/biológico) y cuando hacemos referencia al universo superior hacemos referencia al Universo de Briá (lo energéticamente más sutil del campo mental).

Esta función de la Conciencia (Biná de la Biná) es problemática, debido a que está permanentemente ajustando un modelo de «normalidad» de acuerdo con los niveles de represión existentes. En otras palabras, una psique que descienda a lo instintivo abandonando los controles de la Conciencia o una psique que ascienda a la abstracción más elevada de nuestra capacidad mental se encuentra en problemas. Sin embargo, a partir del desarrollo de la Conciencia subjetiva, la psique no tiene otro camino que continuar ascendiendo y descendiendo constantemente integrando los dos aspectos de la realidad. Si exclusivamente la psique sube sin límites, entonces se puede llegar a la locura, y si exclusivamente la psique baja a la animalidad, entonces se puede perder la conciencia humana. Por lo que a la psique no le queda otro camino que la «oscilación constante» entre Keter y Maljut, descendiendo para aceptar sus límites y ascendiendo para destruir dichas limitaciones.

Es un doble esfuerzo, porque debemos integrar, por una parte, lo que proviene desde abajo y lo que proviene desde arriba. Lo que proviene de abajo es el conjunto que engloba tres factores básicos, el «instintivo» corporal (Nefesh en el nivel de Maljut), el nivel «social» (Ruaj en Yesod) y la interioridad emocional (Ruaj en Tiferet), y lo que proviene de arriba, que engloba los niveles simbólicos (Jaiá en Jojmá) y lo oculto inexpresable ni de forma simbólica ni en formal conceptual (El nivel del No-Yo o Iejidá). Es en el centro de esta interacción (Merkabá), esto es, en la Neshamá, donde tenemos que trabajar adecuadamente la oscilación entre lo que hay arriba y lo que hay abajo, nunca desconociendo lo de abajo por lo de arriba, ni lo de arriba por lo de abajo, porque en cuanto el ser humano tiende exclusivamente a lo de arriba, o exclusivamente a lo de abajo, no llega a la esencia de la realidad.

Podemos entonces considerar desde la simbología del Árbol de la Vida la posibilidad de unificación de los dos sistemas, tanto el freudiano como el junguiano, porque ambos operan desde dimensiones diferentes: mientras que Freud operaba desde la Biná hacia Maljut y conceptualizaba los mecanismos del mundo inferior, Jung y, luego, Maslow comenzaron a operar sobre los mecanismos del mundo superior e intentaron conceptualizar lo simbólico trascendente. Allí encontraron que el sentido de la existencia no estaba anclado en el mundo inferior (o mundo de la fragmentación), sino en el mundo superior.

La aparición de la Conciencia (Biná de la Biná) no crea mentalmente el mundo superior, sino que, por el contrario, lo descubre en la interioridad cosmogónica general. Por ese motivo, los cabalistas hacen referencia al descubrimiento de la Neshamá en la edad adulta.

Mientras Freud descendió de la Biná pasando por los «Palacios», y trabajó la relación entre la Conciencia (Biná de la Biná) con el Inconsciente (Jojmá de la Biná), Jung comenzó a trabajar directamente en la Jojmá psicológica, y allí operó dentro del Inconsciente colectivo.

Cuando comenzaron a operar en el mundo superior de los «arquetipos» aparecieron, en palabras de Maslow, las «metamotivaciones»,66 que no tenían una relación con el mundo inferior freudiano, y que tampoco representaban una huida infantil de dicho mundo inferior. Y si la escuela freudiana nos hizo conscientes de la relación de la psique con las dimensiones inferiores, tenemos que ser conscientes ahora de nuestra relación con las dimensiones superiores. Los freudianos se asustaron desde la Biná de la Biná cuando avanzaron afrontando las categorías simbólicas junguianas porque en cierto modo percibían en esto una huida de la realidad instintiva.

Sin embargo, lo que debemos aceptar es que cuando la «Conciencia subjetiva» de la Biná de la Biná ya se encuentra operativa, no puede sino continuar aumentando sus niveles de consciencia. Los aumentos constantes de los niveles de Consciencia no son huidas de la realidad material (aceptación del cuerpo físico y sus instintos biológicos), sino que constituyen la característica esencial de la propia naturaleza de la Consciencia. Después de expresar los niveles inferiores de la materialidad, la Consciencia continúa su propia evolución ascendente. Esta elevación de los niveles de la conciencia humana ya no podrá ser frenada por la pulsión animal. Un adecuado reconocimiento de los instintos animales del ser humano podrá permitir la canalización de las energías inferiores (satisfechas en su nivel), operar sobre los niveles de conciencia superiores.

Gran parte del trabajo (fundamental labor) de la Psicología tradicional ha sido indudablemente el reconocimiento de lo «corporal» (los instintos biológicos).67 Sin embargo, ahora que ya estamos en proceso de reconocimiento de lo biológico instintivo (Nefesh) y de los niveles emocionales (Ruaj), tenemos que aceptar que la Consciencia no se quedará contemplando eternamente nuestra animalidad material.

La naturaleza de la Consciencia es su crecimiento permanente porque desea elevarse más allá de la existencia, ya que la aparición misma de la Consciencia (el descubrimiento de la Neshamá) hace que ella por su naturaleza tienda a su propio crecimiento. Por ese motivo, la Consciencia es en sí misma «Trascendencia» de la propia existencia. Y la Consciencia por su propia naturaleza continuará «autotrascendiéndose», y esto no nos llevará a la negación de lo corporal, sino a la integración de lo biológico-corporal (Nefesh) a los niveles más elevados de Consciencia alcanzados. La aceptación de lo corporal (Nefesh) no constituirá un reduccionismo de lo humano a lo animal, porque la Consciencia como escisión de la existencia desea mayor nivel de Consciencia.

El reconocimiento del Nefesh (en tanto alma animal-cuerpo físico) no implica que necesariamente debamos aceptar que el ser humano no posee otros niveles del alma. Porque no podemos hacer un reduccionismo corporal a lo instintivo de la estructura integral del ser humano. La aceptación de lo corporal/animal no implica necesariamente que debamos concentrar nuestra atención exclusivamente en este nivel del alma. La psicología del misticismo judío no puede negar (ni lo debe negar) el nivel corporal del alma (Nefesh).

Y si Keter está en Maljut y Maljut se encuentra en Keter, tanto lo biológico como lo cosmogónico en el fondo pertenecen a la misma realidad sustancial. Sin embargo, en medio de ambos (de Keter y Maljut) nos encontramos nosotros con nuestra Conciencia, y gracias a la aparición de la Conciencia (Neshamá) ahora percibimos el universo como «dual», porque la consciencia subjetiva es una escisión mental de la existencia.

Por ese motivo, si contemplamos detenidamente el Árbol de la Vida, podemos encontrar allí que comenzamos con Keter como unidad y concluimos con Yesod como unidad (antes de llegar a Maljut) y, en medio del camino, tenemos tres dualidades: la primera dualidad inferior o biológica, la segunda dualidad intermedia o emocional, y la tercera dualidad superior o intelectual.

La Consciencia, pues, opera sobre la dualidad porque en realidad su propia existencia es la creadora de dicha dualidad en el orden psicológico. La dualidad objetiva en el orden cosmogónico la creó el mismo Ein Sof cuando realizó su autocontracción (Tzimtzum).

Por ese motivo, decimos que nosotros somos el fiel reflejo de la dualidad objetiva Ein Sof/vacío (Imagen y Semejanza). Por lo que debemos aceptar que la primera dualidad se produjo mucho antes de la aparición de las almas dentro del Universo de Briá (la Creación), y que la dualidad originaria aparece en el contexto del Maasé Bereshit cuando el Ein Sof crea el vacío. Esta es la primera manifestación de la dualidad (aunque no la dualidad en sí misma). La dualidad interior dentro del Ein Sof se puede establecer cuando podemos diferenciar entre las diez dimensiones existentes en el interior del Ein Sof y que crean el Universo de Atzilut. Aunque si decimos que Atzilut (la Emanación) es coeterna al Ein Sof, entonces podríamos decir que existe una paradoja dentro del mismo Ein Sof, porque existen las Sefirot infinitamente consustanciales a la misma Eternidad e Infinitud del Ein Sof. Así que paradójicamente podríamos hablar de dualidad y, al mismo tiempo, de unidad esencial.

Retornando del Maasé Bereshit al Maasé Merkabá debemos decir que no podemos ser «Consciencia» sin comprendernos dentro de la dualidad, ya que la propia consciencia alteró la unidad de la existencia, por lo que podemos decir que la propia aparición de la consciencia subjetiva crea una visión dual inevitable. ¿Cómo podemos pensar como el Ein Sof sin un vacío que implique dualidad? Porque la Consciencia sabe que en realidad todo es consciencia al infinito fuera del vacío. Y es dentro del vacío donde se reveló la existencia, que, a su vez, aparece imaginariamente como consciencia subjetiva diferenciada de la consciencia general del Ein Sof. Cuando la manifestación del Ein Sof se produce dentro del vacío, entonces existe conciencia diferenciada del propio Ein Sof. Y es más, el Ein Sof al manifestarse dentro de un vacío puede ser percibido por su propia autoconciencia. El vacío entonces se transforma en el primer Kli (vasija de recepción) que nace a la existencia.

Descendamos a nuestro nivel animal (Nefesh) como proponía Freud, o subamos hacia el Ein Sof (Iejidá) operando la unificación con el Todo superior, parece ser que esto constituye la pérdida de la consciencia subjetiva antes de la aparición de la consciencia, es decir, el retorno al estado Alef. Sin embargo, esto es imposible en términos reales, porque la propia Consciencia nos sitúa en el marco de la existencia dual. La única forma aparente de una unificación real estaría dada por la disolución de toda subjetividad en el marco del Ein Sof (en otros términos, la desaparición del vacío).

La realidad en la que existimos a partir de la consciencia es la fragmentación, y dentro de esta fragmentación operamos con una dualidad inevitable con relación al marco existencial percibido por parte de nuestra consciencia subjetiva.

Por lo tanto, lo que ha creado una dicotomía entre lo superior con lo inferior es nuestra propia «Consciencia», que desea reintegrarse al Todo, pero que ya no puede reintegrarse a través del camino de la pérdida de la Conciencia, sino por un aumento constante hacia el infinito. No nos podemos unir al Todo por lo inferior de la naturaleza animal (Freud) ya que no tenemos más escapatoria que seguir ascendiendo en nuestros niveles de consciencia, escindiéndonos más y más de la existencia, hasta alcanzar el máximo grado de actualización material de nuestras potencialidades. El único camino es el ascenso mesiánico hacia el Ein Sof, porque esta es la naturaleza de la consciencia, su máxima ampliación.

A partir de la existencia de un Kli subjetivo debemos trabajar no solo para la ampliación de nuestra subjetividad, sino para la ampliación del Kli general cosmogónico. Si la Teshuvá (como concepto de perfectibilidad constante) representa la expansión de mi Kli subjetivo, el Tikun Olam representa la expansión del Kli general de todas las manifestaciones de las energías existentes dentro del vacío.

Aparentemente, el camino tendrá que ser el recorrido radical de la «dualidad» de la Conciencia/Existencia para llegar a una «Consciencia» divina, es decir, a la sensación de Keter.

El único modo de reintegrarme dentro del orden general cosmogónico sería mi propia desaparición subjetiva, siendo esto una imposibilidad real en el campo material. Sin embargo, la Consciencia subjetiva se resiste a dicha reintegración (la muerte física o energética) porque la Consciencia al ser consciente de la existencia desea continuar existiendo en términos subjetivos.

A partir de la existencia de la autorrevelación de la conciencia, no tenemos más alternativa que vivir dentro de la dualidad, porque la dualidad es producto de nuestra propia consciencia y de la duplicidad estructural objetiva entre el vacío/y el Ein Sof. Sin embargo, a pesar de que tenemos que existir constantemente dentro de una dualidad permanente, nuestra Conciencia puede operar dentro de la realidad con «Consciencia Alef»68 donde percibimos la realidad objetiva como si la consciencia no nos pondría en una posición dual. Los niveles más altos elevados de nuestra alma (Jaiá y Iejidá) pueden operar en las máximas unificaciones posibles en dirección al Ein Sof.

Porque sabemos que detrás de toda dualidad existe una esencia sustancial de sentido que une ambos polos de la dualidad, ¿qué significa realmente la consciencia Alef? Si percibimos detenidamente el símbolo de la letra Alef, podemos ver que en su interior existen dos letras Iod (una superior y otra inferior); por lo tanto, la Consciencia Alef es, por una parte, la consciencia de unidad y la simultánea aceptación de la dualidad potencial, por otra parte, porque si ya soy capaz de percibir la Alef, es que existe un mundo inferior (la Iod inferior de la letra Alef) que puede percibir el mundo superior (la Iod superior de la letra Alef).

Pero si Keter está en Maljut, se puede cometer el error de Spinoza de confundir a Dios con la Naturaleza, y… ¿por qué motivos Spinoza se equivocó aquí? Simplemente porque confundió a Keter con el Ein Sof. Si Keter es el vacío donde se manifiesta la totalidad divina, no es el Ein Sof en sí mismo. Lo que dijo en realidad Spinoza se deriva de la concepción mística judía donde la «Shejiná» se encuentra dentro de la realidad material. Spinoza confundió entonces la Shejiná (la manifestación del Ein Sof dentro de la materialidad) con el Ein Sof en cuanto una totalidad absoluta e infinita, y esto lo llevo directamente hacia el panteísmo. Porque, en realidad, cuando el misticismo judío hace referencia al concepto de «Shejiná» se encuentra en una posición claramente panteísta. Sin embargo, cuando advertimos que la Shejiná es una parte fragmentaria de la manifestación del Ein Sof dentro de la realidad material podemos comprender que el judaísmo no sea panteísta. De este modo, podemos decir que el misticismo judío redujo su concepción panteísta a la sefirá de Maljut.

Si Dios en la materia se encuentra representado por la Shejiná (el aspecto receptor femenino de la Divinidad), entonces Spinoza tenía razón cuando afirmó que «Dios es la Naturaleza»; sin embargo, dentro del misticismo judío sabemos que la Shejiná es la manifestación de Dios dentro de la Naturaleza, es decir, «Dios es y no es la Naturaleza».

El Ein Sof entonces se revela dentro de toda la manifestación del vacío, pero se encuentra más allá de dicho vacío. Ahora bien, si el concepto de «Naturaleza» de Spinoza abarcaría incluso a las energías cosmogónicas del Ein Sof, entonces estaríamos obligados a decir que Spinoza tenía razón. El interrogante es: ¿A qué denominaba Spinoza como la «Naturaleza»? ¿Al campo material dentro del vacío, o a la totalidad de las energías infinitas y eternas en el nivel del Ein Sof? Estos interrogantes quedan en suspenso en este trabajo que corresponde a un estudio filosófico futuro y que no se debe enmarcar en una obra de psicología.

La cábala

Подняться наверх