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10. Yesod (el Fundamento)

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Antes de llegar a la dimensión de la materia (Maljut) tenemos que pasar por Yesod. Porque no llegamos a la materialidad si no unimos, en primer lugar, las energías del receptor (femeninas) y del dador (masculinas). Y esta unión se produce en la Yesod.

Yesod representa la energía sexual, y toda la sexualidad no es solitaria ya que desea al «Otro» para manifestar la unidad. El misticismo judío ha trabajado de forma muy intensa las simbologías de la copulación permanente entre lo masculino y lo femenino.

El receptor desea del Dador, y viceversa. En Yesod se produce la unificación total de todas las energías que se van a materializar en el plano de la Maljut (el Reino).

En el Árbol de la Vida de la tradición judía (a diferencia del utilizado por el espiritismo inglés y otros grupos ajenos a la tradición de la cábala), el último sendero finaliza entre las dimensiones de Yesod y Maljut. Es decir, si se encuentran símbolos del Árbol de la Vida donde los últimos tres senderos finalizan en Maljut, entonces este símbolo aunque se denomine con el mismo nombre de Árbol de la Vida no pertenece a la tradición mística del judaísmo, y, por lo tanto, estamos operando erróneamente la simbología.

Yesod representa la unión sexual, la energía unificada de los polos femenino y masculino de toda la realidad: el equilibrio entre el Dar y el Recibir que termina en el verbo «Compartir», y cuando comparto creo otro ser humano. En Yesod encuentro lo que se denomina el Yo exterior (o el Ego en otras terminologías). El Yo exterior (lo que percibe la sociedad y lo que yo muestro a mi entorno) es diferente del Yo interior de la Tiferet. Los extrovertidos tienen su eje de identidad en la Yesod, pero cuidado ya que la utilización extrema de la Yesod nos puede conducir a una fuga de la interioridad del Yo a una exterioridad sin sentido. Entonces puedo utilizar la Yesod no para relacionarme con el entorno, sino para utilizar el entorno social como fuga de mi interioridad. Como no quiero autoconocerme y me evado de mí mismo, entonces utilizo las relaciones sociales como sistemas de fuga del Yo interior.

El arquetipo de la psicología del misticismo judío que se utiliza es el de Yosef (José). Yosef durante gran parte de su vida tuvo que ocultar su condición de «semita» ante los ojos de la sociedad egipcia. En cierto modo, podríamos considerar a Yosef el primer criptojudío de la historia del pueblo de Israel. Su verdadera identidad interior (Tiferet) es que era israelita, sin embargo, gran parte de su existencia actuó como egipcio. Sostener la identidad de «egipcio» en Yosef era mantener una máscara social. El «Ego» de Yosef fue creciendo hasta que llegó a ser el segundo del faraón. Yesod simboliza la energía del «Ego». Una energía muy importante, porque el «Ego» al desear para sí mismo hace que trabaje para mi reconocimiento personal, y esta es una energía válida en el nivel de la Yesod. Sin embargo, si siempre vivo en el nivel egoico, entonces no opero en todos los niveles dimensionales, creando desequilibrios muy profundos en mi Yo y en mi entorno. El Yo exterior desea mostrarle algo a la sociedad que muchas veces no tiene relación con el Yo interior. Es más, lamentablemente el «Ego» se apodera de tal modo del sujeto que reduce las aspiraciones de ascenso espiritual. El «Yo interior» debe luchar contra el «Ego» y la herramienta del auto-conocimiento es fundamental. No debemos destruir el «Ego» que tiene su función en el nivel yesódico en el que se desarrolla, sino canalizar su fuerza. El «Ego» me permite tener la suficiente autoconfianza para ascender; sin embargo, si el «Ego» me otorga un nivel excesivo de autoconfianza puede provocar que el «Ego» reduzca el Yo interior, y que mi existencia se fundamente sobre lo que dicen y piensan los demás de mí. Cuando la interiorización de la crítica social es superior a mi autoconocimiento interior, me encuentro con un problema serio, ya que ya no vivo para mi ascenso de conciencia, sino para desgastar mis energías en toda la exterioridad. Si Yesod mira hacia arriba (hacia la Tiferet), entonces mi Yo exterior (el Ego) se pone al servicio de mi Yo interior; en cambio, si la Yesod mira hacia abajo (hacia Maljut), entonces mi Yo exterior opera mostrando de forma permanente algo a los demás que en realidad no soy. En Yesod, mi Yo exterior (el Ego) puede engañar de tal modo al entorno que termina finalmente engañándonos a nosotros mismos. Cuando la Yesod mira a Tiferet decimos que el arquetipo de Yosef busca su identidad real (la israelita), pero si Yesod mira a Maljut, entonces Yesod busca el cargo real en la corte del faraón, no busca su identidad real, sino que busca el reconocimiento material del exterior social. Es interesante que la pareja de Yosef fuera una egipcia, una hija del sacerdote pagano de On, es decir, la exterioridad total, en cambio, cuando educó a sus hijos (Efraím y Manases) lo hizo como israelitas. A su descendencia le entregó su verdadera identidad, a pesar del condicionamiento de todos los contactos sociales exteriores donde tenía que obligadamente mostrar una imagen distorsionada de su Yo interior.

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