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19. El Yo interior

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«Uno debe recluirse a sí mismo dentro de sus pensamientos hasta el máximo grado posible».

RABÍ JAIM VITAL

El Yo no le debe temer al reconocimiento de la identidad de la raíz del alma, al contrario, la raíz del alma en su máxima profundidad aniquila un Yo que cree imaginariamente (al existir en el mundo inferior de la Bet) ser un Yo real. El Yo es un producto del orden espacio-temporal y, por lo tanto, una ilusión si la percibimos desde el mundo superior, y es real dentro de las variables del mundo inferior. En cambio, cuando el Yo aniquila «las imágenes del Yo», entonces se dirige al núcleo real del Yo que es la esencia de la raíz del alma y allí encuentra el sentido de su existencia, porque el Yo no tiene respuestas al sentido de la existencia. La única respuesta a este sentido se encuentra en la comprensión del centro tiferético.

La única verdad es la que sentimos nosotros dentro de nosotros mismos, no existe otra verdad, y este nivel de verdad interior no es necesario comunicarlo. Ser consciente de nuestros niveles ocultos en el inconsciente no necesariamente implica su verbalización. Es lo que denominamos, dentro de la cábala, nuestra realidad interior tiferética. Esta verdad interior es incomunicable a los otros. Esta es la verdad de mi Yo que muere conmigo.75 Solo «Yo» llego a conocer las oscuridades y luces de mi Yo.

Y si bien no podemos obligar al Yo a una exteriorización social de su totalidad identitaria, podemos liberar al Yo de toda obligación de exteriorización que provoque el máximo grado de autoconocimiento interior.

Al anular la amenaza a la exteriorización social (incluso con el terapeuta), el Yo se encuentra liberado absolutamente de todos los condicionamientos exteriores; sin embargo, nos preguntamos: ¿Cuántos condicionamientos exteriores se encuentran ya internalizados en la interioridad del Yo y provocan la continuidad de los condicionamientos? Entonces ingresamos en la última etapa de liberación del Yo, y es la liberación de las imágenes subjetivas construidas por el Yo a través de su propia historia. Debemos, pues, operar desde la Biná psicológica para percibir nuestro centro tiferético, y es entonces cuando ingresamos a la Merkabá.

Aunque yo intente comunicar todo mi Yo, jamás lo puedo comunicar al exterior. El trabajo más importante para conocer en profundidad dicho Yo interior lo tiene que realizar el núcleo más profundo del Yo mental (la Merkabá). Y para que la Merkabá funcione debemos esforzarnos en tres niveles simultáneos. En el primer nivel debemos extraer toda la información que se encuentra en la Jojmá de la Biná (inconsciente subjetivo) y llevarlo a la consciencia (la Biná de la Biná); en el segundo nivel debemos extraer toda la información energética superior de la Jojmá y bajarla a través del Keter de la Biná para llevarla a la subjetividad de nuestra Merkabá; finalmente, el tercer nivel, el más profundo y el más difícil, y allí donde justamente la psicología del misticismo judío supera a la psicología tradicional de cualquier escuela, es el del reconocimiento de las energías cosmogónicas (no las energías metafísicas de los arquetipos junguianos),76 sino las energías reales físicas de la realidad universal (el conocimiento profundo del Maasé Bereshit).

En este tercer nivel, la Psicología ya no puede avanzar porque aquí nos encontramos con las ciencias físicas y matemáticas. En el nivel superior al conocimiento de la psicología debemos operar dentro de la física y la química, porque comprenderemos que los elementos constitutivos cosmogónicos son los factores de construcción de la psique.

A medida que exista un conocimiento científico exterior a la psique, entonces estaremos operando en este tercer nivel que supera el reduccionismo psicológico a la psique individual y entiende que la estructura subjetiva está basada en las estructuras generales macro del diseño universal. Este es el nivel del Sod de la cábala.

La esencia de mi Yo quedará siempre para mi Yo, así como la esencia del Ein Sof quedará siempre para sí mismo. El Yo, pues, conoce su propia condición en su máxima soledad. El Yo está solo consigo mismo, y todo lo que los «otros» pueden hacer es percibir perspectivas de mi Yo, así como todos nosotros podemos percibir perspectivas del Ein Sof de acuerdo con nuestra propia naturaleza y de acuerdo con nuestra posición en el espacio-tiempo. Este es el modelo de funcionamiento básico del Daat (el Conocimiento). Cualquier dogmatismo (o posición fija dentro de cualquier estructura o sistema de pensamiento) paraliza el desarrollo del Daat.

Si hasta ahora la Psicología tradicional se había movido en el campo del Daat inferior hacia el centro de la psique subjetiva, ahora la psicología del misticismo judío se deberá mover hacia la integración de la psique subjetiva con el sistema general cosmogónico, comprendiendo las equivalencias energéticas entre el Yo y el No-Yo (la totalidad fuera del Yo) porque tanto mi Yo como el No-Yo se encuentran participando de la misma realidad natural del Todo manifestado. En realidad, la posición mental del No-Yo es un estado más avanzado de conciencia del mismo Yo, ya que la psique debe reconocer que es una estructura relacionada con la totalidad exterior a dicha estructura.

Comprender, como hasta ahora, la psique como un ente fuera e independiente del sistema general nos trae graves consecuencias para una comprensión real de esta, como un producto de la propia naturaleza. El interrogante debe partir de la siguiente pregunta: ¿Cuáles son los motivos de orden cosmogónico para que la psique sea como sea? En realidad, la psique es una consecuencia del orden cosmogónico, y todos los niveles de ascenso de la consciencia de la psique son manifestaciones de la autocomprensión del «Cosmos», por lo tanto, podemos decir que el Ein Sof se manifiesta dentro del vacío de forma fragmentaria porque no tiene otro modo de manifestarse; pero cuando dicho fragmento dentro del vacío alcanza un nivel de autoconsciencia, entonces el Ein Sof adquiere consciencia de existencia porque ya dentro de sí mismo poseía consciencia en el orden de la esencia, y ahora el fragmento finito revela de forma fragmentaria la consciencia general del Ein Sof.

La esencia es el orden que se corresponde al Ein Sof dentro de su infinitud; en cambio, la existencia es el orden que le corresponde al Ein Sof cuando se divide en la multiplicidad de manifestaciones fragmentarias dentro del vacío.77

Sin embargo, y he aquí la paradoja, para que la identidad fragmentaria de cada fragmento finito se pueda sostener, se tiene que reprimir78 la sustancia del Ein Sof dentro de nuestra materialidad porque entonces no podríamos percibir una identidad fragmentaria. La conciencia del alma (Neshamá) existe cuando el «Yo» se desvincula de la realidad general fragmentándose y asumiendo mentalmente esta fragmentación. Y así cuando algo carece de un nivel elevado de Conciencia es parte del «Todo» por la materialidad; lo transpersonal es parte del «Todo» justamente por la elevación máxima de nuestro nivel de conciencia. No existe entonces una regresión a la naturaleza por la pérdida de la Conciencia, sino que, de forma inversa, se produce una sensación de Totalidad y unificación a través del aumento de todo el potencial de los niveles más altos del alma. Por lo tanto, no existe una disolución del Nefesh dentro del campo material, sino una conexión de la Neshamá con el nivel de la Jaiá dentro del campo energético más elevado.

Y a medida que extraemos la sustancia divina (consciencia de existencia) de nuestra interioridad se produce una menor preocupación y desgaste de energía psíquica, desgaste que es una consecuencia directa del sostén de la identidad fragmentaria, porque se comprende que la identidad fragmentaria es una ilusión necesaria para que el Ein Sof se pueda manifestar en el mundo de las fragmentaciones finitas.

Si liberamos la energía psíquica con la cual operamos para defender nuestra identidad fragmentaria tomando consciencia de la totalidad de la consciencia universal dentro de la manifestación, ahorramos energías psíquicas para crecer en el orden de la consciencia general, y no en el orden de la defensa egoica en el plano de la fragmentación. Lamentablemente, se desgasta una gran cantidad de energía psíquica en la defensa del nivel egoico.

Existe, pues, una manifestación sefirótica divina dentro de la realidad macrocósmica eterna, y dentro de la realidad subjetiva microcósmica (que se manifiesta tanto dentro del orden espacio-temporal como en el orden de la Eternidad) ¿Por qué el Yo nunca debe renunciar al No-Yo? Y ¿por qué el No-Yo no puede ser sostenido por el Yo de forma permanente? Este es uno de los grandes secretos de la cábala, y que podemos aplicar a la psicología.79

Es probable que cuando alcancemos la sensación de acercarnos a esa «verdad interior» se encuentre el Yo interior (la esencia de la raíz del alma). La verdad de uno muere con uno mismo, y no existe forma alguna de comunicarla al exterior, esto ya lo enseñó el sabio cabalista Najmán de Bratslav. Para los antiguos cabalistas, todas las estrategias para buscar y encontrar ese «Yo interior» se denominan con el nombre de «Maasé Merkabá». Este trabajo es completamente subjetivo.80 No hay forma de acceder a la Merkabá sino a través del ascenso de mi Yo o, mejor dicho, del cambio de percepción de mi Yo. Y la principal modificación de dicha percepción es la autopercepción. La percepción de mi Merkabá interior no se encuentra sujeta a las percepciones exteriores, sino a mis propias percepciones, como saber si mi Yo que asciende a la Merkabá es el propio Yo a través de su autoconocimiento profundo.

Por lo tanto, no es posible acceder a una comprensión del ascenso a través de las comparaciones del mundo inferior (mundo de la Bet). Al contrario, todas las comparaciones de mi Yo, en realidad, lo que manifiestan es el bajo nivel de mi Yo. La única forma de saber si mi Yo se encuentra operativo en el mundo superior (Alef) es la de percibir que estoy trabajando en el proceso de extracción de todas mis potencialidades interiores (a pesar de todos los obstáculos exteriores e interiores); por el contrario, entre los cabalistas sabemos que todos los obstáculos están diseñados con el objetivo específico de extraer todas las potencialidades. La heroicidad real del ser humano, y de todas las formas de existencia, es la de elevarse mesiánicamente sobre los niveles inferiores en dirección al Ein Sof. La mayor grandeza del ser humano es su potencia de perfectibilidad constante a pesar de sí mismo (porque para el judaísmo con ese objetivo hemos sido creados). En realidad, el problema se encuentra en confundir los límites de nuestra propia capacidad de percepción de la realidad con los límites verdaderos de la realidad misma.

El nivel de autosuperación constante que posee el judaísmo constituye la verdadera potencia espiritual que hace que todo ser humano alcance la felicidad dentro de su existencia fragmentaria. Cuando uno percibe que en el máximo sufrimiento, en la máxima oscuridad, Israel81 extrae la luz del Ein Sof, contra esto no se puede luchar, porque la energía de la luz que proviene del Ein Sof siempre es (y será) superior a la oscuridad. La oscuridad simplemente está diseñada para que podamos captar limitadamente la luz del Ein Sof, ya que no existe otra función para la existencia de la oscuridad.

Existir en conexión permanente con la esencia (la comprensión de la magnitud del Ein Sof) es lo que hace que realmente podamos alcanzar la felicidad, porque alcanzamos una felicidad desvinculada del mundo inferior, como estudiaremos en detalle a lo largo de este trabajo.

Para comprender la «Merkabá» debemos tener un dominio excelente del Árbol de la Vida (Etz Ha Jaim) y sus diferentes dimensiones, y la secuencia de la aparición de los diferentes universos concatenados. No se puede comprender el Maasé Merkabá sin comprender profundamente el Maasé Bereshit. Necesitamos comprender las manifestaciones del Ein Sof, y cuál fue la forma en que se creó este vacío, así como conocer profundamente el despliegue de las diferentes dimensiones para poder lograr comprender el misterio de la Merkabá. Todos estos asuntos los he desarrollado en mi segunda tesis doctoral en Antropología.82

¿Es posible liberar al Yo de todos sus condicionamientos? ¿No son los condicionamientos exteriores y los genéticos interiores los que provocan que seamos como somos? Suponiendo que nuestro «Yo» se encuentra completamente «condicionado» y que ya no tenemos forma alguna de extraer de nuestro ser todos los condicionamientos acumulados, entonces: ¿Cuál es la forma de transformarnos a partir de lo que tenemos? ¿Somos lo que somos o somos lo que hacemos con lo que somos? Nosotros no somos los que somos, somos en realidad lo que hacemos con lo que somos. Llevar toda la potencialidad a la realización es el mayor acto espiritual, porque espiritualizamos la materialidad al extraer la luz interior debajo de la materialidad en la que existimos. No podemos sostener una espiritualidad desvinculada de la materialidad.

¿Es nuestro Yo producto absoluto de los condicionamientos o podemos encontrar un Yo liberado de dichos condicionamientos? No podremos liberarnos jamás de los condicionamientos estructurales que se encuentran internalizados dentro de nuestro Yo, porque indudablemente ya se confunden estos condicionamientos con la esencia. Es más, cuando hacemos referencia a la raíz del alma, estamos diciendo que nuestra raíz está absolutamente predeterminada. Ahora bien, mi libre albedrío se encuentra en el nivel de esfuerzo que voy a desarrollar para extraer la luz de la raíz de mi alma. Cuando busco y encuentro mi máxima interioridad de la raíz del alma, encuentro el fragmento del Ein Sof dentro de mi ser.

En definitiva, podríamos decir que la estructura del ejercicio de nuestro propio libre albedrío está determinada por nuestras primeras influencias infantiles. Sin embargo, para los cabalistas existe una información que proviene de nuestra alma, más allá de nuestra existencia física actual. Jung denominaba a esta información como «el inconsciente colectivo». En realidad, la cábala supera dicho concepto junguiano en la medida que considera las «Sefirot» (Dimensiones) como las estructuras básicas de toda la manifestación y de todo lo oculto no revelado. En realidad, el concepto de las Sefirot tendría relación con las «raíces arquetípicas».

Entonces, existe para la cábala un Yo que tiene información de existencias físicas pasadas y que sabe cuál es su identidad más allá de todos los condicionamientos infantiles. Esta es la Merkabá, el Keter de la Biná cosmogónica, el sitio santo donde nacieron las almas a la existencia. Y aunque pueda mentalmente (a través de la comprensión del Maasé Bereshit) acceder a un tiempo fuera de nuestro orden espacio-temporal, mi nacimiento subjetivo como «alma» (fragmento del Ein Sof) se encuentra dentro de este espacio vacío.

Como el «alma» ha sido creada dentro del Universo de Briá (la Creación), entonces debemos advertir que el alma se encuentra dentro del orden espacio-temporal.

Sin embargo, nosotros (cada una de las manifestaciones fragmentarias conscientes de existencia dentro del vacío) materializamos la información que existe oculta en el Ein Sof. Si el alma está capacitada para acceder a la información oculta en el Universo de Atzilut, podemos percibir la «Eternidad» a pesar de encontrarnos dentro del espacio-tiempo.83

Por lo tanto, cada vez que comprendamos mejor el sistema general del Cosmos (el vacío donde se manifiesta el Ein Sof) llegaremos a comprender con mayor precisión el sistema fragmentario de nuestra existencia psíquica, y, por otra parte, a medida que logremos avanzar en la comprensión de nuestra psique, mejor comprenderemos el Ein Sof.

Siendo nosotros «imagen y semejanza», somos la información externa materializada dentro del vacío, proveniente de un nivel de información oculta dentro de la esencia del Ein Sof.

Nosotros no necesitamos «revelar» a Dios, porque nuestra existencia en sí misma es una revelación fragmentaria de la Divinidad. Por lo tanto, cada vez que la psicología del misticismo judío trabaja en el análisis de la psique, en realidad está realizando un verdadero trabajo teológico, el único trabajo teológico posible, que es el de comprender el funcionamiento de la psique en relación al sistema general cosmogónico; porque es la «consciencia subjetiva» la única que puede comprender la existencia de la «consciencia objetiva». Dentro de la fragmentación siempre seremos consciencias subjetivas, pero sabemos que en realidad para conocer esencialmente la realidad debemos «pensar» fuera de nuestro punto subjetivo. Si la consciencia de existencia se ha revelado en nosotros, se puede continuar revelando eternamente dentro del sistema general, y dicha consciencia constituye la revelación del Ein Sof (Dios) en la realidad material.

El Ein Sof no necesita de nuestra especie para continuar revelándose. La revelación de la consciencia objetiva que ahora se revela fragmentariamente en nuestra subjetividad continuará revelándose más allá de nuestra historia. La consciencia del Ein Sof es eterna (atemporal) e infinita (sin espacio) y puede revelarse en todas las magnitudes imaginables.

Si tomamos en consideración lo anteriormente expuesto, el misticismo judío de la Merkabá propone que el ser humano (nuestro Yo) tiene la posibilidad de modificar la percepción de dichos condicionamientos externos a través del ejercicio del libre albedrío. Y el primer condicionamiento es la propia subjetividad, la propia posición del sujeto dentro del espacio-tiempo, y desde una posición fija. ¿Somos realmente libres si percibimos la realidad desde un punto fijo? Realmente, la libertad se ejerce en la medida en que podemos desvincularnos de nuestro propio centro subjetivo.

Pero conocemos un secreto, y es que el libre albedrío lo que busca en realidad es la conexión con la esencia del alma; por lo tanto, la naturaleza de nuestra alma se encuentra predeterminada por completo, y todo el trabajo de nuestra existencia es utilizar el libre albedrío para liberar la esencia del alma de todos los condicionamientos históricos que sufre. Todas las causas de los desequilibrios interiores provienen de la guerra interior entre el alma que conoce interiormente su propia naturaleza frente a los condicionamientos que sufrió el Yo en todos los niveles.

La psicología del misticismo judío desea hacer «conscientes» los condicionamientos culturales (Yesod), los condicionamientos instintivos (Maljut), pero sobre todo los condicionamientos subjetivos (Tiferet), porque al centrar al sujeto en su propia subjetividad este pierde contacto con la realidad y solamente proyecta su Yo en la realidad misma.

Si le extrajésemos al Yo todos los condicionamientos sociales, nos quedaríamos realmente con el «Ello» freudiano o, como decimos en la cábala, con el alma animal (Nefesh). Sin embargo, ya no existe forma de dividir el «Ello» y el «Yo» freudianos, porque ahora operamos sobre un Yo integral. La interrelación entre el Ello y el Yo freudianos se encuentra tan consolidada en una única unidad que podemos perder los límites exactos entre ambos campos, ya que lo ideal es integrar los diferentes niveles del alma. Y este es el verdadero trabajo de la psicología del misticismo judío, el trabajo de integración de todos los fragmentos del Yo. Y si consideramos que cada Sefirá en sí misma debe ser considerada una dimensión en particular, entonces debemos integrar todas las dimensiones en una estructura única. La estructura única (oculta) que se encuentra detrás del Árbol de la Vida es el verdadero «Yo». Es quien decide en qué dimensión debemos operar y en qué grado energético. Por ese motivo, debemos aprender la potencia energética de cada dimensión en particular para saber cómo debemos operar en cada una de ellas.

La cábala

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