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5. Jesed (la Misericordia)

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«El mundo está construido con Jesed», así comienza el Salmo 89:3. El nivel emocional comienza con esta dimensión. Tenemos tanto para «Dar», que puede sobrepasar nuestra estructura. Por lo tanto, debemos saber en primer lugar que existe el Jesed en el lado de la abundancia de la Luz divina que se restringe. La misericordia está conectada con la sabiduría. Es más, podríamos decir que la «misericordia» es la sabiduría dentro del ámbito emocional. Se debe aplicar la misericordia tanto a los demás como a uno mismo. Esta es la energía básica de la misericordia. Uno está diseñado para hacer el «Bien», porque el máximo bien que tiene es su propia existencia física, la posibilidad de materializar las energías ocultas. La existencia material es la oportunidad de revelar las energías más altas del Ein Sof dentro de los niveles de densidad más bajos de la materialidad. La primera «Misericordia» que hemos recibido es la «Gracia de la existencia». Hemos sido llamados a esta existencia por la misericordia del Ein Sof, y este nivel de misericordia no puede ser imitado de ningún modo en el campo de la finitud, siendo una misericordia de grado superior. En esta dimensión existe el «Perdón», no puedo vivir con la carga de la culpabilidad de la conciencia. La «Conciencia» también debe ser liberada de sus propias autoexigencias. Si me culpo de todo, entonces se produce una caída brutal de mi autoestima, pero si me absuelvo de todo, no soy responsable de nada de lo que hago. La verdadera misericordia me perdona, pero no anula mi responsabilidad. Tengo miles de oportunidades. Aunque miles de oportunidades de mi existencia las haya perdido, siempre existe la posibilidad de recuperarlas, esta dimensión es la energía de la Teshuvá, del retorno a la esencia bondadosa. El «Arrepentimiento» es una gracia divina que todos llevamos dentro. La culpa no debe existir como carga, sino como elemento de responsabilidad (ya veremos la dimensión de Guevurá, que restringe la misericordia). La Misericordia siempre nos otorga una nueva oportunidad de comenzar, y este retorno siempre nos lleva a autorreforzar la autoestima. Si debemos imitar los atributos divinos, decimos que así como Dios es misericordioso, así debemos serlo nosotros. Por supuesto, que existe mi autocritica y mi enjuiciamiento de conciencia, pero esto no me debe llevar a una culpa infinita que me haga insoportable mi existencia. La «Misericordia» no borra la transgresión, pero la repara, porque siendo el ser humano finito no puede cargar con la idea absoluta de una perfección imposible. Lo finito y fragmentario siendo incompleto transgrede por su naturaleza estructural (sin intencionalidad), y el misericordioso se absuelve después de reflexionar sobre su existencia. Obtiene responsabilidad para lograr su transformación, pero no para cargar con una culpa indefinida que jamás lo repara. Si no existe la «Misericordia», todos, como entes finitos, seríamos constantemente culpables de algo debido a nuestra imperfección básica. La Misericordia me libera de mi sufrimiento interior, y libera a los demás de su sufrimiento. Comprender mi finitud fragmentaria es el elemento clave para comprender el objetivo central de la Misericordia. Me otorgaron el máximo Jesed posible, que es darme la vida, pero a partir de ahí, ¿cómo devolver a los otros el nivel de misericordia que nos han otorgado? El «Dar» sin una retribución es la marca de la Misericordia, pero Dar jamás olvidándose de uno mismo. Si uno «Da» más allá de sus posibilidades, la mística judía advierte que podemos transgredir.

La cábala

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